— Imagine por un momento que el ser humano dispusiese de una vida eterna, que la muerte, al menos natural, no fuese un problema. ¿Qué cree que ocurriría? — No dejé que contestara, adelantándome —. Que perfeccionaría el arte de hacer el mal al prójimo. Un hombre eterno sería enteramente malvado, pues no poseería esas limitaciones morales que el miedo al castigo superior nos impone.
– Dyfen, Efraim Suárez
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