El diccionario define la ética como la parte de la Filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre. Respecto a la moral, ésta la define como la ciencia que trata del bien en general y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia.
Adela Cortina considera que la ética consiste en conjugar la justicia y la felicidad, pues no es humano un proyecto de felicidad que ignore a los más débiles, ni son de recibo aquellas exigencias de justicia que no dan lugar a una vida plena.
Nuestra formación ética es un viaje que comienza con el desarrollo de nuestro carácter para que este se oriente hacia el respeto, la empatía y la compasión hacia los demás. También implica la conquista de nuestra libertad personal, aquella que nos permite ser el protagonista de nuestras vidas y respetar la capacidad de los demás para tomar las riendas de las suyas. Aspira a la construcción de una democracia más auténtica que facilite la convivencia entre las personas.
En nuestra vida profesional, la ética nos impulsa a ser excelentes y a orientarnos a la satisfacción de las necesidades de aquellas personas que reciben los productos y servicios que facturamos.
Aunque cuando hablamos de ética parece que nos encontramos en el dominio de la obviedad, es preocupante evaluar el impacto que tiene la falta de ética sobre nuestra sociedad. Gran parte de los problemas que actualmente atraviesa nuestra realidad tienen su origen el deterioro moral al que nos enfrentamos.
La falta de ética se encuentra detrás de la descomposición y del empobrecimiento económico, cultural e institucional al que estamos asistiendo. Este empobrecimiento se agrava por la cantidad de recursos que necesitamos desviar a aquellas industrias dirigidas a mejorar nuestra seguridad, nuestra confianza y nuestra protección ante los abusos de aquellas personas e intituciones que operan sin ningún compromiso ético.
Cuando asumimos un compromiso con la ética nuestra sociedad funciona mejor y se vuelve más próspera. Despúés de todo, la ética nos permite ahorrar costes. Sólo cuando vivimos en un entorno dominado por el juego limpio es posible priorizar en lo que realmente merece la pena: en la justicia y en la felicidad.
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