Desde que empecé a aprender inglés, hace ya más años de los que quiero acordarme, me llamaron la atención los "falsos amigos". Así se designan a las palabras del idioma de destino que se parecen, por su pronunciación o escritura, a una palabra del idioma original pero que no tienen el mismo significado. Me fascinaba el concepto, la belleza de la metáfora y la limpieza encapsulada: ojo, cuidado, no te fíes, parece una cosa pero es otra. Un falso amigo habitual: exit, en inglés, que no es éxito, sino salida. Hubo un tiempo en que los despistados miraban los umbrales ingleses y no sabían si debían jalear y aplaudir. Pero hoy viajamos todos demasiado, hemos visto demasiadas puertas con carteles en letras rojas que rezan EXIT, o demasiadas películas quizá, como para que nos las den con queso tan escurridizo.
Otra palabra, hablando del inglés, que siempre me ha gustado y que huele a falso amigo es accountability. Hunde raíces en lugares que parecen contables, pero de números y columnas sólo tiene el aire: es un contundente responsabilidad, y también es más: se cruzan en sus letras la ética y la gobernanza, la noción de que debemos responder de nuestros actos, ser responsables de los mismos, estar dispuestos a dar explicaciones y a justificar nuestras acciones. Es el balance moral que todos llevamos consigo, nos guste o no. En los gobiernos, es tarea obligada dar a los ciudadanos razón de sus actos. En las personas, es el equivalente a mirarse al espejo y ser consciente de sus acciones (o inacciones) y consecuente con ellas.
Así, el falso amigo accountability engaña dos veces: porque no es un mero contable y porque no todo el mundo es capaz de introducirlo en su vocabulario cotidiano. Después de todo, un idioma siempre es más que la suma de las palabras que lo componen.