Que hermoso vídeo. Hace ya algún tiempo que lo publicamos y todavía me conmueve (y enfada) cada vez que lo veo…
- Porque nuestros jóvenes merecen ser llamados por su nombre, y no por los nombres que inventamos los adultos cuando no sabemos como soportar las diferencias.
- Porque la manera de nombrar al otro tiene consecuencias, y como adultos somos responsables de esas consecuencias.
- Porque esta forma de encasillar impide el movimiento, estanca, bloquea, limita, acorrala, cierra y esconde la posibilidad de que cada uno se pregunte sobre lo que VERDADERAMENTE le está pasando.
- Porque la respuesta más frecuente a esas etiquetas es envenenar a nuestros jóvenes con medicamentos, en muchos casos contraindicados para lo que verdaderamente les está sucediendo, matando su energía, su creatividad, adormeciendo su sexualidad, su interés por el mundo…
- Porque en el fondo todo responde al miedo que tenemos frente a lo que los jóvenes nos muestran: su rebeldía nos cuestiona nuestra forma de gobernar el mundo y no queremos oír lo que quieren decirnos… y esta es una forma más de callarles.
- Porque son palabras que inducen a engaño. Señalan en la dirección equivocada. Hablan de los síntomas y no de lo profundo. Miran lo superficial y no el origen. Bloquean en lugar de movilizar. Y sólo sirven para calmar la angustia de los adultos cuando nuestros jóvenes no son como a nosotros nos gustaría que fueran.
- Porque la verdadera respuesta a lo que a uno le sucede la tiene él mismo. Se trata de iniciar un camino de búsqueda que nos permita ir encontrando nuestra propia manera de nombrarnos… No que venga un “amo externo” y nos diga como nos llamamos.
Por todo esto, me sigue emocionando y enfadando este rico vídeo que hoy compartimos con vosotros.
Paco Jaume