Añadir el agravio a la agresión es la extensión de la lacra de los abusos sexuales. Hace muchos años (tantos como 43!!), el primer artículo que publiqué cuando aún era residente (*) fue una revisión de casos de gonorrea infantil. Unos cuantos eran infecciones verticales adquiridas en el momento del parto, las que motivan la utilización del método Credé de prevención de la oftalmía neonatal por gonococos, mediante la instilación rutinaria de una colirio antiséptico en la conjuntiva de los neonatos. Los demás eran por relaciones sexuales que, al tratarse de niños pequeños, eran evidencia cierta de abusos sexuales.
No han cambiado mucho las cosas. En todo caso de abusos sexuales infantiles es mandatorio realizar pruebas diagnósticas de ETS. Y la contraria también es cierta: en todo caso de ETS infantil hay que establecer el diagnóstico y la consiguiente denuncia de abusos sexuales.
Pero hay que ir aún más allá. Conviene establecer las necesarias medidas preventivas de los efectos a largo plazo de la ETS en las víctimas de abusos. Una de ellas es la vacunación contra el virus del papiloma humano.
La revista Lancet nos lo recuerda en un artículo del pasado noviembre: HPV vaccination for victims of childhood sexual abuse.
En el texto, además, se menciona que las víctimas de abusos sexuales tiene además otros riesgos de carácter más “social”, como puede ser la promiscuidad, la ausencia de medidas preventivas, el abuso de alcohol y tabaco, en períodos ulteriores de su vida (http://www.who.int/publications/cra/chapters/volume1/0000i-xxiv.pdf).
Hay que estar alerta.
X. Allué (Editor)