Revista Cultura y Ocio
En el pasado mes de abril Netrebko debutaba el papel de Tatiana en Viena, un rol que se adapta a la soprano como un guante, porque está destinado a una soprano lírica con cierta anchura y porque ella, con su agradable y personal timbre, sabe ser muy expresiva, con sus cualidades escénicas, es capaz de mostrar perfectamente la evolución que este complejo personaje experimenta, desde la pureza y candidez incial, hasta la plena madurez del final, idiomáticamente no le presenta el menor problema (Joaquim dice que es una cuestión genética); muchos eramos los que esperábamos, como agua de mayo, la asunción por la soprano rusa de este tipo de papeles, y en Nueva York lo ha hecho por todo lo alto. Convertida en la indiscutible estrella del Met (a ella se le ha encargado durante tres años la apertura de la temporada del teatro neoyorkino) esta vez su participación, junto con el también ruso Valery Gergiev, no ha estado exenta de polémica, aunque por cuestiones extramusicales: el día del estreno un grupo de activistas gays protestaban, dentro y fuera del teatro, contra la política homófoba de Putin, pero también contra el director y soprano por su abierto apoyo al dirigente ruso. Pero el interés de la ópera inaugural de la temporada 2013-2014 en el teatro neoyorkino no se limitaba exclusivamente a soprano y director, contaba también con la paticipación de dos grandísimos cantantes polacos, el tenor Piotr Beczala como el joven poeta Lenski y del barítono Mariusz Kwiecien como el acaudalado y vividor Oneguin. Todo salió redondo. Hasta los comprimarios Oksana Volkova (Olga), Elena Zaremba (Madame Larina) y Larissa Diadkova (Flippyevna) estuvieron a la altura, un poco más abajo se situaban el Triquet de John Graham-Hall y el Gremin de Alexei Tanovitski. La producción de Deborah Warner, ambientada en la época en que fue compuesta la ópera, fue correcta en lo estético, no molestaba, que ya es bastante, pero al Met, tradicionalmente un teatro conservador, hay que pedirle mucho más que la simple espectacularidad de grandes columnatas, en este sentido me pareció decepcionante. En los cines Yelmo de Valencia (21 euros por entrada me parece excesivo) lo pasamos estupendamente.