Eunice Carter contra Lucky Luciano la Historia
Todos formamos parte de un contexto social, de un momento histórico, de unas circunstancias. Las inercias, las dificultades para sobreponerse a estas fuerzas suelen ser minimizadas por cierta filosofía de autoayuda y dogmas de corte neoliberal que emplazan de forma nada inocente toda la responsabilidad en el individuo, sin tener en cuenta todas las variables sociales, económicas, familiares que influyen. Pero también es cierto que hay personas que consiguen sobreponerse a las cartas que le han tocado y emergen por encima de todos los gigantescos y a veces determinantes límites de su historia . Su lección es que a veces, sí se puede. Con determinación, con trabajo humilde y constante, se puede jugar una partida diferente a la que parecía estar destinada nuestra vida.
Sábado 1 de febrero de 1936, Nueva York. Es una noche gélida. Las redadas están programadas para las nueve de la noche. Los objetivos son tan secretos que los 160 agentes de policía que participan no están autorizados a ver sus órdenes hasta cinco minutos antes de la hora. Y es que la ciudad está tomada por una corrupción tal que de saber de antemano a dónde van, muchos de los objetivos habrían “volado”. A las ocho y cincuenta y cinco se abren los sobres. Los objetivos son burdeles, ochenta en total, algunos en casas de lujo, otros sórdidas habitaciones. Los hombres, muchos de ellos figuras prominentes de la ciudad, son arrestados, otros huyen en paños menores. Pero el objetivo son ellas: las mujeres que ejercen la prostitución, que son arrestadas y conducidas por una caravana de coches de policía hasta el edificio Woolworth, en ese momento, uno de los tres rascacielos más altos del mundo.
El ascensor se para en la planta 13, donde durante horas no para de escupir a mujeres en camisones, ropa de noche, vestidos y satenes de lo más llamativos. Pronto la planta entera queda abarrotada y hay que habilitar el piso de encima. Entre todo el vocerío y caos hay una mujer, una abogada que pacientemente recibe y etiqueta a cada una de las mujeres según van llegando. Tiene un rostro sereno y un cabello meticulosamente arreglado. Las va recibiendo con una gran sonrisa mientras les ofrece un café y la hospitalidad de la oficina del fiscal especial. Su nombre es Eunice Hunton Carter.
The Woolworth Building, hacia 1939
La historia de Eunice es, como apunta su nieto en su libro biográfico “la historia de una comunidad, de un pueblo que hizo camino de donde no había camino”.
Carter nació en Atlanta en 1899, hija de William A. Hunton Sr. y Addie W. Hunton. Su abuelo paterno había comprado su libertad de la esclavitud antes de la Guerra Civil. Sus padres eran importantes activistas, William fue fundador de la división negra de la YMCA y su madre, Addie, participó activamente en la NAACP (Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color). Fue seleccionada además como una de las dos mujeres que viajaron a Francia durante la Primera Guerra Mundial para verificar la condición de los militares negros de los Estados Unidos. En numerosos casos se jugó el tipo viajando al Sur en representación de la NAACP visitando lugares entonces tomados por el Ku Klux Klan.
En 1906 escapando a los disturbios raciales de Atlanta, la familia se tuvo que desplazar a Brooklyn, Nueva York.
Foto del anuario del Smith´s college
En la primavera de 1921 se graduó cum laude en Smith College. Era la segunda mujer en la historia de la institución en recibir tanto la licenciatura como la maestría en Trabajo Social en cuatro años.
Después de un periodo en el que escribió, se casó, ejerció como trabajadora social, y tuvo un hijo, Eunice se inscribió en 1927 en Fordham Law School, una de las pocas escuelas de derecho que admitían a estudiantes negros en sus aulas. La escuela estaba situada en el piso 28 del edificio Woolworth en el número 233 de Broadway. Eunice tendría clases cada día de la semana a partir de las seis o seis y media de la tarde, algo que debía compaginar con la maternidad y una activa vida social.
En 1932, Carter haría historia al convertirse en la primera mujer negra en recibir un título en Derecho de la Universidad Fordham en la ciudad de Nueva York. A mediados de mayo de 1933, Eunice Carter aprobó también el examen que le permitía ejercer la abogacía.
Lucky Luciano
Twenty against the underworld
"Hoy en día, casi no hay
un negocio en Nueva York que no pague de alguna manera su tributo al hampa, un
tributo recaudado por la fuerza y cobrado por el miedo. Sin duda, no hay una
sola familia en la ciudad que no pague su parte de tributo al hampa todos los
días de su vida y con cada comida que ingiere. Este enorme impuesto sobre las
ventas no oficial se recauda del consumidor final en el precio que paga por
todo lo que compra". (Thomas Dewey en la emisora de radio)
En 1935 el gobernador de New York nombró a Thomas Dewey fiscal especial contra el crimen organizado. Su nombramiento vino provocado por la presión popular que denunciaba que no se estaba haciendo lo suficiente para combatir a la mafia. Dewey aceptó con la condición de poder formar su propio equipo fuera de la corruptas oficinas de la ciudad y tener vía libre para perseguir sus objetivos. Miles de jóvenes abogados se presentaron en las oficinas de Dewey movidos por el prestigio que suponía trabajar con el fiscal especial. Tras duras entrevistas y un análisis con lupa de los candidatos, fueron escogidas veinte personas. Así surgieron los "Twenty against the underworld":De ellos, 19 eran varones blancos, el último era una mujer de raza negra, Eunice Hunton Carter. Según se cree, una de las principales razones de su contratación fue por su gran trabajo en la comisión que estudió los disturbios de Harlem años atrás.
El equipo se instaló en el piso catorce del edificio Woolworth, en el 233 de Broadway, sí, el mismo edificio donde Eunice había asistido a la facultad de derecho, una docena de pisos más arriba. Dewey, preocupado por la seguridad, reformó la planta entera, convirtiéndola en palabras de la prensa en “un laberinto de puertas sólidas y vidrios opacos”. El edificio estaba vigilado día y noche. Detectives familiarizados con el mundo del hampa fueron situados en el vestíbulo en caso de que algún mafioso intentase colarse. Los asistentes estaban separados por paneles, cada uno con su sala de espera privada, evitando así que los posibles testigos se vieran entre sí. Dewey y su ayudante principal estaban en una suite privada al final. El resto estaban ubicados a lo largo de un pasillo que se cruzaba. El cubículo de Eunice estaba al final del pasillo, al lado de la habitación donde pasaban el rato los policías.
Dewey hizo un llamado especial a la ciudadanía y a todo miembro del sindicato que hubiera visto sus secciones locales tomadas por la Mafia:
"Si vienen a mis oficinas en el edificio Woolworth, serán atendidos por un miembro responsable de mi personal. Él agradecerá su ayuda. Él los protegerá. No leerán su testimonio en los periódicos, ni sus jefes ni nadie sabrán que han estado en la oficina".
Y allá que fueron. Los neoyorquinos aceptaron en masa la invitación de Dewey. Se presentaron en el edificio Woolworth, docenas y docenas de ciudadanos enfadados. De vez en cuando, alguno de estos ciudadanos podía incluso poseer una pequeña pista sobre drogas, números o redes de protección. Pero pronto fue evidente que la mayor parte de los que se presentaban sin previo aviso querían que el fiscal hiciera algo con respecto a los burdeles y las prostitutas callejeras. Dewey no quería tocar la prostitución, primero porque no consideraba que tuviera relación directa con la mafia. Y segundo porque abrigaba aspiraciones políticas y no quería aparecer como un moralista, un guardian anti vicio. Pero las oficinas estaban inundadas y alguien tenía que atenderles… ¿Adivináis sobre quién recayó esta tarea?
La pobre Eunice veía como sobre la mesa de su despacho se acumulaban los expedientes mientras otros miembros del equipo iban a investigar aspectos más lustrosos, como la corrupción de autoridades o el juego. Y no es que Eunice no hiciera ningún otro trabajo, se la podía pedir que ayudara en otros aspectos de la investigación cuando fuera necesario. Pero en general su trabajo consistía en sentarse en su oficina, hacer gestos de comprensión para los indignados ciudadanos y fingir que Dewey planeaba hacer algo con los burdeles.
La Combinación
Apesadumbrada por la pila de expedientes y quejas de ciudadanos, Eunice, que poseía una capacidad increible para el detalle, empezó a notar que había ciertos paralelismos, ciertas historias que se repetían. Como un patrón. Madams que operaban sus casas con impunidad, policías que hacían la vista gorda, competidores que se alejaban ¿Cómo se las arreglaban para proteger todos los burdeles de la ciudad? Entonces empezó a recordar algo de sus tiempos de asistente voluntaria en los Tribunales de Mujeres. Había un abogado, un tal Abe Karp, que a menudo se presentaba en nombre de "las chicas" que habían sido arrestadas por prostitución. Cada vez que aparecía, la acusada quedaba libre. A veces, el oficial que la arrestaba sufría una "repentina" pérdida de memoria y era incapaz de recordar hechos importantes. Otras veces, el juez simplemente anunciaba que creía la historia de la chica (a menudo, que todo era una confusión y que ella solo había estado en la casa de la madama para asistir a una fiesta, otro patrón). Todos los casos de Karp terminaban igual: los cargos desestimados o la sentencia suspendida. De pronto Eunice tuvo una sospecha y revisó una y otra vez los registros. Una y otra vez aparecía el nombre de Karp; Los clientes de Karp siempre salían libres. Casos arreglados. Policías olvidadizos. Jueces sobornados. Abogados corruptos. Madams intocables. Burdeles invulnerables. Esto no era corrupción de poca monta, no con los policías antivicio y los magistrados ambos en el ajo. Esto era algo grande, organizado y bien financiado. Esto era un sindicato. Lo que significaba la Mafia.
La evidencia confirmaría lo que Eunice sospechaba: las chicas pagaban un porcentaje de sus ganancias a cambio de la "protección" de la mafia, y de que si eran detenidas no irían a prisión.
Eunice sabía que tenía los ingredientes para un caso. Ahora había que convencer al jefe.
Como hemos dicho, Dewey era muy renuente. No creía que la mafia estuviera detrás de la prostitución. No deseaba para nada pringarse con un tema como este. Para vencer sus reparos, Eunice le asegura que su teoría no exige perseguir a las madams, las chicas o los bookers (encargados de reservar los servicios, las voces que les dicen a las chicas cada día dónde deben ir); sino que deben perseguir al sindicato, a la "combinación".
Eunice tuvo que emplearse a fondo para conseguir las pruebas necesarias. Trabajaba tan duro que el día de Año Nuevo la encontraría trabajando en su cubículo de la planta 14 del edificio Woolworth.
Como resultado de las escuchas telefónicas autorizadas por el juez, la gente de Dewey llegó a comprender que los agentes de contratación constituían una gran operación por sí mismos. Se conocían entre sí. Coordinaban sus esfuerzos. Se pasaban chicas de un lado a otro. Y no cabía duda que compartían un único jefe: la Combinación
Gracias a Eunice, el equipo pudo establecer que la Combinación dirigía la prostitución en la ciudad. Ahora el desafío era relacionar ésta con Lucky Luciano. Tendrían que quitar las capas que protegían a Luciano una por una. Las chicas podrían darles las madams. Las madams podrían darles los bookers. Los bookers podrían darles el círculo íntimo de Luciano. Y el círculo íntimo les daría al jefe en persona. O al menos, esa era la teoría.
A Eunice y el asistente que le ayudaba, Murray Gurfein, se les ocurrió la idea de hacer una redada simultánea en todos los burdeles de su lista. Así, nadie podría avisar a nadie. Arrastrarían a todas las madams y a todas las chicas y verían quién podría estar dispuesta a volverse contra el sindicato.
El Juicio
Al principio no parecía que hubiera razones para que Lucky Luciano se preocupara. Aunque la Combinación no podía haber operado sin su permiso, estaba suficientemente alejado del dia a dia de la prostitución como para verse implicado. Esto hubiera sido cierto de no ser porque cometió una serie de pequeños errores, el principal de ellos: hablar de negocios con alguno de sus socios en presencia de sus novias, alguna de las cuales resulta que ahora estaban detenidas.
Al principio, las mujeres se aferraron a sus historias. Habían sido entrenadas para ello. Eran turistas. Eran modelos. Eran amas de casa, artistas y telefonistas. Éstas eran las tácticas que les habían funcionado antes: repetir una y otra vez la cantinela hasta que aparecieran los fiadores y los intermediarios. Poco a poco las chicas se dieron cuenta de que esta vez no vendrían. Eunice tomó varias entrevistas ella misma. Me gusta pensar, como afirma Matthew Syed en el podcast dedicado a Carter, que fue su empatía, el hecho de ser ella misma una “outsider” en un mundo de hombres lo que le hizo ganarse la confianza de aquellas mujeres. Se sabe que las trató con muchísimo respeto, sin juzgarlas en ningún momento.
Cuando las chicas que habían oído a Luciano hablar de negocios empezaron a hablar, Dewey supo que tenía suficiente para acudir al gran jurado especial que se había formado para escuchar las pruebas contra el jefe del crimen organizado.
En realidad, ninguno de los hombres más cercanos a Luciano lo traicionó, pero su silencio no haría ninguna diferencia mientras Dewey pudiera contar con las chicas.
Los testigos clave que implicaron al propio Luciano fueron un trio de prostitutas: Mildred Harris, Nancy Presser y Florence Brown. Las tres afirmaron haber estado presentes durante reuniones en las que Luciano y sus socios discutieron los asuntos comerciales de la combinación. Este testimonio, si el jurado le daba crédito, era suficiente para crear el vínculo necesario entre el jefe y las actividades del sindicato de prostitución.
A medida que se amontonaban las pruebas contra Luciano, éste se escabulló de la ciudad. Apareció en Hot Springs, Arkansas, famosa en aquel momento tanto por ser un lugar de juego como por ser un lugar de escondite para fugitivos. Las autoridades locales inventaron todo tipo de razones para retenerlo allí en lugar de permitir que fuera extraditado. Finalmente intervino el fiscal general del estado. El mafioso le ofreció un soborno de 50.000 dólares. No funcionó. El juez dijo a los abogados de Luciano que no tenía otra opción que enviarlo a Nueva York. Tres detectives de la ciudad lo acompañaron en el viaje en tren rumbo al norte.
El juicio de Luciano por prostitución no se celebró en el tribunal penal de Nueva York, sino en el tribunal civil de Foley Square, debido a que era más fácil fortificarse contra un posible asalto de la mafia. Había guardias por todas partes. Los periódicos clamaban que en Nueva York no se había visto tanto arsenal desde la Guerra Civil. Periodistas y fotógrafos abarrotaban los pasillos.
En junio el jurado condenó a Luciano por compulsory prostitution (un término jurídico que significaba ganar dinero prostituyendo a otra persona). En aquel momento era la figura más importante del crimen organizado jamás condenada en un tribunal estadounidense.
Eunice, que escuchaba el veredicto en la sala del tribunal, entre los espectadores, probablemente mantendría su habitual cara de póquer. Era negra, mujer y abogada, licenciada en Smith, una combinación absolutamente impensable en el Nueva York en los años treinta, y sin su trabajo el jefe de la mafia jamás habría sido condenado. Estaba a punto de cumplir treinta y siete años y había recorrido un largo camino hasta llegar allí.
Once días después, todavía protestando por su inocencia, Luciano fue sentenciado a entre treinta y cincuenta años de prisión.
QUÉ FUE DE...
THOMAS DEWEY
Entre 1935 y 1937, Dewey obtuvo 72 condenas de 73 procesos. Su éxito contra los mayores mafiosos de Nueva York le proporcionó una enorme plataforma política. Fue elegido fiscal de distrito de Nueva York en 1937; inmediatamente lanzó una campaña para ganar el escaño de gobernador de Nueva York en 1938, pero perdió. Tuvo éxito en su segundo intento, ganando la gobernación en 1942 y dos mandatos más, hasta 1955. Dewey fue el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos en 1944 y 1948, perdiendo en ambas ocasiones contra Franklin D. Roosevelt primero y Harry S, Truman después, lo que fue una sorpresa mayúscula. De hecho un titular del Chicago Tribune se adelantó y proclamó erróneamente: "Dewey vence a Truman".
CHARLIE "LUCKY" LUCIANO
El 6 de junio de 1936, Luciano fue declarado culpable de 62 cargos de prostitución obligatoria y condenado a entre 30 y 50 años de prisión estatal. Pero ese no fue el final de la historia de Luciano. Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno necesitaba la ayuda de la mafia para mantener los muelles de Nueva York libres de huelgas, sabotajes y otros problemas. Luciano aceptó ayudar, con la suposición de que conseguiría un alivio en su sentencia. Dewey era entonces gobernador de Nueva York y después de que terminara la guerra, conmutó a regañadientes la sentencia de Luciano con la condición de que el líder de la mafia abandonaría los Estados Unidos, lo que hizo, regresando a Italia como deportado. Luciano todavía mantendría sus vínculos con la mafia estadounidense como una especie de estadista veterano.EUNICE HUNTON CARTER
La condena de Luciano, basada en el descubrimiento de Carter, fue considerada la acción judicial más exitosa contra el crimen organizado en la historia de los Estados Unidos. Hizo mella en las actividades ilícitas y la corrupción política del sindicato Luciano. En 1937, Dewey, entonces fiscal de distrito de la ciudad de Nueva York, asignó a Carter la dirección de su Oficina de Sesiones Especiales para los casos presentados en el tribunal municipal, puesto en el que permaneció hasta 1945. Permaneció fiel siempre a Dewey, apoyándole en sus campañas políticas primero al puesto de gobernador y más tarde a la presidencia de EEUU. Después de 1945, Carter trabajó como abogada privada, asesoró a las Naciones Unidas sobre cuestiones de derechos de la mujer, trabajó para el Consejo Nacional de Mujeres Negras y fue miembro de la junta nacional de la YMCA durante muchos años. Murió en 1970.BIBLIOGRAFÍA
Hay muy poca información en español sobre Eunice Carter. La principal fuente de este post ha sido el libro escrito por su nieto, el profesor de Derecho en Yale Stephen L. Carter: Invisible: The Forgotten Story of the Black Woman Lawyer Who Took Down America's Most Powerful Mobster, que recomiendo. Otro libro sobre la vida de Carter es Eunice Hunton Carter: A Lifelong Fight for Social Justice, de las periodistas Marilyn S. Greenwald y Yun Li. Mi primera toma de contacto con el personaje, que me fascinó, fue gracias al podcast Sideways de Matthew Syed en la BBC World Service, episodio 21 "The Woman who Brought Down the Mob" podéis escucharlo aquí.También he descubierto dos páginas muy interesantes para investigar el periodo con perfiles de estos personajes y otros muchos: Gangsters Inc y The Mob Museum.
Epílogo
Ha dado la ¿casualidad? de que la publicación de este post ha coincidido con la lucha de otra fiscal negra por derribar las importantes barreras de género y color de piel en Estados Unidos y conseguir ser elegida como la primera presidenta de Estados Unidos. La alternativa, en el mejor de los casos, supone derribar puentes en un momento en el que más falta hace tenderlos. Creo que Eunice, que siempre fue republicana, votaría sin dudar por Kamala. Y no por ser mujer, ni por ser negra como ella, sino porque siempre supo en que lado de la lucha debía situarse para hacer el mundo un lugar un poco más justo.