Raúl de Sagastizabal, Politica Press
La prensa del mundo publica que el rendimiento de los bonos italianos a 10 años supera el 6,6%, con un diferencial respecto del bono alemán de referencia de 400 puntos básicos, porcentaje demasiado cercano al 7% que activó el rescate de deudas en Grecia, Portugal e Irlanda.
El rendimiento de los bonos españoles ronda por su parte el 5,64% con un diferencial de 390 puntos básicos y se supone que el Banco Central Europeo intervino en los mercados de bonos soberanos para frenar el alza de los bonos de ambos países.
Sin embargo, la noticia no es el alza de los rendimientos o los diferenciales, la noticia es que Italia, al igual que España, y otros asociados de la zona del euro, siguen pagando deudas con más deudas.
¿Qué significa que aumenten esos rendimientos y esos diferenciales? Dos cosas: o bien que el país coloca nuevos bonos soberanos a tasas cada vez más altas, es decir que paga más para que tomen sus bonos, o bien que refinancia a esas tasas deudas que se van haciendo exigibles.
En cualquiera de los dos casos, el país se está financiando con más deuda, y haciendo que la carga del servicio de esas deudas, a esas tasas, sea insostenible, lo que hace imposible enfrentar el próximo pago, y vuelve a refinanciarse, en un círculo vicioso que termina en burbuja: una enorme burbuja de deudas soberanas, que tarde o temprano, explota, como cualquier burbuja.
Se evalúa que la deuda italiana, de alrededor de 2.000 billones de euros, es sostenible con rendimientos de hasta el 4%, pero a las tasas actuales que rondan el 7%, Italia está literalmente al borde de la quiebra, porque para esas sumas no hay plan de rescate viable; ni el Fondo de Estabilidad Europeo ni el FMI cuentan con fondos para hacer frente a un rescate de esa magnitud.
Si Italia no cayera en lo inmediato, en virtud de algún cambio o iniciativa de emergencia de último minuto, de todos modos Europa está llegando al fin del camino: casi todas los países de la zona del euro apelan al mismo mecanismo de financiamiento mediante deuda, y el sobreendeudamiento y una mayor carga del servicio de la deuda hacen inviable cualquier posibilidad de recuperación.
Y sin recuperación a la vista el futuro europeo es sombrío y penoso.
Con dos años de planes fallidos, pseudoplanes y anuncios de planes, con todos los condimentos y enfrentamientos políticos conocidos, Europa se compró una enorme pila de deudas y una década de agonía.
Aun si la burbuja resiste, el viejo continente tiene por delante una larga década de agobio de la deuda, con todas las penurias que ello implica.