Que en el fútbol sólo uno puede ganar lo sabemos todos. Por eso, a pesar de lo que nos indique el corazón e incluso de ser conscientes de que tienes un gran equipo, asumes que para ser un vencedor final, tienes que ser un equipo no imbatible, pero sí que roce la perfección en los aspectos, tanto del juego como psicológicos, que pueden decidir un partido sin margen de error.
En unas horas, Alemania se medirá a Italia por una plaza en la final de la Eurocopa, pero antes de que se dispute ese partido, muchos aficionados aún viéndose superiores a los italianos, ven a 'La Mannschaft' como un equipo que ha cumplido con lo mínimo exigible, con ese puesto mínimo para no volver a casa con vergüenza.
Porque la selección alemana, en los últimos diez años, ha copado el cuadro de honor de todos los torneos que ha disputado, a excepción de la Eurocopa de 2004 donde cayó en la primera fase.
Una regularidad que es la que crea respeto entre los rivales y la que permite que, incluso con combinados que no han tenido a una estrella en su mejor momento, hayan estado peleando por ser la mejor.
Todo empezó en 2002, cuando la base de la selección alemana era aquel Bayer Leverkusen que subcampeonó todo y que 'trasladó ese mal fario' al equipo nacional sumando una cuarta final sin título.
Decían los entendidos que aquella Alemania no era un equipo como para llegar a la final, pero que había sentado las bases del que debía ir a por todas en el siguiente Mundial, donde actuaba como sede.
Tras el bajón de la pronta eliminación en 2004, el equipo se transforma con la llegada de Klinsmann y Löw quienes arman un equipo joven y ambicioso que cae en semifinales del Mundial de 2006 ante Italia (con el inolvidable gol de Grosso) que a la postre acabaría siendo la campeona de aquel torneo. Dos años más tarde comienza a un altísimo nivel la Eurocopa de Austria y Suiza donde llega a la recordada final ante España donde pierde por 1-0, pero mostrándose inferior a un equipo español que comenzaba a forjar su leyenda.
En Sudáfrica 2010 el guión se repite, avanza con solvencia a lo largo del torneo hasta que en semifinales se cruza de nuevo con España, donde el resultado se repite, pero las diferencias entre la que también sería futura campeona y los germanos se ven recortadas.
Así llegamos a 2012, una Eurocopa donde Alemania, junto a España y Holanda, llegaba como clara candidata al título y, de momento, ya ha cumplido con el 'mínimo exigible' de llegar a semifinales. De eliminar hoy a Italia, se encontraría de nuevo con España, el equipo que ha dibujado esa realidad paralela para ellos, la que le ha apartado de ser ese equipo que entonaría en alemán eso de 'no hay dos sin tres'. Una vez cumplida la regularidad que busca todo equipo, ¿dará el próximo paso clasificándose para una final que le permita invertir la tendencia de los dos actuales gigantes del fútbol europeo?
Pero el auténtico valor de este equipo es la capacidad de mantener ese nivel con muchos cambios en las convocatorias, en el equipo que es el que defiende esa regularidad. Klose, delantero presente en todos los equipos de esta década prodigiosa, junto a Lahm, Ballack o Lehman, el primero incorporándose en 2004 y los dos últimos abandonando el barco en 2008 han servido como conexión entre distintas generaciones: de Schneider, Ramelow y Jeremies a Özil, Schweinsteiger y Hummels.
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