En estas fechas, había que hablar de fútbol. Y había que hacerlo porque estamos en plena Eurocopa, el único lugar en el que España puede soñar con vengarse del dominio alemán, impuesto por impuestos. Grecia también querría revancha, pero a los helenos, salvo milagro, no hay jugada que los rescate dentro o fuera de los terrenos de juego. También debíamos hablar del deporte rey para entender, como bien explican en este blog, que una hectárea no equivale a un campo de fútbol. Así, cuando los pobres becarios empiecen a teclear, y escuchéis que se queman 600 hectáreas, pensad que son 1.200 campos de fútbol, el doble de las cifras oficiosas, los que se van al infierno de los bosques. Frankly, my dear, somos un país “de letras”…
Era necesario tocar el asunto del balompié, aunque hay personas a las que veintidos talluditos hombres persiguiendo un balón les parece ridículo. Hay gustos para todo. A otros nos parece tronchante que unos cientos de sobrealimentados europarlamentarios decidan sobre la vida y no-vida de 700 millones de almas e, indirectamente, de muchas más. Felizmente la camiseta del futbolista no la suda y patrocina un agricultor, ni nos meten gol a la sostenibilidad en tiempo de descuento. Después de ver las tortas entre polacos y rusos, vemos que, al menos, la Eurocopa es un estúpido, pero divertido, ocio politizado; mejor que una estúpida, pero triste, política ociosa.
Este año os podríamos explicar el asunto de las camisetas recicladas “ecológicas” del evento, de la energía que se derrocha –o no- en los campos de fútbol, de cuanto cuesta mantener un césped verde en medio de una urbe, o de cómo contribuye el exceso de laca de Cristiano al agujero de la capa de ozono pero, no sé vosotros, lo que realmente me preocupa es levantarme una mañana y ver un bosque quemado sin apenas repercusión; lo difícil de digerir es que, entre brindis por Iniesta, permitamos otra costa cubierta de ladrillo.
Para los que se pierden en regates dialécticos, regurgitamos la moraleja de este texto dando la vuelta al original de Tagore: “Si se te caen las lágrimas viendo las estrellas, llorarás cuando puedas ver el sol”. En esencia, disfruta de un tonto y divertido juego, pero espabila, que entre sesiones apocalípticas y plenos ordinarios (muy ordinarios), te pueden pillar en fuera de juego y colocarte otro gol por la escuadra.