Cristian Carrillo, Página 12
Europa elevó esta semana su tasa de interés de referencia al 1,25 por ciento anual. Es la primera vez desde que se desató la crisis financiera internacional que el Banco Central Europeo endurece su política monetaria. La Reserva Federal está estudiando la posibilidad de tomar una decisión similar. La medida pretende ser un ancla a la suba de precios pero se encuentra lejos de colaborar en el actual contexto recesivo que se vive en varios países de la Eurozona. Desde el BCE insisten en que mantendrán los estímulos fiscales. Sin embargo, los efectos sobre el euro, a partir del ingreso de capitales que provocaría la suba de tasas, complicará la situación de los países más frágiles.
Los mercados reflejaron el entusiasmo de los inversores por esa decisión con alzas generalizadas en sus principales indicadores. Para algunos analistas, la región se encuentra los suficientemente sólida como para iniciar una política contractiva. Unos pocos advierten el riesgo que implica para los países de la periferia de la zona, donde se requiere de medidas anticíclicas. La preocupación de la ortodoxia por controlar la inflación vía ajuste en las tasas de interés conllevará a una pérdida de la ya golpeada competitividad europea. Esta realidad es todavía más dura si se toma en cuenta la rigidez cambiaria y monetaria que rige para los países que adoptaron al euro como moneda. Existen pocos mecanismos que disponen de transferencias fiscales para compensar la pérdida de producción asociada con la menor competitividad en los países con costos más altos.
Los desequilibrios regionales en la Unión Europea son muy claros. Con la excepción de Italia y Portugal –que detentaba previamente un déficit en cuenta corriente de más de 6 por ciento–, todos los demás países vieron deteriorarse significativamente su situación externa con el estallido de la crisis. En cambio, la posición externa de Alemania salió fortalecida, según el propio Bundesbank (banca central alemán). La mejora alemana se sustentó en un fuerte incremento de las exportaciones y del consumo interno. “Parece bastante razonable creer que los costos laborales impactaron en el desempeño exterior de las economías europeas, y que la moneda común fue fundamental para ese resultado”, explica Matías Vernengo, profesor de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Entre los posibles candidatos a profundizar la crisis por la suba de tasas se encuentra la economía española. “Es demasiado grande para caer, y también lo es para ser rescatada”, publicó el economista Nouriel Roubini en su página web. Los rescates para evitar el contagio hacia esos países van acompañados de recetas de ajuste. Las cartas de intención de Irlanda y Grecia que negociaron con autoridades de la Unión Europea y el Fondo Monetario adoptan la idea de que el recorte fiscal es esencial, incluso para enfrentar la actual recesión.
Esas instituciones pretenden avanzar aún más y centralizar los controles supranacionales de las cuentas públicas como un paso necesario para imponer la disciplina fiscal. “Esta alternativa no es útil para reducir los problemas relacionados con la moneda común, como la promoción de las transferencias fiscales a las economías en dificultades”, asegura Vernengo. La alternativa que plantea este economista heterodoxo es una reforma de las instituciones europeas que permitan cierta flexibilización de sus políticas económicas para adaptarlas a sus necesidades de crecimiento. El anuncio de Trichet parece ir en esa dirección apostando a que la deflación pueda hacer el trabajo de aumentar la competitividad externa.Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización