La "Europa de los pueblos" y la "Europa de los ciudadanos" no existen porque han sido suplantadas por la "Europa de los políticos", que es la que nos ha conducido al declive y a la decadencia del impulso que hizo nacer la Unión. Hoy existe la oportunidad de correguir el rumbo, de reintegrar al ciudadano en el proyecto y de rescatar la utopía.
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Los ciudadanos europeos, conscientes del deterioro de Europa y de su veloz declive económico, quieren cambiar la sociedad y resurgir, pero no tienen poder suficiente para hacerlo. Se sienten impotentes, secuestrados por los partidos políticos y por sus gobiernos, que son los dueños de una Europa que ha marginado al ciudadano, que ha sustituido la democracia por una oligocacracia de partidos y de políticos profesionales y que ha olvidado el espíritu integrador de los fundadores de la Unión, reduciendo el sueño europeo a un simple mercado común.
Se sienten importentes para acabar con la corrupción, con la injusticia y con la mediocridad de la casta política. Quieren resurgir y evitar para siempre las enormes carencias de Europa. esa que han hecho posible que dirigentes sin escrúpulos como el español Zapatero y los gobernantes de Grecia no sólo hayan arruinado a sus respectivos paises, despulfarrando dinero, endeudándose sin límites y engañando a los ciudadanos, sino que también han puesto en peligro la prosperidad común, colocando al euro de rodillas y convirtiendo a Europa en la región próspera más débil y enferma del planeta.
Los pensadores y analistas políticos saben que el ciudadano tiene razón y que es cierto que la Unión Europea padece un profundo deterioro, tras haber abandonado sus sueños mas ambiciosos y quedarse reducida a un gran bazar de consumidores. Saben que la democracia ha retrocedido, que los valores y principios se han debilitado y que los grandes principios de igualdad, libertad y fraternidad están en profundo declive. Pero también creen que ahora, ciando los gobiernos están asustados ante el inmenso tamaño de la crisis y vuelven sus ojos a Bruselas en busca de soluciones, existe la oportunidad de enderezar el rumbo, de recuperar la democracia, de restabloecer los controles a los gobiernos, de limitar la osadía de los políticos profesionales, de restaurar los valores cívicos y de converttir al ciudadano en lo que debe ser en democracia: el soberano.
Todos somos ahora conscientes de que aquella "Europa de los pueblos" y aquella otra "Europa de los ciudadanos" no fueron más que falsos slóganes de marketing político, que ocultaban la verdadera Europa en construcción, dominada por dos columnas únicas: los gobiernos y los partidos políticos, ambas comandadas por una descontrolada y decepcionante "casta" de políticos profesionales que es la principal responsable del actual declive europeo, marcado por la caida del euro, la pérdida de peso e influencia internacional y el retroceso de la competitividad y de la fuerza frente a Asia, América y los países emergentes.
Zapatero gritaba ayer en Madrid, en la cumbre Europa-América Latina, "hay que fortalecer los vínculos de Europa", ignorando que el verdadero déficit europeo no es de vínculos sino de ética y democracia. La resurrección de Europa no pasa por la fortaleza, sino por la decencia y por devolver el protagonismo a los ciudadanos y a la democracia, lo que traería consigo menos gobiernos arrogantes, menos políticos ineptos y sin control y más valores en liza.
El declive de Europa empezó hace mucho tiempo porque el sueño de los fundadores, que idearon un proceso de integración tanto político como económico, fue olvidado pronto, quedandose reducido a un simple gran bazar de compras y de ventas al que llamaron "Mercado Común". Pero existe un momento crucial en su decadencia, que fue la crisis económica que se vivió entre los años 2002 y 2004, cuando Francia y Alemania dejaron de crecer, incrementaron el desempleo de sus ciudadanos y sus finanzas públicas se deterioraron tanto que empezaron a incumplir las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, el reglamento fiscal de la Unión. París y Berlín decidieron entonces cambiar las reglas del juego y relajar los criterios de equilibrio presupuestario, lo que equivalía a una perdida de rigor en la Unión y a una victoria de los gobiernos sobre las reglas comunes, a la instauración de un proyecto común subordinado a los Estados.
Todo lo que vino después fue consecuencia de aquel paso erróneo y del profundo y creciente olvido de las utopías y ambiciones fundacionales. Los políticos y sus partidos se impusieron a las grandes ideas y acabaron con la gran ilusión de una Europa de ciudadanos, justa y ejemplarmente democrática. Los políticos se encargaron de sustituir la democracia por una oligocracia de partidos y de expulsar al ciudadano del protagonismo, de los procesos de toma de deciones, para apropiarse ellos del Estado, después de hacer saltar por los aires buena parte de los controles democráticos y cautelas establecidos por el sistema para limitar el poder de las "castas" y de los administradores públicos.
Después llegaron las evidencias de que los ciudadanos y sus instituciones estaban separándose. Mientras que los parlamentos ratificaban el proyecto de Constitución Europea, los pueblos votaban en contra cuando eran consultados en referendum. Otros proyectos de integración basados en los gobiernos y en las castas políticas, como el Tratado de Lisboa, también sufrió reveses cuando fue sometido al criterio popular. Resultaba evidente que Europa estaba secuestrada por los políticos y que el pueblo se había quedado al margen.
Sin embargo, muchos pensamos que Europa tiene ahora la oportunidad de cambiar de rumbo y emprender la regeneración. Las crisis son también oportunidades y Europa puede ahora imponer desde Bruselas una nueva moral y un comportamiento más decente y democrático a sus dirigentes, debilitados por el colapso de la economía y necesitados del socorro común. Éste es el momento de someter a los dirigentes políticos a los controles necesarios para evitar que ineptos enloquecidos, capaces de gastar sin medida y de mentir, vuelvan a ocupar la presidencisa de un gobierno. Si los aspirantes a directivos de empresas son sometidos a tests psicotécnicos y a altas exigencias profesionales y éticas, ¿por qué no hacer lo mismo con los políticos? Si se hacen controles antidopaje a los ciclistas y deportistas, ¿por qué no hacerlos también a los políticos? ¿Acaso no es más peligroso un político inepto e inmoral que un dirigente de empresa torpe y sin ética? Ha llegado la hora de impedir que los políticos se enriquezcan con los fondos públicos y que puedan conducir a sus pueblos hasta el desastre de manera impune. Quizas haya llegado el momento de establecer los controles que siempre debieron existir en democracia, destinados que que nunca mas, en el futuro de la Europa común, otro Zapatero pueda llegar al poder. Los pueblos, impotentes, agradecerían a Europa que les liberará en el futuro de predadores sin control.
Ahora, cuando Europa empieza a saborear el amargo sabor del retroceso y vislumbra ya el fantasma de la pobreza, ha llegado el momento de recuperar el viejo impulso de los fundadores, de apostar por la democracia y por los ciudadanos en lugar de hacerlo por los políticos, los partidos y los gobiernos. HEuropa debe prestar a sus ciudadanos y al mundo entero el gran servicio de acabar con las mafias corruptas y sin altura que se han afincado en el poder, desalojando a los ciudadanos del rango de "soberanos" que les corresponde en democracia.
Es el momento de sustituir la Europa de los Zapateros por la de los hombres y mujeres libres.
Revista Opinión
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