Hoy se ha celebrado, como cada año, el ínclito festival de Eurovisión y he de reconocer que soy un auténtico fan de este espectáculo. Soy fan a pesar de que para muchos sea un auténtico peñazo porque España no gana ni que se retiren el resto de los países participantes. A mí, qué quieren que les diga, me gusta. Sin embargo, esta vez he podido ver las dos semifinales y la final -no siempre lo he podido ver- y se ha de reconocer también que en muy pocas veces se ha podido ver en Eurovisión, tal cantidad de canciones y de una calidad tan alta. Incluso España, a pesar de que, en su línea, ha quedado el 23 de 25 participantes ha hecho una buena actuación, y eso ya es digno de encomio, por no decir, directamente un milagro.
Esta edición, perfectamente organizada por los alemanes en Dusseldorf, ha sido atípica en tanto que es rarísimo encontrar que, al contrario de otras veces, de 25 canciones que han llegado a la final, no hubiera ninguna escandalosamente mala, ni ningún cantante que cantase peor que Arrancapinos. No. Justamente, Azerbaijan, que era la más floja, con una agradable, pero melosa canción romanticona, que no ponía en aprietos las justitas voces de sus cantantes, resulta que se ha llevado el concurso.
Canciones y estilos de todos los gustos, pero de calidades muy altas, ha hecho que la votación haya sido totalmente caótica y ha echado al traste todas las previsiones de los expertos. Los de siempre se han votado entre ellos para no perder la costumbre, pero hasta mediadas las votaciones no se han decantado las balanzas entre los 10 primeros, demostrando la gran igualdad que había entre los concursantes.
Para mi gusto -más amigo de los ritmos tecno-pop que las melódicas-, Irlanda (un par de cabras locas de rojo y tupé vertical) y Suecia (un Justin Bieber con aires "maikeljacksonienses") tendrían que haber estado entre primeros y segundos, pero al final Suecia ha quedado tercera e Irlanda octava. Para gustos, colores, y está visto que las melódicas, en Eurovisión, gustan.
Georgia, con un rock-rap gótico muy interesante, ha quedado noveno y los de Moldavia, con un rock muy loco con ritmos a lo Custurica y con gorros estilo David el gnomo, han quedado el 12 aunque creo que ambos merecían estar más arriba. Pero claro... si estos merecían estar en la cabeza... ¿donde metemos las voces tremebundas de Francia, Austria, Hungría, Ucrania y Eslovenia? ¿y a los guaperas de los rusos (en una canción tipo "new tovarich on the block"), griegos e ingleses? ¿y a las originales y "poppies" Serbia y Estonia? ¿o los virtuosos del piano de Rumanía e Italia?. Imposible. Ante tal espectáculo, la posición ha sido realmente lo de menos.
España, con su " Que me quiten lo bailao", no ha desentonado lo más mínimo, pero está visto que lo que enviamos sólo gusta aquí, y Eurovisión se queda como un mero aparador nacional, sin más valor internacional. Cuando de 25, tan solo 3 o 4 hayamos participado con canciones diferentes del inglés, algo quiere decir y tal vez fuera tiempo de no ir tan de quijotes por Europa y concienciarnos de que si todos vienen de frente posiblemente sea porque los kamikazes seamos nosotros. De esta forma, mientras que no encontremos nuestro estilo como europeos y nos obcequemos en llevar nuestro estilo más cañí, nos vamos a comer siempre los puestos del 20 al 25. Al menos, a Estonia y a la potente voz de Suiza les ha tocado quedar por debajo nuestro y han hecho de cojín, pero no siempre vamos a tener la suerte.
Total, que este año los países se han puesto las pilas y han utilizado Eurovisión como una plataforma donde las industrias discográficas presentan sus productos más potentes a más de 300 millones de potenciales usuarios. Está visto que la crisis ha hecho que las discográficas hayan visto en este concurso un filón para salir del profundo bache en que están sumidas, y donde no vale enviar cualquier cosa. No en vano Italia, después de 14 años, ha vuelto al escenario y ha quedado segunda.
A ver si nos aplicamos el cuento.