Con un poco de retraso, por fin he podido subir al blog mi diario de viaje de esta última Semana Santa. A cuenta gotas he tenido que repasar el texto y elegir las fotos… Hay épocas que el día debería tener 36 horas para tener tiempo de hacer todo lo que queremos, hay que ir pellizcando minutos de aquí y de allí para dedicarlos al blog.
Aquí os lo dejo:
Esta Semana Santa será algo diferente a las demás. Los cuatro primeros días rondaremos por Vizcaya los tres solos con nuestra T@b, tal y como estamos acostumbrados, pero los últimos nos encontraremos en San Sebastián con toda mi familia, mis padres, mi hermano, mi cuñada y mis sobrinos, para conocer la provincia de Guipúzcoa. Seis adultos, tres niños, un perro y dos caravanas.
Sábado 19 de marzo
Tras 640 kilómetros y siete horas de viaje con algunas paradas para descansar, llegamos a Mundaka. Aquí instalaremos nuestro campo base para recorrer la región. Los campings no abundan en el País Vasco y, teniendo en cuenta, que los dos que hay más cercanos a Bilbao no reciben muy buenas críticas en Tripadvisor, optamos por alejarnos un poco. La decisión ha resultado ser muy acertada, el camping Portuondo está ubicado en un paraje espectacular además de tener unas instalaciones recientemente reformadas y escrupulosamente cuidadas. Unos modernos bungalows ocupan gran parte del camping, por ello las parcelas destinadas a acampar no son muy numerosas, así que si se pretende visitar la zona en temporada alta, quizás sea mejor reservar.
El mal tiempo nos ha acompañado durante todo el viaje desde que salimos de Barcelona y aquí sigue cayendo una fina pero incesante lluvia que parece no molestar pero va empapando poco a poco. Todo el invierno sin ver la lluvia y llegan las vacaciones y se digna a aparecer… Podía haber esperado unos días, ya no nos vendrá de eso…
La lluvia no puede impedirnos que visitemos la zona, pero quizás la visita a la ermita de San Juan de Gastelugatxe no ha sido la más adecuada para un día como este. El lugar, uno de los más pintorescos y emblemáticos de Vizcaya, se halla en lo alto de un promontorio sobre el mar unido a tierra firme por un puente. Para llegar a él hay una camita, no demasiado larga, por un camino con fuertes pendientes y no fácilmente transitable acabado en 241 escalones que ascienden hasta la cima. Si a esto añadimos el fuerte viento y la lluvia, podemos decir que la excursión ha sido toda una aventura que ha acabado con nuestra ropa chorreando y unos paraguas con alguna varilla rota que poco honor han hecho a su nombre.
Domingo 20 de marzo
Mundaka es una pequeña y agradable localidad marinera ubicada a las puertas de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, paraje que comprende desde el Cabo de Matxitxako hasta Punta Atbolitz y se adentra al interior a través de cuatro valles y otras tantas montañas, siendo el estuario que forman las desembocaduras de los ríos y la subida de la marea del Atlántico una zona de gran riqueza biológica y paisajística y el corazón de la reserva.
Desde el mirador de Portuondo, en Mundaka, justo en la entrada del camping donde hemos dejado nuestra caravana, se divisa el estuario en todo su esplendor, especialmente bonito cuando la baja marea deja ver el curso del río hasta su desembocadura. Otro punto desde donde obtener unas vistas maravillosas de la ría es en el Paseo de la Atalaya donde se encuentra la iglesia de Santa María.
Siguiendo la carretera que discurre paralela a la ría, varias playas de fina arena permiten adentrarse en el estuario cuando la marea está en su nivel más bajo.
La playa de Laga, a los pies del macizo de Ogoño, con sus dunas y aguas cristalinas, está considerada una de las mejores playas de toda la costa cantábrica.
Y situado en el margen oriental de la reserva, el pueblo de Elantxobe parece colgado de un acantilado con estrechas y empinadas callejuelas que llegan hasta el pequeño puerto pesquero donde se concentran algunos bares y un local social donde probar típicos pinchos vascos acompañados de un txacolí.
Fuera ya de los límites de Urdaibai, la pequeña población de Ea sorprende con sus casas alineadas sobre una ría que muere en una pequeña cala vigilada por la Atalaya desde donde disfrutar de unas estupendas vistas sobre el mar.
De momento el tiempo nos ha respetado y, aunque el sol ha lucido poco, la lluvia ha comenzado a caer justo después de llegar al camping.
Lunes 21 de marzo
Encajonada entre montes y a orillas de una ría, Bilbao vive desde hace tan solo un par de décadas una gran renovación urbanística y arquitectónica que le ha dado fama mundial. Y es el Guggenheim, sin duda, el principal propulsor de este cambio desde que se inauguró en 1997. El edificio se ha convertido en el nuevo símbolo de la ciudad dándole un rumbo cultural nuevo alejado de la imagen gris e industrial que hasta entonces había tenido Bilbao.
Largos paseos peatonales salpicados de zonas verde y lugares de recreo han sustituido a enormes ruinas industriales y portuarias de lo que fue un importante centro ferroviario para el trasporte de mercancías en contenedores. Poco queda de todo aquello. Un museo marítimo recuerda lo que antaño fueron unos astilleros y un enorme puerto donde atracaban desde pequeños barcos pesqueros hasta enormes petroleros.
Pero aún quedan lugares donde las tradiciones y la historia se han conservado a lo largo de los años. El Casco Viejo, conocido también como las Siete Calles, tiene un destacable patrimonio arquitectónico, aunque es el ambiente que se respira en sus calles lo que le da a este lugar un encanto especial. Bares y restaurantes llenan este barrio donde es fácil encontrar un buen lugar para tomar unos pinchos o un buen menú casero y de comida tradicional.
Bacalao al pil-pil, pisto a la bilbaína y calamares en su tinta son algunas de las especialidades que se pueden degustar en el restaurante Urbieta en la calle del Perro, 4. Un pequeño local familiar decorado con fotos y pósters del equipo de fútbol de la ciudad que le da al restaurante un toque kisch y que su pone hasta los topes en la hora punta del mediodía.
El crecimiento de la población en el siglo XIX obligó a los bilbaínos a expandirse al otro lado de la ría, en lo que hoy se conoce como Ensanche. Es la zona comercial y administrativa de la ciudad, con edificios nobles que sirven de sede a bancos e instituciones.
Para acabar el día y alejándonos de Bilbao, justo en la desembocadura del Nervión, se encuentra el Puente de Bizkaia conocido popularmente como el Puente Colgante. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, este puente centenario une Portugalete y Getxo, en lo que fue una solución ingeniosa ante el problema de construir un puente en un lugar donde el tráfico marítimo de barcos altos era elevadísimo.
Martes 22 de marzo
Hoy el día no pinta muy bien. Algún que otro claro en el cielo, pero el color gris predomina y no parece que vaya a desaparecer.
La ruta de hoy nos lleva por toda la costa desde Bermeo hasta Getxo. Nuestra primera parada es el Cabo Matxitxako desde donde se obtienen unas maravillosas vistas de la costa y de la ermita de San Juan de Gaztelugatxe y en cuyo extremo está el viejo faro construido en 1852. A unos metros está el faro que funciona actualmente.
Bakio, Armintzia, Gorliz y Pletzia son algunos de los principales pueblos que atraviesa esta ruta. Playas y puertos pesqueros son algunos de sus principales reclamos turísticos.
A medio camino entre Bakio y Armintzia un paisaje apocalíptico que parece salido de una película de Hollywood, surge entre dos montañas y a orillas de una cala. Es la central nuclear de Lemóniz que nunca llegó a ponerse en funcionamiento debido a la moratoria nuclear aprobada en 1984 por el gobierno socialista. Hoy solo quedan edificios vacíos, ruinas y mudos recuerdos de atentados de la banda terrorista ETA.
Llegamos a Getxo “casualmente” a la hora de comer. Este municipio, muy cercano a Bilbao, aglutina varios barrios importantes. Entre ellos Neguri, barrio señorial donde la burguesía bilbaína edificó sus mansiones a principios del siglo XX contrastando con la otra orilla industrializada del Nervión, y el barrio de Algorta donde se encuentra el pintoresco puerto Viejo, colgado del acantilado, de pequeñas casas de pescadores, calles empedradas y buenas tabernas donde degustar unos excelentes pinchos acompañados de un txacolí, como manda la tradición. En el Itxas Bide sirven unos fabulosos crujientes de queso idiazabal, ¡deliciosos!
Desde aquí se puede ir al mirador de Usategi y, si el tiempo lo permite, observar la bahía de Bilbao. El paseo por el acantilado puede alargarse hasta el de faro de Galea.
Tal y como predije, el día ha sido totalmente gris pero la lluvia no ha hecho acto de presencia.
Miércoles 23 de marzo
Nos despedimos de Vizcaya visitando la pintoresca localidad de Lekeitio. Con una mezcla de pueblo marinero y de veraneantes, el puerto se enmarca en un entorno de una belleza inigualable, especialmente cuando la marea baja permite el acceso a pie hasta la isla de San Nicolás por el malecón que une la isla con tierra firme. Las playas de arena fina y aguas cristalinas que allí se pueden disfrutar son de postal.
El camino hasta el camping Igara de San Sebastián, donde nos instalaremos para conocer Guipúzcoa, ha sido toda una aventura. El gps no reconocía la dirección y nos ha mandado por unos caminos bastante inaccesibles para los que viajamos con caravana, pero por lo visto, esto le sucede a todo el que confía en este aparato para llegar hasta aquí. Realmente el camping está situado en una zona muy tranquila a pocos kilómetros del centro de la ciudad, por lo que es perfecto en cuanto a ubicación se refiere. En cuanto a servicios es más que correcto.
San Sebastián es el punto de reunión donde nos espera mi familia. Después de conseguir llegar e instalar a mis padres en el bungalow reservado, hemos hecho comida familiar y descanso general para que pudiesen reponerse después del viaje.
Al atardecer que mejor plan que ir a Donostia a dar un primer vistazo de la playa de la Concha y adentrarnos en su casco viejo para cenar de pinchos y txacolís. Pronto se aprende que los mejores bares no son los que ofrecen mayor surtido, sino aquellos que se especializan en algo y en los que no hay lugar para sentarse, ¡esos son los auténticos! De los tres a los que hemos ido nosotros, Portaletas, Txalupa y Tximista, sin dudarlo me quedo con el último por sus gambas a la gabardina, por ser tan pintoresco y por su atención.
Jueves 24 de marzo
Empieza la verdadera Semana Santa y se nota en el ambiente que se respira en las calles, en los paseos marítimos y en las tabernas. Aire festivo y relajado.
Nuestra ruta de hoy transcurre por la costa occidental de Guipúzcoa, empezando por Zarautz. Con su enorme playa, la más extensa de todo Euskadi, es uno de los centros de veraneo más importantes de la costa vasca y un paraíso para surfistas. Con la marea baja, los niños disfrutan sorteando las olas y corriendo por la kilométrica extensión de fina arena.
Segunda parada Zumaia, a las puertas del Geoparque de la Costa Vasca con un paisaje de acantilados de espectaculares formaciones rocosas llamadas Flysch que nos cuentan la historia desde hace 60 millones de años. Desde la ermita de San Telmo, escenario de la película Ocho Apellidos Vascos, se obtienen unas vistas inmejorables de la playa de Itzurun y de Algorri, por el vértice desde el cual un camino lleva hasta la punta para disfrutar del paisaje en todo su esplendor, especialmente cuando la marea está baja y se aprecian mejor las capas de la formación.
El casco histórico de Zumaia rebosa vida, con decenas de bares y tabernas llenos de gente en sus puertas con copas y pinchos en la mano. Nosotros elegimos el Gure Txocoa en la Upela Plaza y creo que, por sus pinchos, raciones y el ambiente, no fue una mala decisión.
Lo ideal para conocer la zona del Geoparque es hacer el sendero que va para paralelo a la costa; en nuestro caso esto no ha sido posible, mi madre tiene una movilidad reducida y nos hemos tenido que amoldar a las circunstancias y conformarnos con seguir la carretera que se adentra al interior hasta Deba, desde donde hay algunos miradores. No nos ha importado demasiado, las vistas también merecen la pena.
La última población del parque geológico es Mutriku, un pequeño pueblo pesquero con pequeñas calles adoquinadas y uno de los cascos históricos mejor conservados de Guipúzcoa. Desde la carretera que viene de Deba hay una buena panorámica de la villa y su puerto.
Volviendo al camping hicimos una parada en Getaria, de sabor muy marinero y de calles adoquinadas, también sirvió de localización para la película de Dani Rovira y Clara Lago.
Viernes 25 de marzo
Volvemos a tener un día gris donde el sol brilla por su ausencia.
Hondarribia es nuestro destino para hoy. Localizado en la desembocadura del Bidasoa y a pocos kilómetros de la frontera con Francia, esta población con mezcla de ciudad medieval (casco antiguo) y pueblo de pescadores (La Marina), guarda preciosos y fotogénicos rincones.
El casco antiguo, situado en la zona alta del pueblo, es una antigua ciudad fortificada que aún conserva edificios y casas solariegas.
La Marina, con preciosas casas de pescadores pintadas de blanco con puertas y ventanas azules, verdes o rojas, en su mayoría, es donde se concentra la vida del pueblo, con numerosos bares, tabernas y restaurantes donde degustar los tradicionales pinchos.
Esta vez la elección del restaurante no fue la acertada. El Goxodenda, pese a ser un menú normal, sin muchas florituras, la experiencia resulto desastrosa por culpa del camarero que nos atendió, lento y no demasiado profesional. El problema principal fue que los buenos restaurantes ya estaban llenos cuando decidimos reservar. Hondarribia tiene mucha fama gastronómica y quien no corre, vuela…
Saliendo del casco urbano y cogiendo la carretera GI-3440, se llega hasta la cumbre Jaizkibel desde donde se puede observar posiblemente la mejor panorámica de Guipúzcoa con vistas sobre los Pirineos, la bahía de Txingudi, la desembocadura del Bidasoa y algún que otro pueblo francés. La carretera discurre por verdes montes que contrastan con el azul del mar hasta llegar a la vecina Pasaia.
Esta localidad está formada por tres núcleos urbanos, los dos más antiguos y separados entre sí por unos metros de agua de un pequeño fiordo, se comunican por un servicio de barcas. Pasai San Pedro, a los pies del monte Ulía conserva su origen marinero, mientras que Pasai Donibane guarda una imagen de lo más evocadora recordando su pasado comercial y portuario. Desde el primero se obtiene una preciosa vista de Pasai Donibane.
Pese a ser un día gris, la lluvia a vuelto a respetarnos. No podemos quejarnos de nuestra suerte.
Sábado 26 de marzo
El día amanece soleado y, pese a ser aún temprano, el termómetro parece haber subido unos grados.
Nada mejor que visitar San Sebastián con un día así, cuando el blanco de la barandilla del paseo de La Concha destaca con el azul intenso del mar y del cielo.
Empezamos por el Ayuntamiento que fue el antiguo Gran Casino y que aún conserva un cierto aire Belle Époque. Desde el puerto, una empinada cuesta sube el monte Urgull, con diferentes miradores desde donde se divisa la ciudad y la bahía.
Bajamos y bordeamos el Paseo Nuevo hasta llegar, de nuevo, al puerto para volver a salir a La Concha.
La ciudad está saturada de visitantes con motivo de las vacaciones de Semana Santa y si añadimos que hace un sol radiante y una temperatura primaveral (más tarde sabremos que ha sido la más alta de toda España), las calles se han convertido en un hervidero de bullicio y jaleo.
Después de visitar la Catedral del Buen Pastor en pleno Ensanche donostiarra, mis padres se llevan a comer a los tres nietos al camping y descansar un poco de tanto trajín. ¡La tarde es nuestra! ¡Temblad tabernas! Excelentes pinchos de chatka en el Tximista en plena Plaza de la Constitución, deliciosa crema de txangurro y croquetas de jamón en el Etxaniz y otros tantos pinchos siempre acompañados de vasos de txacolí. Multitudes en las calles y en los bares de la parte vieja de Donostia, dando vida a esta ciudad con esta fantástica tradición.
Domingo 27 de marzo
Aunque nosotros días antes ya visitamos Lekeitio, decidimos volver a esta preciosa población vizcaína para que mi familia pueda disfrutar de ella y despedirnos de Euskadi con una de las villas más bonitas de la costa vasca. El sol y una agradable temperatura propicia que el ambiente en sus calles, plazas y puerto esté lleno de vida, especialmente a medida que se acerca la hora de los pinchos. Hora en que las puertas de los bares y tascas rebosan de gente con una copa en una mano, un pincho en la otra y animadas conversaciones con amigos y conocidos.
Se acerca la hora de comer y no queremos equivocarnos en la elección del restaurante. Lo mejor es preguntar a los locales y evitar las zonas más céntricas y turísticas. Y preguntado, preguntando llegamos al Gastrobar Lumentza, frecuentado especialmente por lugareños. No reservan, así que lo mejor es ir a una hora prudente para poder comer sentados. Degustamos buenos platos de alcachofas con jamón, kokotxas de bacalao al pil-pil y algún que otro pincho para compartir.
Una de las imágenes con las que me quedo del viaje se produce al salir de la taberna: las calles han sido tomadas por la gente, niños, adultos de todas la edades, de pie o sentados en cualquier lugar. En las puertas de los bares, hablando, riendo, comiendo y bebiendo. No importa que los locales esten llenos, la calle es un buen lugar para acoger a todo el mundo, además hace sol y la temperatura acompaña. Buena instantánea para acabar las vacaciones.
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