Tuve un jefe, de cuyo nombre no quiero acordarme, que me decía que sabía si el tema sobre el que escribía me afectaba personalmente cuando leía mis notas de prensa. Y, aunque me joda reconocerlo, es probable que tuviera razón. Supongo por otra parte que es normal que uno se involucre más cuando habla de problemas que le afectan que del sexo de los ángeles, por ejemplo.
"Yo siempre estaré a favor de la vida, sin complejos", afirmaba el precandidato a la presidencia del Partido Popular Pablo Casado hace unos días, amén de otra sarta de frases que entran en el terreno de la lucha política y que poco me importan, la verdad. La sentencia se refiere a la propuesta del PSOE para tramitar una ley que permita la eutanasia y que se debatió el pasado martes con el voto contrario del PP y de UPN en el Congreso de los Diputados.
Y aquí es donde me toca el tema, señores del PP. Aquí es donde me planto. En un ejercicio extremo de ponerme en el lugar del otro puedo 'entender', que no compartir, que estén en contra del aborto o del matrimonio homosexual. Vale, bien, respiro hondo y respeto que piensen distinto, por mucho que me remueva por dentro. Pero lo que no puedo aceptar, bajo ningún concepto, es que traten de coartar mi libertad en pro de sus rancias ideologías (que digo yo que podré opinar libremente sobre lo que me parecen sus ideologías) y que pretendan obligarme a no abortar, a no casarme con alguien de mi mismo sexo o a no decidir sobre si quiero acabar con mi vida.
Que alguien como Pablo Casado, representante de un partido que ha recortado sistemáticamente las partidas para gasto sanitario y, por tanto, el básico derecho que tenemos a una sanidad digna, se permita dar lecciones de moral desde su castillo a personas que sufren atadas a una cama o a una silla o que están encerradas entre cuatro paredes sin solución médica posible ni esperanza de futuro, me parece repugnante. Que se permita utilizar el sufrimiento ajeno para su beneficio político me parece asqueroso. Que desde su poltrona acomodada pretenda decidir lo que otros tienen que hacer con su ¿vida? de dolor constante me parece una nauseabunda falta de respeto, cuanto menos.
Lamentablemente no hablo como observadora ajena. Hablo como testigo del sufrimiento de un ser querido que, en un momento extremo de dolor y desesperación, te pide que le ayudes a morir si no hay posibilidades de mejoría. Porque, y supongo que usted es lo suficiemente listo como para saberlo, o al menos para haberse asesorado al respecto señor Casado, hay casos en los que no hay cuidados paliativos que sirvan o soluciones médicas posibles. Hay casos en los que el dolor es inevitable hasta la muerte. Y llamar a eso "vida, sin complejos", y tratar de evitar que esas personas puedan elegir no seguir sufriendo, utilizando ese dolor para obtener votos es de una bajeza tal que los adjetivos que se me ocurren no lo definen.