A juzgar por la foto, está claro que no quiero contar nada sobre Adán y su chica -tan poco vestidos, en ese lugar invernal no habrían aguantado ni lo que se tarda en darle un mordisco a una manzana-. Es sólo que estoy encantado de haber visto una película de la que ya tenía buenas referencias pero que, como otras, dejé pasar hace meses.
Llegará un día en que los robots nos sorprenderán por su humanidad. Parece que dentro del terreno de la inteligencia artificial aún hay mucho camino por recorrer. En EVA se aborda este asunto y se esboza alguno de los derroteros por los que podría marchar. Situada en un hipotético 2041, enmarcada en un lugar de fríos y nevados inviernos, y con estética retro, la película relaciona tecnología y emociones en una atmósfera rica y muy marcada.
A pesar de cierta previsibilidad en algunos acontecimientos -no sé si muy buscada-, me gusta que la ciencia ficción esté tan ligada a los sentimientos y que la historia ahonde en ellos, humanos y robóticos. La dirección del novel Kike Maíllo me ha sorprendido por su elegancia y precisión. Disfruto del guión por su tremenda calidad, y de los actores, incluida la niña protagonista, que sobresalen entre los innumerables efectos especiales, realmente logrados. Admirable la posproducción digital, tal vez la mejor que se haya visto en el cine español hasta hoy.
Quizás esta no sea la clase de producción grandilocuente comparable a A.I. de Spielberg, pero sí es una película arriesgada e imaginativa. Animo a quienes no la han visto aún a que no se la pierdan.