Los reyes de España desmantelaron el 23 de febrero de 1981 un golpe militar y relegitimaron así a la Monarquía; ahora, veinte años y unos meses después, el 14 de diciembre de 2001, el príncipe de Asturias ha superado otro golpe de estado (civil), al anunciar su ruptura con la que muchos llamaban ya infanta Eva Sannum.
El conde de Ronda-Gandacha, monárquico que iba para republicano de seguir la relación, afirma que la decisión fue tan importante para don Felipe como para su padre la orden de rendición a los golpistas.
Razona que ambos Borbones tenían que cumplir un deber: en un caso, mantener la democracia, en otro, la monarquía constitucional.
Afirma que él y muchos españoles son monárquicos empíricos, esto es, defensores de esta institución porque es utilitaria, y que la boda del futuro rey con una modelo de ropa interior provocaría un cambio del sistema constitucional.
“La señorita Sannum traería la República. Los españoles piensan que cualquiera sin mucho cerebro puede exhibirse en una pasarela, y aunque Eva Sannum sea intelígentísima, su profesión no inspira respeto. La monarquía se mantiene si don Felipe se casa con alguien, aristócrata o plebeya, que sí inspire respeto. Lo único que pedimos es una futura reina de la que no avergonzarnos”, añade.
“Estos últimos años don Felipe y su entorno nos tenían desconcertados. Esperemos que no siga interesado en el mundo de las modelos y las exhibicionistas mediáticas, como la futura reina de Noruega, de dudoso orígen y finalidad”, dice rotundo.
El conde de Ronda-Gandacha es pobre y vive de su sueldo como perito industrial en una pequeña empresa.
Pero conserva un raro privilegio que le permite inclinarse ante un obrero, maestro en su función, y despreciar a un directivo incompetente.