No tengo ni puta
Gracia, oiga
Tiene la misma gracia que un camión lleno de niños muertos vestidos de payaso.
Trabajó en el Mercadona, pero lo dejó cuando pilló la gripe española en la primera o segunda guerra mundial.
Llegó a Madrid en 2014 para estudiar arte dramático. Los profesores al oir eso les dio un ataque de risa. Ella pensó que era porque resultaba graciosa y se apuntó a clases de monólogos.
Se apuntó a un concurso de monólogos y pasó a la final. El nivel de dicho concurso seguramente dejaba mucho que desear.
En 2018 por moda y presión social en vez de hacerlo voluntariamente y por talento la contratan en Late Motiv y permanece unos dos meses con una sección soporífera en el programa. Todo un récord teniendo en cuenta que nunca hizo reir a nadie y aburrió a las ovejas. Hubiese sido más productiva si al final del programa hubiese fregado los suelos y apagado las luces.
Pero le sirvió para que la contrataran como monologuista en bares, discotecas y otros sitios inhóspitos.
Fue copresentadora de Ese programa del que usted me habla que tuvo unas audiencias terribles que rara vez pasaban del 1%.
En La Resistencia se hizo famosa por un monólogo sobre comer coños sin mencionar que llegó ahí comiendo pollas. Pero no por lo que contaba si no por lo que supuestamente era transgresor. En realidad es el enésimo monólogo triste, soez y sin gracia sobre coños y reglas que han hecho ese mismo monólogo antes que ella.
Tras eso fue colaboradora en el programa feminazi Las que faltaban y un paso testimonial en Zapeando.
Desde entonces ha ido desapareciendo justo cuando está pasando la moda de meter con calzador a tias de buen ver a cómicas. Bueno, tampoco es para tanto.