Revista Poesía

Eva vaz

Por Acalvogalan
EVA VAZ


Mencionada por:
Enrique Cabezón
Sonia San Román
Carmen Beltrán
José Luis Piquero
Sofía F. Castañón
Vicente Muñoz Álvarez
Belén Reyes
Sibisse Rodríguez
Anabel Caride
Yolanda Saez de Tejada
Trinidad Gan
Josefa Parra
David Refoyo
Joan Gonper
Julián Sánchez
María Ángeles Maeso
Jezabel 6
José Manuel Vara
Uberto Stabile
Menciona a:
Velvet Underground (John Cale y Lou Reed)
The Clash
Patti Smith
David Bowie
Johnny Cash
The Smiths
The Pixies
The Breeders
Mazzy Star
Nick Cave and the Bad Seeds
Come – Thalia Zedek
Elvis Costelo
Leonard Cohen
Bob Dylan
Mark Lannegan
Greg Dully
Michael Nymann
Wim Mertens
Placebo
Tindersticks
Bio-bibliografía

Eva Vaz (Huelva, 1972) se dedicó durante varios años a la gimnasia rítmica, antes de licenciarse en Filosofía por la Universidad de Sevilla. Ha trabajado en el campo de la escena, el periodismo y las artes plásticas, realizando la exposición Hembras, en colaboración con Ángeles Santotomás. Actualmente dirige la empresa de gestión cultural Ex-Libris.
Ha publicado, entre otros títulos, Ahora que los monos se comen a las palomas (2001), La otra mujer (2003), Leña (2004) y Metástasis (2006). Su obra aparece en diversas antologías, como Carne picada, Poetas del extremo, La verdadera historia de los hombres, 21 de últimas y, más recientemente, Tripulantes, La venganza del Inca, Femigrama, Hankover y 23 Pandoras. Tiene en prensa una antología de su obra poética que aparecerá en la editorial Baile del Sol con el título de Frágil.
Poética
Mi poesía es una confesión estética, una confesión impúdica y sincera que invita al lector a compartir mis obsesiones y convertirlas en emociones colectivas. En ese viaje, regreso a mí misma aliviada y limpia. Esa dialéctica emocional cicatriza el esternón de esta loba tierna. Dicho lo anterior, he de reconocer que la poesía es pura psicoterapia (con música y piedras: el nudo en las venas cada vez que “acometo un poema”). Un acto de honesto exhibicionismo. Mis letras son mi particular tratamiento en este sanatorio de quemados que es el mundo, este caldo indigesto. En fin, un psicoanálisis de andar por casa.
Poemas
PARA GRITAR
Mi madre siempre deseó
una parcela en el campo:
"Descansar
es invertir en calidad de
vida".
Para su último hogar
improvisó un alquiler
de cinco años y flores de
plástico.
La muerte también tiene
fecha de caducidad.
Ha vencido el alquiler
y mi padre le ha comprado
su propia parcela en el campo,
en el pueblo.
La muerte también entiende
de clases.
Vuelven a encontrarse,
por arte del negocio inmobiliario.
Su última cita,
en el paraíso del cementerio municipal:
mi padre asiste al siniestro desnudo
de huesos desordenados.
Y el anillo de matrimonio.
Su esposa, mi madre,
en una paz brutal como nunca tuvo.
Todo en una bolsa de plástico.
Sin más mística:
el espanto en una bolsa de basura.
Mi padre volvió a sentar
a su amante
en el asiento del copiloto.
Con cariño. Con la tragedia
instalada en el volante.
Con arcadas. Con amor.
Depositó la bolsa,
como el que regresa del supermercado,
en la propiedad, orgullo familiar,
en una bolsa de basura
de plástico
de marca.
Tantas bocas viven
de la muerte.
Hasta mi poema vive de la muerte.
Mi ego liba de tu muerte.
Perdóname,
mamá,
has tenido una nieta.
EL CORAZÓN DE LÁZARO
Firme es esta voz que aúlla
con la ternura de los lobos.
Esto soy. Esto ofrezco.
No es poca cosa haber llegado a este poema.
Soy la que se levanta temprano
con el corazón de Lázaro entre las manos.
Yo soy la última canción.
Yo soy el acople.
Soy el tercer cigarro encendido con la misma cerilla.
La música sin el bar.
Soy el final.
Soy el diagnóstico.
Soy la que se levanta temprano
con el corazón de Lázaro entre las manos.
Firme es esta mirada de ojos enfangados
que sin querer tocar el cielo
llegaron a lo más alto:
llorarse con luto estético
la tragedia propia y la ajena.
Arrastrar todos los escombros.
Soy la siesta infinita de la suerte.
Soy la que se levanta temprano
con el corazón de Lázaro entre las manos.
Yo soy el libro empezado.
El último poema.
El primer verso.
La H muda.
El estertor.
Soy la que se levanta temprano
con el corazón de Lázaro entre las manos.
Soy el vértigo.
El ruido de los venenos, soy.
Soy un mapa sin leyenda.
La vértebra de menos.
La hoja roja.
Soy Eva Vaz, la pirueta de un nombre.
Soy la que se morirá aprendiendo
como se muere una.
Soy la que se levanta temprano
con el corazón de Lázaro entre las manos
y lo alimenta,
y lo envenena,
y lo consume.
Y lo ama.
EL HOMBRE DEL BRAZO DE ORO
Voy asistiendo a tu entierro
lento y cotidiano.
Observando la evidencia
de que la ironía
es la única respuesta
que te permites
cuando te miras por dentro.
El exceso,
cuando te miras por fuera.
La benevolencia,
cuando lloras tu caricatura.
Cuando das manotazos torpes al aire
como un espantapájaros desmesurado
y absurdo.
Y es que asisto a la certeza siniestra
de que por fin encontraste dentro de ti
el único calmante
para la fatiga de ti mismo
y tu dolor de mundo.
Para rendirte a un determinismo
estético y sedante.
En este mundo estás muy huérfano.
Y es que prefiero obviar
tu suicidio lujoso y sórdido;
tu suicidio doméstico,
hortera y elegante.
Quiero obviar el exceso
de tu propia exhibición.
Y el perdón que te concedes.
Y me pregunto quién quieres ser
probada la droga de la autocomplacencia.
Comprobada la amabilidad de tu gesto
cuando te llenas las venas de paz
y la camisa de sangre.
Si te convertiste en un hombre de corcho
o de hojalata.
Nunca supiste cuánto te amé
sin amarte.
Nunca.
Y ahora, ahora,
ponle música a estas letras.
Y canta, canta…
yo bailaré, bailaré
bailaré…
hasta el día en que
te mueras.

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