¿Porqué los eventos sienten la vocación de ser rentables?
Puede ser porque los eventos quieren ser de utilidad y no sólo piedras preciosas que guardas en joyeros de uso individual y alejados del radio de acción del que los crea intentando sacarles un valor real común. Porque los eventos se crean usando ideas y emociones y estas tienen siempre el vago sueño de crear un juego de ida y vuelta que beneficie a todos. Porque este tipo de eventos ya tienen fundadas sospechas de que en el punto de encuentro con nuestro cliente parecer un animal hambriento, disfrazado de máquina que funciona igual que su jefe, no es satisfactoria y que esta imagen, reflejada, hablará de una empresa que se va a comportar exactamente igual que esos empleados.
Porque los empleados realmente quieren estar en un ámbito laboral que les de esperanza, les permita implicarse de lleno, ser empáticos con propuestas, personas y proyectos. Sentirse creativos, luchar en pos de superar retos, lograr objetivos, ser enteros, apostando y dando esfuerzos a diestro y siniestro ¿alguien pensó que es más placentero ir a trabajar a un espacio que sientas tuyo, que no a uno donde te sientas muerto? Y si nuestro empleado está vivo, desde luego, podrá establecer relaciones más óptimas con el cliente.
Puede ser estos eventos con vocación de convertirse en rentables, sepan ya que al cliente le exasperan los grandes monólogos que no tienen en cuenta sus necesidades. Porque los eventos sienten que cansa comer siempre la misma comida, aunque parezcan exquisiteces. Porque saben que marcar la diferencia no es hacer lo mismo que hizo la competencia. Porque los eventos sienten el resoplar hastiado de los clientes cuando se habla con grandes palabras y escuchan atentos los susurros que aprueban las cabriolas de los bufones alegres que les cuentan historias. Porque son eventos viejos que conocen los trasiegos de desechos que ocurren en las mentes cansadas de escuchar ahora a mi y luego a mi competencia, más de lo mismo. Copiadas palabras, copiados espectáculos, copiados mensajes, copiados manteles, copiados colores, copiados sabores.
Puede ser que estos eventos ya conozcan, la poca gracia, que hace a empleados y clientes las grandes frases llenas de intencionalidad que emite una empresa que andan vacías, huecas y quedaron antiguas ayer o mañana, cuando las copio la competencia y hallan decidido usar el espacio de relación más neutro, que ya utilizan, para empezar a generar relaciones con contenidos más potentes y de mayor calado emocional.
Estos eventos con gran vocación de ser rentables terminan negando el poder de logo y del regalo elegido por imagen de empresa porque saben que, a la vuelta de la esquina, quedan bolígrafos en manos de hijos y sobrinos que van a la guardería donde no encontrarán clientes potenciales nuevos. Paraguas olvidados que se llevará la vecina, el día en que despistada le tome la tormenta y que guardará en cualquier armario donde tampoco habrá clientes potenciales. Estos eventos terminan riéndose de las carencias de mensajes no construidos más allá del hacer sentir "especial" al público asistente. Especial dices, oyen entre risas estos eventos, pero si ni sabes que es lo que me interesa.
Este tipo de eventos de tanto ver y no recibir nada a cambio piensan solo en dejar huecos para escuchar y han descubierto que a los clientes y a los empleados, lo que les gusta, es tener relaciones completas. Estos eventos de tanta sabiduría acumulada, fracaso tras fracaso, que han terminado pensado que si lo que en realidad atrapa son las historias quizá sea mejor crear historias, pero grandes que den peso a todo el contexto, en vez de pequeñas y dispersas para, así, sentarse a dialogar hasta decidir que lo mejor de todo será que compartamos experiencias para poder llamarte amigo en vez de proveedor o empleado.
Si alguien pensó que no es el momento de tener amigos está en otro error que le llevará a repetir eventos, tras eventos fracasos de ayer, fracasos de hoy trasladándolos al futuro hasta que quede claro que no se está rentabilizando nada en dinero, ni en esfuerzos.