Revista Política

Everest

Publicado el 05 julio 2016 por Alejandropumarino

Everest

George Mallory desapareció, junto a su compañero de cordada, a más de ocho mil metros sobre el nivel del mar, en la cara noreste el Everest; se ignora si llegó a hacer cumbre, en cuyo caso se habría adelantado en unos 27 años al Sr. Hillary, que ostenta el record. Su cadáver, descubierto 75 años tras su desaparición, es uno de los que guían esta suerte de turismo tan peligroso como macabro.

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David Sharp llegó cansado y se detuvo, se detuvo para siempre quiero decir, porque quienes pasaron delante suyo fueron incapaces de socorrerle, allá por el año 2.005, ejemplo de la caridad cristiana -mayoría entre los montañeros occidentales que frecuentan tales pagos- de quien se preocupa más de su propio ombligo o de alcanzar la cima, que de salvar la vida de un semejante que se congela a pocos metros de la cumbre. A día de hoy sigue pasando el personal por delante de este espectador eterno, que estaba un poc más cerca del cielo cuando se fue a conocer a Dios.

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Tsewang Pajlor es el nombre del alpinista que yace para siempre a la entrada de una cueva a la que dio nombre su apodo, Green Boots (botas verdes), en la que permanece sentado David Sharp, de quien comentábamos más arriba las circunstacnias de su muerte. La temperatura permite que ninguno de los dos cuerpos sufra la descomposición habitual en lugares de temperaturas más agradables.

En fin, la ruta hacia la cumbre más alta del mundo está sembrada de cadáveres, pero también de miseria humana, de egoísmo por el simple prurito de alcanzar la cima más alta del planeta. Hace bueno el dicho de que a las cumbres más altas solo llegan las águilas y las serpientes. Descansen en paz.


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