Genoshiano
Everest inauguró la última edición del festival de cine de Venecia. La acogida por parte de la crítica fue bastante tibia, siendo amables, aunque hubo algunas voces discordantes que defendieron el film argumentando que no era una película más de supervivencia.
Everest se podría catalogar como un cruce entre Viven(1993), de Frank Marshall, y el Límite vertical(2000), de Martín Campbell
El film de Baltasar Kormákur se basa en unos hechos acaecidos en 1996 en el monte Everest; un grupo de alpinistas que descendían tras haber coronado el pico se enfrentó a una repentina tormenta de nieve que acabó provocando una tragedia.
Everest tiene sus puntos fuertes en una magnífica recreación no solo de la montaña, sino también de sus alrededores: los campamentos base, los pequeños poblados nepalíes y las bulliciosas urbes. Kormákur hace una presentación ejemplar de todos esos lugares para ponernos en situación, y consigue adentrarnos en la aventura como si fuésemos uno más. Cuando la expedición comienza el ascenso el director Islandés nos lo hace pasar realmente mal; nos provoca vértigo y sentimos como se congelan nuestros huesos dentro de la sala oscura; todo lo que gira alrededor de las acciones de los personajes funciona a la perfección. Everest tiene un impecable acabado técnico, una buena fotografía y es una de esas películas que para disfrutarla al máximo es necesario verla en el cine.
Kormákur juega al reparto tipo Alien, esto es, nos presenta un reparto coral en el que da solo un poco más de protagonismo a Martín Henderson y Josh Brolin. De esta manera no sabemos quien vivirá y quien morirá, y esto te mantiene en la película durante el último tercio.
El problema de no tener un gran protagonista es que hay tantos personajes que puede que acabes por no identificarte con ninguno, y este es el mayor lastre con el que carga Everest. Además hay una desigualdad tremenda entre el reparto femenino y el masculino. Las relaciones entre los alpinistas Henderson y Brolin con sus esposas Wright y Knightley (las que esperan en casa a sus maridos) no funcionan en casi ningún momento, por tópicas, repetitivas y superficiales. Robin Wright es la peor parada, en un papel indigno de su caché. En la parte final hay una secuencia realmente bochornosa. Solo Emily Watson aguanta el tipo, mientras en el reparto masculino tenemos a unos efectivos Martín Henderson, Michael Kelly, Sam Whortington, John Hawkes o Jake Gyllenhaal.
De esta manera la película pierde fuerza cuando se aleja de la montaña, pero también cuando de intentar emocionar al espectador se refiere. Hemos seguido a tantos personajes, que cuando mueren te dan un poco igual, quizás porque Kormákur no parece interesado en dramatizar al respecto. En unos momentos quiere darle a su film un tono documental y en otros busca la empatía con el espectador con los primeros planos y las lagrimas. Esa indefinición hace que uno tenga la sensación de que la película no termina de funcionar en ninguna de las dos vertientes.
Eso sí, queda un espectáculo competente que entretiene, y que provocará mal de alturas a más de uno.
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