Conclusión: La realizacion de colonoscopia y sigmoidoscopia se asociaron con una menor incidencia de cáncer de colon y recto distal. La colonoscopia también se asoció con una modesta reducción en la incidencia de cáncer de colon proximal. La colonoscopía y la sigmoidoscopía se asocian con una menor mortalidad por cáncer colorrectal. Sólo la colonoscopia se asoció con una reducción de la mortalidad por cáncer de colon proximal.
Nishihara R, Wu K, Lochhead P, et al. Long-term colorectal-cancer incidence and mortality after lower endoscopy. N Engl J Med 2013; 369:1095.
¿Son útiles las técnicas de cromoendoscopia en el diagnóstico del esófago de Barrett?
El esófago de Barrett es un trastorno definido por la presencia de epitelio columnar metaplásico que sustituye al epitelio escamoso en el esófago. Dicho cambio histológico es fruto de la presencia mantenida en el tiempo de reflujo gastroesofágico. Una de las características del esófago de Barrett es el riesgo aumentado de desarrollar adenocarcinoma esofágico, una neoplasia con una incidencia creciente en el mundo occidental y asociada a un mal pronóstico en fases avanzadas. Se estima que la incidencia anual de adenocarcinoma entre población con esófago de Barrett es del 0,1 al 2%, 30 veces mayor que la población general.
La displasia en el esófago de Barrett es a menudo desigual en extensión y gravedad. Los endoscopistas tradicionalmente se han basado en técnicas de muestreo de biopsias al azar para identificar la displasia. En consecuencia, algunas zonas displásicas fácilmente se pueden escapar debido a un error de muestreo de las biopsias.
Clásicamente se ha empleado la esofagogastroscopia con cromoendoscopia, una técnica que utiliza la aplicación de tinciones para valorar los cambios epiteliales y las características del tejido, y mejorar el diagnóstico de lesiones esofágicas, y mas recientemente se han propuesto para mejorar la identificación de áreas displásicas la “cromoendoscopía virtual”, que permite obtener un efecto similar al de la cromoendoscopía de tinciones, simplemente apretando un botón del endoscopio, como por ejemplo la imagen de banda estrecha, narrow band imaging (NBI) y el FICE (Fuji Intelligent Chromo Endoscopy) .
Recientemente una meta -análisis de 14 estudios encontró que, las técnicas de imagen avanzadas aumentan el rendimiento diagnóstico de la displasia o el cáncer en un 34% en comparación con la toma de biopsias al azar. El aumento en el rendimiento fue similar para la cromoendoscopia y la cromoendoscopia virtual . Si este aumento de rendimiento diagnóstico conduce a mejores resultados en los pacientes no está claro.
Conclusión: El empleo en pacientes con sospecha de esófago de Barrett de esofagogastroscopia con cromoendoscopia, o la “cromoendoscopía virtual” aumentan el rendimiento diagnóstico de la displasia o el cáncer en un 34% en comparación con la toma de biopsias al azar. El aumento de la eficacia fue similar para la cromoendoscopia y la cromoendoscopia virtual. Se desconoce por el momento si este aumento en el rendimiento diagnóstico conduce a mejores resultados en términos de morbimortalidad en los pacientes.
Qumseya BJ, Wang H, Badie N, et al. Advanced imaging technologies increase detection of dysplasia and neoplasia in patients with Barrett's esophagus: a meta-analysis and systematic review. Clin Gastroenterol Hepatol 2013; 11:1562.
¿El tratamiento con inhibidores de la bomba de protones se asocia a un mayor riesgo de neumonía adquirida en la comunidad?
Algunos estudios observacionales previemente publicados habían encontrado una asociación entre el tratamiento con inhibidores de la bomba de protones (IBP) y neumonía adquirida en la comunidad (NAC).
Con objeto de aclarar esta duda se ha realizado un meta-análisis que incluyo ocho estudios de cohortes, con más de 4 millones de pacientes en tratamiento con antiinflamatorios no esteroideos (AINE), de los cuales casi 100.000 fueron tratados profilácticamente con un IBP, y unos 50.000 fueron tratados con antagonistas de los receptores de histamina 2 (ARH2 ) .
En el análisis ajustado, ni el uso de IBP ni el uso ARH2 se asoció con un mayor riesgo de hospitalización por neumonía durante los seis meses siguientes a la iniciación del tratamiento.
Conclusión: Aunque estudios observacionales previos habían encontrado una asociación entre el tratamiento con IBP y NAC un nuevo meta análisis sugiere que esta asociación podría haberse debido a un factor de confusión.
Filion KB, Chateau D, Targownik LE, et al. Proton pump inhibitors and the risk of hospitalisation for community-acquired pneumonia: replicated cohort studies with meta-analysis. Gut 2014; 63:552.
¿Es mas eficaz el tratamiento combinado metotrexato mas infliximab en la enfermedad de Crohn que el infliximab solo?
El metotrexato y el infliximab son eficaces en el tratamiento de la enfermedad de Crohn (EC). En un ensayo clínico recientemente publicado, realizado en 126 pacientes con EC, que habían iniciado tratamiento de inducción con prednisona (15-40 mg / día) en las 6 semanas anteriores, se ha evaluado si la terapia combinada de mantenimiento con metotrexato - infliximab era superior al tratamiento con infliximab solo.
Los pacientes en tratamiento con prednisona fueron asignados al azar a grupos que recibieron metotrexato o placebo y ambos grupos recibieron infliximab (5 mg/kg de peso corporal) en las semanas 1, 3, 7, y 14, y cada 8 semanas a partir de entonces. La prednisona se disminuyó gradualmente, comenzando en la semana 1, y suspendió a más tardar en la semana 14. El objetivo primario fue el tiempo trascurrido hasta el fracaso terapéutico, que se definió como la falta de remisión libre de prednisona libre (índice de actividad de CD <150) en la semana 14 o por no mantener remisión en la semana 50.
En la semana 50 la tasa de incidencia del fracaso del tratamiento fue de 30,6% en el grupo de tratamiento combinado en comparación con 29.8% en el grupo en tratamiento con monoterapia con infliximab (p = 0,63; RR 1,16; intervalo de confianza del 95%, 0,62-2,17). No se observaron diferencias clínicamente significativas en los resultados secundarios. La terapia combinada fue bien tolerada.
Conclusión: El tratamiento combinado con infliximab y metotrexato, aunque es seguro, no resulta más eficaz que infliximab solo en pacientes con EC en tratamiento con prednisona.
Feagan BG, McDonald JW, Panaccione R, et al. Methotrexate in combination with infliximab is no more effective than infliximab alone in patients with Crohn's disease. Gastroenterology 2014; 146:681.
¿Es eficaz la dieta baja en alimentos fermentables (FODMAP) en el síndrome del intestino irritable?
Desde hace años se vienen proponiendo una amplia gama de tratamientos para controlar los síntomas del Síndrome del Intestino Irritable (SII). Entre ellos suele figurar la dieta FODMAP, termino derivado del inglés (Fermentable Oligosaccharides, Disaccharides, Monosaccharides, and Polyols ). En esencia se trata de una dieta que elimina determinados alimentos con una elevada cantidad de elementos fermentables, como oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables, pero la evidencia para apoyar esta recomendación es escasa.
En un reciente ensayo clínico cruzado, simple ciego, aleatorizado, 30 pacientes con SII y 8 controles sanos fueron asignados a 21 días de una dieta baja en FODMAPs o dieta habitual, seguidos de 21 días de lavado antes de cruzar la dieta entre los grupos. Los síntomas diarios fueron valorados mediante una escala analógica visual 0 - a 100 mm.
Los sujetos con SII, pero no los controles, tuvieron puntuaciones más bajas en los síntomas gastrointestinales (22,8 mm; intervalo de confianza del 95%, 16,7-28,8 mm), con una dieta baja en FODMAPs en comparación con la dieta habitual (44,9 mm, intervalo de confianza del 95%, 36,6-53,1 mm, p < 0,001). Distensión abdominal, dolor, meteorismo también se redujeron y los pacientes de todos los subtipos de SII tuvieron mayor satisfacción con la consistencia de las heces.
De forma práctica se trataría de evitar:
- Alimentos con alto contenido en fructosa: A) frutas: la manzana, cereza, mango, pera, conservas de fruta en su jugo, sandía, grandes cantidades de zumo de frutas y los frutos secos. B) Hortalizas: espárrago, alcachofa, guisantes frescos. C) Azúcares y derivados : la miel y el jarabe de maíz alto en fructosa.
- Lactosa: la leche tanto entera como desnatada, los yogures, los helados, las natillas y los quesos especialmente cremosos.
- Fructo y oligo sacáridos: A) Cereales: los productos elaborados con centeno y trigo (por ejemplo, trigo pan, pasta, cuscús salvado de trigo). B) Frutas: melocotón, caqui, persimón y sandía. C) Verduras: alcachofa, legumbres, cebolla, ajo (incluida la denominada “sal de ajo”). D) Otros: la inulina (muchas veces empleado como suplemento en diversos alimentos funcionales; no confundir evidentemente con la insulina, con la que nada tiene que ver).
- Polioles presentes bien de forma natural en el alimento o bien añadidos como edulcorantes: A) Frutas: manzana, albaricoque, pera, moras, nectarina, ciruela, sandía, bebidas o zumos a base de manzana y pera. B) Verduras: coles en general, champiñones, bisaltos. C) Alimentos susceptibles de incluir polialcoholes: edulcorantes, chicles, caramelos y chocolates “sin azúcar” y que contengan sorbitol, manitol, xilitol, isomalt y maltitol.
Conclusión: Una dieta baja en FODMAPs redujo de forma eficaz los síntomas gastrointestinales funcionales de pacientes con SII. De este modo, para los autores, este hallazgo constituye una evidencia suficiente para recomendar la dieta baja en FODMAP como un tratamiento de primera línea en el SII.
ón, siguió el negocio de la reconstrucción. Y, aunque las bajas en las tropas norteamericanas siguen, lo importante es el dinero que va y viene como debe ser: con fluidez y en abundancia. La caída de la estatua de Saddam Hussein no es el símbolo de la victoria de la fuerza militar multinacional que invadió Irak. El símbolo está en el alza en las acciones de las firmas patrocinadoras. “En el pasado fueron las estatuas, ahora son las bolsas de valores”. Así podría seguir la historiografía moderna de la guerra. Pero la realidad de la historia (ese caótico horror mirado cada vez menos y con más asepsia), compromete, pide cuentas, exige consecuencias, demanda. Una mirada honesta y un análisis crítico podrían identificar las piezas del rompecabezas y entonces escuchar, como un estruendo macabro, la sentencia: “En el principio fue la guerra”. La Legitimación de la Barbarie. Quizá, en algún momento de la historia de la humanidad, el aspecto material, físico, de una guerra fue lo determinante. Pero, al avanzar la pesada y torpe rueda de la historia, eso no bastó. Así como las estatuas sirvieron para el recuerdo del vencedor y la desmemoria del vencido, en las guerras los contendientes necesitaron no sólo derrotar físicamente al contrario, sino también hacerse de una coartada propagandística, es decir, de legitimidad. Derrotarlo moralmente. En algún momento de la historia fue la religión la que otorgó ese certificado de legitimidad a la dominación guerrera (aunque algunas de las últimas guerras modernas no parecen haber avanzado mucho en ese sentido)- Pero luego fue necesario un pensamiento más elaborado y la filosofía entró al relevo. Recuerdo ahora unas palabras suyas: “La filosofía siempre ha tenido una relación ambivalente con el poder social y político. Por una parte, tomó la sucesión de la religión como justificadora teórica de la dominación. Todo poder constituido ha tratado de legitimarse, primero en una creencia religiosa, después en una doctrina filosófica. (…) Tal parece que la fuerza bruta que sustenta al dominio carecería de sentido para el hombre si no se justificara en un fin aceptable. El discurso filosófico, a la releva de la religión, ha estado encargado de otorgarle ese sentido; es un pensamiento de dominio.” (Luis Villoro. “Filosofía y Dominio”. Discurso de ingreso al Colegio Nacional. Noviembre de 1978). En efecto, en la historia moderna esa coartada podía llegar a ser tan elaborada como una justificación filosófica o jurídica (los ejemplos más patéticos los ha dado la Organización de las Naciones Unidas, ONU). Pero lo fundamental era, y es, hacerse de una justificación mediática. Si cierta filosofía (siguiéndolo, Don Luis: el “pensamiento de dominio” en contraposición al “pensamiento de liberación”) relevó a la religión en esa tarea de legitimación, ahora los medios masivos de comunicación han relevado a la filosofía. ¿Alguien recuerda que la justificación de la fuerza armada multinacional para invadir Irak era que el régimen de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva? Sobre eso se construyó un gigantesco andamiaje mediático que fue el combustible para una guerra que no ha terminado aún, al menos en términos militares. ¿Alguien recuerda que nunca se encontraron tales armas de destrucción masiva? Ya no importa si fue mentira, si hubo (y hay) horror, destrucción y muerte, perpetrados con una coartada falsa. Cuentan que, para declarar la victoria militar en Irak, George W. Bush no esperó los informes de que se habían encontrado y destruido esas armas, ni la confirmación de que la fuerza multinacional controlaba ya, si no todo el territorio iraquí, sí al menos sus puntos nodales (la fuerza militar norteamericana se encontraba atrincherada en la llamada “zona verde” y ni siquiera podía aventurarse a salir a los barrios vecinos –véanse los estupendos reportajes de Robert Fisk para el periódico británico “The Independent”-). No, el informe que recibió Washington y le permitió dar por terminada la guerra (que por cierto no termina aún), llegó de los consultores de las grandes trasnacionales: el negocio de la destrucción puede dar paso al negocio de la reconstrucción (sobre esto véanse los brillantes artículos de Naomi Klein en el semanario estadounidense “The Nation”, y su libro “La Doctrina del Shock”). Así, lo esencial en la guerra no es sólo la fuerza física (o material), también es necesaria la fuerza moral que, en estos casos, es proporcionada por los medios masivos de comunicación (como antes por la religión y la filosofía). La Geografía de la Guerra Moderna. Si el aspecto físico lo referimos a un ejército, es decir, a una organización armada, mientras más fuerte es (es decir, mientras más poder de destrucción posee), más posibilidades de éxito tiene. Si es el aspecto moral referido a un organismo armado, mientras más legítima es la causa que lo anima (es decir, mientras más poder de convocatoria tiene), entonces mayores son las posibilidades de conseguir sus objetivos. El concepto de guerra se amplió: se trataba de no sólo de destruir al enemigo en su capacidad física de combate (soldados y armamento) para imponer la voluntad propia, también era posible destruir su capacidad moral de combate, aunque tuviera aún suficiente capacidad física. Si las guerras se pudieran poner únicamente en el terreno militar (físico, ya que en esa referencia estamos), es lógico esperar que la organización armada con mayor poder de destrucción imponga su voluntad al contrario (tal es el objetivo del choque entre fuerzas) destruyendo su capacidad material de combate. Pero ya no es posible ubicar ningún conflicto en el terreno meramente físico. Cada vez más es más complicado el terreno en el que las guerras (chicas o grandes, regulares o irregulares, de baja, mediana o alta intensidad, mundiales, regionales o locales) se realizan. Detrás de esa gran e ignorada guerra mundial (“guerra fría” es como la llama la historiografía moderna, nosotros la llamamos “la tercera guerra mundial”), se puede encontrar una sentencia histórica que marcará las guerras por venir. La posibilidad de una guerra nuclear (llevada al límite por la carrera armamentista que consistía, grosso modo, en cuántas veces se era capaz de destruir el mundo) abrió la posibilidad de “otro” final de un conflicto bélico: el resultado de un choque armado podía no ser la imposición de la voluntad de uno de los contrincantes sobre el otro, sino que podía suponer la anulación de las voluntades en pugna, es decir, de su capacidad material de combate. Y por “anulación” me refiero no sólo a “incapacidad de acción” (un “empate” pues), también (y sobre todo) a “desaparición”. En efecto, los cálculos geomilitares nos decían que en una guerra nuclear no habría vencedores ni vencidos. Y más aún, no habría nada. La destrucción sería tan total e irreversible que la civilización humana dejaría su paso a la de las cucarachas. El argumento recurrente en las altas esferas militares de las potencias de la época era que las armas nucleares no eran para pelear una guerra, sino para inhibirla. El concepto de “armamento de contención” se tradujo entonces al más diplomático de “elementos de disuasión”. Reduciendo: la doctrina “moderna” militar se sintetizaba en: impedir que el contrario imponga su voluntad mayor (o “estratégica”), equivale a imponer la propia voluntad mayor (“estratégica”), es decir, desplazar las grandes guerras hacia las pequeñas o medianas guerras. Ya no se trataba de destruir la capacidad física y/o moral de combate del enemigo, sino de evitar que la empleara en un enfrentamiento directo. En cambio, se buscaba redefinir los teatros de la guerra (y la capacidad física de combate) de lo mundial a lo regional y local. En suma: diplomacia pacífica internacional y guerras regionales y nacionales. Resultado: no hubo guerra nuclear (al menos todavía no, aunque la estupidez del capital es tan grande como su ambición), pero en su lugar hubo innumerables conflictos de todos los niveles que arrojaron millones de muertos, millones de desplazados de guerra, millones de toneladas métricas de material destruido, economías arrasadas, naciones destruidas, sistemas políticos hechos añicos… y millones de dólares de ganancia. Pero la sentencia estaba dada para las guerras “más modernas” o “posmodernas”: son posibles conflictos militares que, por su naturaleza, sean irresolubles en términos de fuerza física, es decir, en imponer por la fuerza la voluntad al contrario. Podríamos suponer entonces que se inició una lucha paralela SUPERIOR a las guerras “convencionales”. Una lucha por imponer una voluntad sobre la otra: la lucha del poderoso militarmente (o “físicamente” para poder transitar al microcosmos humano) por evitar que las guerras se libraran en terrenos donde no se pudieran tener resultados convencionales (del tipo “el ejército mejor equipado, entrenado y organizado será potencialmente victorioso sobre el ejército peor equipado, entrenado y organizado”). Podríamos suponer, entonces, que en su contra está la lucha del débil militarmente (o “físicamente”) por hacer que las guerras se libraran en terrenos donde el poderío militar no fuera el determinante. Las guerras “más modernas” o “posmodernas” no son, entonces, las que ponen en el terreno armas más sofisticadas (y aquí incluyo no sólo a las armas como técnica militar, también las tomadas como tales en los organigramas militares: el arma de infantería, el de caballería, el arma blindada, etc.), sino las que son llevadas a terrenos donde la calidad y cantidad del poder militar no es el factor determinante. Con siglos de retraso, la teoría militar de arriba descubría que, así las cosas, serían posibles conflictos en los que un contrincante abrumadoramente superior en términos militares fuera incapaz de imponer su voluntad a un rival débil. Sí, son posibles. Ejemplos en la historia moderna sobran, y las que ahora me vienen a la memoria son de derrotas de la mayor potencia bélica en el mundo, los Estados Unidos de América, en Vietnam y en Playa Girón. Aunque se podrían agregar algunos ejemplos de calendarios pasados y de nuestra geografía: las derrotas del ejército realista español por las fuerzas insurgentes en el México de hace 200 años. Sin embargo, la guerra está ahí y sigue ahí su cuestión central: la destrucción física y/o moral del oponente para imponer la voluntad propia, sigue siendo el fundamento de la guerra de arriba. Entonces, si la fuerza militar (o física, reitero) no sólo no es relevante sino que se puede prescindir de ella como variable determinante en la decisión final, tenemos que en el conflicto bélico entran otras variables o algunas de las presentes como secundarias pasan a primer plano. Esto no es nuevo. El concepto de “guerra total” (aunque no como tal) tiene antecedentes y ejemplos. La guerra por todos los medios (militares, económicos, políticos, religiosos, ideológicos, diplomáticos, sociales y aún ecológicos) es el sinónimo de “guerra moderna”. Pero falta lo fundamental: la conquista de un territorio. Es decir, que esa voluntad se impone en un calendario preciso sí, pero sobre todo en una geografía delimitada. Si no hay un territorio conquistado, es decir, bajo control directo o indirecto de la fuerza vencedora, no hay victoria. Aunque se puede hablar de guerras económicas (como el bloqueo que el gobierno norteamericano mantiene contra la República de Cuba) o de aspectos económicos, religiosos, ideológicos, raciales, etc., de una guerra, el objetivo sigue siendo el mismo. Y en la época actual, la voluntad que trata de imponer el capitalismo es destruir/despoblar y reconstruir/reordenar el territorio conquistado. Sí, las guerras ahora no se conforman con conquistar un territorio y recibir tributo de la fuerza vencida. En la etapa actual del capitalismo es preciso destruir el territorio conquistado y despoblarlo, es decir, destruir su tejido social. Hablo de la aniquilación de todo lo que da cohesión a una sociedad. Pero no se detiene ahí la guerra de arriba. De manera simultánea a la destrucción y el despoblamiento, se opera la reconstrucción de ese territorio y el reordenamiento de su tejido social, pero ahora con otra lógica, otro método, otros actores, otro objetivo. En suma: las guerras imponen una nueva geografía. Si en una guerra internacional, este proceso complejo ocurre en la nación conquistada y se opera desde la nación agresora, en una guerra local o nacional o civil el territorio a destruir/despoblar y reconstruir/reordenar es común a las fuerzas en pugna. Es decir, la fuerza atacante victoriosa destruye y despuebla su propio territorio. Y lo reconstruye y reordena según su plan de conquista o reconquista. Aunque si no tiene plan… entonces “alguien” opera esa reconstrucción – reordenamiento. Como pueblos originarios mexicanos y como EZLN algo podemos decir sobre la guerra. Sobre todo si se libra en nuestra geografía y en este calendario: México, inicios del siglo XXI… II.- LA GUERRA DEL MÉXICO DE ARRIBA. “Yo daría la bienvenida casi a cualquier guerra porque creo que este país necesita una”. Theodore Roosevelt. Y ahora nuestra realidad nacional es invadida por la guerra. Una guerra que no sólo ya no es lejana para quienes acostumbraban verla en geografías o calendarios distantes, sino que empieza a gobernar las decisiones e indecisiones de quienes pensaron que los conflictos bélicos estaban sólo en noticieros y películas de lugares tan lejanos como… Irak, Afganistán,… Chiapas. Y en todo México, gracias al patrocinio de Felipe Calderón Hinojosa, no tenemos que recurrir a la geografía del Medio Oriente para reflexionar críticamente sobre la guerra. Ya no es necesario remontar el calendario hasta Vietnam, Playa Girón, siempre Palestina. Y no menciono a Chiapas y la guerra contra las comunidades indígenas zapatistas, porque ya se sabe que no están de moda, (para eso el gobierno del estado de Chiapas se ha gastado bastante dinero en conseguir que los medios no lo pongan en el horizonte de la guerra, sino de los “avances” en la producción de biodiesel, el “buen” trato a los migrantes, los “éxitos” agrícolas y otros cuentos engañabobos vendidos a consejos de redacción que firman como propios los boletines gubernamentales pobres en redacción y argumentos). La irrupción de la guerra en la vida cotidiana del México actual no viene de una insurrección, ni de movimientos independentistas o revolucionarios que se disputen su reedición en el calendario 100 o 200 años después. Viene, como todas las guerras de conquista, desde arriba, desde el Poder. Y esta guerra tiene en Felipe Calderón Hinojosa su iniciador y promotor institucional (y ahora vergonzante). Quien se posesionó de la titularidad del ejecutivo federal por la vía del facto, no se contentó con el respaldo mediático y tuvo que recurrir a algo más para distraer la atención y evadir el masivo cuestionamiento a su legitimidad: la guerra. Cuando Felipe Calderón Hinojosa hizo suya la proclama de Theodore Roosevelt (algunos adjudican la sentencia a Henry Cabot Lodge) de “este país necesita una guerra”, recibió la desconfianza medrosa de los empresarios mexicanos, la entusiasta aprobación de los altos mandos militares y el aplauso nutrido de quien realmente manda: el capital extranjero. La crítica de esta catástrofe nacional llamada “guerra contra el crimen organizado” debiera completarse con un análisis profundo de sus alentadores económicos. No sólo me refiero al antiguo axioma de que en épocas de crisis y de guerra aumenta el consumo suntuario. Tampoco sólo a los sobresueldos que reciben los militares (en Chiapas, los altos mandos militares recibían, o reciben, un salario extra del 130% por estar en “zona de guerra”). También habría que buscar en las patentes, proveedores y créditos internacionales que no están en la llamada “Iniciativa Mérida”. Si la guerra de Felipe Calderón Hinojosa (aunque se ha tratado, en vano, de endosársela a todos los mexicanos) es un negocio (que lo es), falta responder a las preguntas de para quién o quiénes es negocio, y qué cifra monetaria alcanza. Algunas estimaciones económicas. No es poco lo que está en juego: (nota: las cantidades detalladas no son exactas debido a que no hay claridad en los datos gubernamentales oficiales. por lo que en algunos casos se recurrió a lo publicado en el Diario Oficial de la Federación y se completó con datos de las dependencias e información periodística seria). En los primeros 4 años de la “guerra contra el crimen organizado” (2007-2010), las principales entidades gubernamentales encargadas (Secretaría de la Defensa Nacional –es decir: ejército y fuerza aérea-, Secretaría de Marina, Procuraduría General de la República y Secretaría de Seguridad Pública) recibieron del Presupuesto de Egresos de la Federación una cantidad superior a los 366 mil millones de pesos (unos 30 mil millones de dólares al tipo de cambio actual). Las 4 dependencias gubernamentales federales recibieron: en 2007 más de 71 mil millones de pesos; en 2008 más de 80 mil millones; en 2009 más de 113 mil millones y en 2010 fueron más de 102 mil millones de pesos. A esto habrá que sumar los más de 121 mil millones de pesos (unos 10 mil millones de dólares) que recibirán en este año del 2011. Tan sólo la Secretaría de Seguridad Pública pasó de recibir unos 13 mil millones de pesos de presupuesto en el 2007, a manejar uno de más de 35 mil millones de pesos en el 2011 (tal vez es porque las producciones cinematográficas son más costosas). De acuerdo al Tercer Informe de Gobierno de septiembre del 2009, al mes de junio de ese año, las fuerzas armadas federales contaban con 254, 705 elementos (202, 355 del Ejército y Fuerza Aérea y 52, 350 de la Armada. En 2009 el presupuesto para la Defensa Nacional fue de 43 mil 623 millones 321 mil 860 pesos, a los que sumaron 8 mil 762 millones 315 mil 960 pesos (el 25.14% más), en total: más de 52 mil millones de pesos para el Ejército y Fuerza Aérea. La Secretaría de Marina: más de 16 mil millones de pesos: Seguridad Pública: casi 33 mil millones de pesos; y Procuraduría General de la República: más de 12 mil millones de pesos. Total de presupuesto para la “guerra contra el crimen organizado” en 2009: más de 113 mil millones de pesos En el año del 2010, un soldado federal raso ganaba unos 46, 380 pesos anuales; un general divisionario recibía 1 millón 603 mil 80 pesos al aHalmos EP, Power VA, Shepherd SJ, et al. A diet low in FODMAPs reduces symptoms of irritable bowel syndrome. Gastroenterology 2014; 146:67.
¿Existe la sensibilidad al gluten no celíaca?
No está claro si existe una categoría de pacientes con respuesta sintomática al gluten, pero sin evidencia serológica de enfermedad celíaca, trastornos calsificado como "sensibilidad al gluten no celíaca" (SGNC). En la mayoría de los casos los síntomas gastrointestinales no se replican en ensayos alimenticio doble ciego, lo que sugiere una fuerte efecto placebo.
Sin embargo, en un reciente estudio se estudiaron 15 niños (10 varones y 5 mujeres, edad media 9,6 ± 3,9 años) con sensibilidad al gluten no celiaca (SGNC), que fueron diagnosticados sobre la base de una relación clara entre el consumo de trigo y el desarrollo de síntomas, después de excluir la enfermedad celíaca (EC) y la alergia al trigo, junto con 15 niños con enfermedad celiaca (EC) activa (5 hombres y 10 mujeres, edad promedio, 9,1 ± 3,1 años), y 15 controles con un trastorno gastrointestinal funcional (6 hombres y 9 mujeres, edad media, 8,6 ± 2,7 años). Todos los niños fueron sometidos a pruebas de anticuerpos antigliadina nativos IgG e IgA, anticuerpos anti-transglutaminasa tisular IgA e IgG y de anticuerpos anti-endomisio IgA, evaluación hematológica (hemoglobina, hierro, ferritina, aspartato aminotransferasa, velocidad de sedimentación globular), tipificación HLA y biopsia del intestino delgado (con carácter voluntario en los niños con GS).
El dolor abdominal fue el síntoma más frecuente en los niños con SGNC (80%), seguidos de diarrea crónica en (73%), cansancio (33%), distensión abdominal (26%), dolor en las extremidades, vómitos, estreñimiento, dolor de cabeza (20% ), y retraso del crecimiento (13%). Anticuerpos antigliadina nativos IgG fue positiva en el 66% de los niños con SGNC. No se encontraron diferencias en los marcadores nutricionales, bioquímicos o inflamatorios entre los niños con SGNC y controles. HLA-DQ2 fue encontrado en 7 niños con SGNC. La histología reveló una mucosa normal o ligeramente inflamada.
En grupo de niños con SGNC los síntomas se reproducen después de una introducir a ciegas en los niños, pero no en los padres, una dieta con gluten.
Conclusiones: los resultados de este estudio apoyan la existencia de una verdadera sensibilidad al gluten no celiaca, si bien no puede descartarse el sesgo debido a las expectativas de los padres, o que los síntomas fueran causados por los hidratos de carbono sin gluten en la dieta.
Francavilla R, Cristofori F, Castellaneta S, et al. Clinical, serologic, and histologic features of gluten sensitivity in children. J Pediatr 2014; 164:463.
¿Se asocia la actividad física a la enfermedad inflamatoria intestinal?
En dos grandes estudios de cohortes prospectivos ”Health Study and Nurses I y II” que incluyeron 194.711 mujeres, se identificaron 284 casos de la enfermedad de Crohn y 363 casos de colitis ulcerosa. El riesgo de la enfermedad de Crohn se asoció inversamente con la actividad física (p para la tendencia 0,02). En comparación con las mujeres en el quinto más bajo de actividad física, el índice de riesgo ajustado multivariado de la enfermedad de Crohn con las mujeres en el quinto más alto de actividad física fue de 0,64 (IC 95% 0,44-0,94). Las mujeres activas con al menos 27 equivalentes metabólicos (MET) por hora semanal de actividad física tenían una reducción del 44% (RR 0,56, 95% intervalo de confianza 0,37-,84) en el riesgo de desarrollar la enfermedad de Crohn en comparación con las mujeres sedentarias con <3 MET h / sem. La actividad física no se asoció con el riesgo de la colitis ulcerosa (p para la tendencia 0,46). El riesgo absoluto de la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn entre las mujeres en el quinto más alto de actividad física fue de 8 y 6 eventos por 100.000 personas-año en comparación con 11 y 16 casos por 100.000 personas-año entre las mujeres en el quinto más bajo de actividad física, respectivamente
Conclusiones: en dos grandes cohortes prospectivos de mujeres en Estados Unidos, la actividad física se asoció inversamente con el riesgo de la enfermedad de Crohn, pero no de colitis ulcerosa. El riesgo absoluto de enfermedad de Crohn entre las mujeres en la quinta más alta y la más baja de la actividad física fue de 6 y 16 eventos por cada 100.000 personas-año, respectivamente. Sin embargo, el mecanismo de la asociación entre la actividad física y la enfermedad de Crohn es desconocido y se desconoce si la practica de ejercicio fisico disminuye las reagudizaciones de los pacientes conenfermedad de Crohn.
Khalili H, Ananthakrishnan AN, Konijeti GG, et al. Physical activity and risk of inflammatory bowel disease: prospective study from the Nurses' Health Study cohorts. BMJ 2013; 347:f6633.