Revista Cultura y Ocio
Usted no está envejeciendo, está evolucionando. Y no lo digo yo, lo dice usted. Bendita vejez construida con pasión, arañazos y respeto. Tras una ruda máscara de pliegues con la profundidad de los surcos del Cañón del Colorado se esconde una mimosa y dulce calavera de amor por los ritmos más negros. De joven usted decía que no valdría la pena envejecer, ahora, todo le contradice y no seré yo quien le lleve la contraria al tiempo. Nadie está más de moda que usted, con esa garganta de cueva forrada de terciopelo y poder. Con esos dedos sarmentosos capaces de producir vino del mejor. Con esa fortaleza que da el saber lo que importa y lo que no. Tras un rastro tan extenso como determinante que quita el aliento rastrearlo, hay un abuelo feliz que sabe serlo, cosa no poca, como usted diría. Vivir dignamente es complicado cuando uno se mira más de la cuenta el ombligo y no rinde homenaje sincero a quienes le enseñaron la magia con gentil generosidad. Todos estamos expuestos a perdernos por el camino y usted lo estuvo las veces que fueran, pero, hasta del derrape hizo virtud. Al verle ahora, algo me dice que todo no está perdido. Me habla de problemas y yo me imagino una socarrona media sonrisa tras haber pasado el fuego. Es como si fuera usted recogiendo las almas de aquellos increíbles músicos de color que nos fueron dejando. Y no cualesquiera, solo los más grandes.
Siga evolucionando, por favor.