Y seguimos arrojando el sofá por la ventana. Justo como en el cuento. Porque la culpa de que una persona le sea infiel a otra, definitivamente la tiene el sofá donde ocurren las infidelidades. Debe ser por una especie de afrodisíaco camuflado en el tejido, el material, el color, el estampado. Incluso, convendría buscar al diseñador, fabricante y vendedor, para arrojarlos a todos de una vez por la misma ventana. ¡Qué escándalo! De solo pensar en la tonga de años que han despilfarrado las ciencias sociales investigando las causas de los divorcios, me dan palpitaciones. Es muy cierto eso de que la verdad mientras más evidente, más trabajo cuesta notarla. Nadie podría imaginarse que un sofá tuviera tan malos instintos.
Por eso es que en Cuba hemos desarrollado la política del sofá. Hay un rumor de que muy pronto le van a fundar su propio ministerio, que contará con una…