
Excálibur, así se llama la mascota de la enfermera infectada por Ébola en España, ha sido sacrificado sin motivo que lo justifique, salvo porque se trata de una muestra más de la improvisación con la que actúan nuestros dirigentes y responsables en esta crisis sanitaria. Haciendo uso del refranero español se podría decir aquello de: "Muerto el perro, se acabó la rabia" y, vaya, no descarto que eso haya sido lo que ha empujado a tan ínclitos responsables a tomar tal decisión. El catedrático en veterinaria encargado de elaborar el informe sobre este asunto ha dicho:
Lo normal hubiera sido vigilarle y aislarle veintiún días y luego darle de alta. Pero en todo el territorio nacional no existe un animalario de nivel 4, que es el requerido en los casos de ébola. España no está preparada para esto.
Lo primero que me viene a la cabeza es que entre las EXTRAORDINARIAS previsiones que pusieron en marcha los responsables sanitarios no estaba la posibilidad de que los posibles infectados tuvieran animales de compañía, lo cual no deja de ser curioso, ya que en España hay cientos de miles de mascotas viviendo con las familias, pero se trata de una muestra más de la estólida forma de proceder de estos sujetos. También es sorprendente que, existiendo tal cantidad de animales no se tenga ningún animalario de nivel 4. Además, ¡qué coño!, se sacrifica y a otra cosa, total, solo es un perro y si salen de esta, que se compren otro. No tengo pruebas de que alguno dijera esto, pero intuyo que no se eleja de la realidad.
Entre las mejores virtudes de esta pléyade de eruditos no se encuentra la empatía y la comprensión de los sentimientos de otras personas, por ejemplo, el dueño de una mascota y el amor que profesa a esta. Hay muchas personas que tienen en su animal de compañía a un cómplice, a un ser que está incondicionalmente con ellos, en las duras y en las maduras, que siempre está alegre, pendiente de su dueño y que, no lo digo yo, tienen efectos más que terapéuticos en el bienenestar de muchas personas. Por tanto no es complicado llegar a la conclusión de que el dueño de una mascota sienta por ella un cariño especial y, en muchos casos, lo trate como un miembro más de la familia. Pero cuando nos referimos a otro tipo de personas, tales como muchos de nuestros dirigentes, es imposible que lleguen a sentir ni algo remotamente parecido. Me explico.
Cuando estos sinvergüenzas están viendo que les rodea el sufrimiento por doquier, que muchas familias lo están pasando realmente mal debido a la crisis, problemas económicos, paro, etcétera, y tienen la desfachatez de vivir la vida loca, gastando sin medida con dinero que no es suyo, sino de los contribuyentes, abasteciendo sus inabarcables estómagos con pantagruélicas comidas y bebiéndose después hasta el agua de los floreros, no podemos imaginar en ningún momento que estos cuadrúpedos con corbata tengan compasión por un perro. ¡Si no la tienen por las personas!. Porque el escándalo de las tarjetas Black está perpetrado por perfiles similares a los que tenemos gobernándonos, es decir, sujetos carentes de cualquier capacidad para ponerse en el lugar del otro, sobre todo si nos referimos a personas de un nivel inferior. Un ejemplo claro es el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, que, como ya hemos dicho en el artículo anterior, ha declarado que podría dimitir, tengo la vida resuelta. Por supuesto. Viendo su aspecto también tiene reservas alimenticias para pasar varios años sin comer. Se trata, sin duda, del otro zoológico que llena nuestra geografía, los auténticos depredadores bípedos exentos de sentimiento alguno hacia su prójimo y, por ende, de cualquier ser vivo. Su prioridad es su estómago y su digestión, después descansar y volver a llenar el hueco. Algunos incluso tienen tiempo de aparearse.
A cualquier persona con un mínimo de compasión se le ponen los pelos como escarpias al visionar el vídeo donde solicitaba ayuda para que no se sacrificara a Excálibur. Puedes estar de acuerdo o no, pero que la petición llega muy dentro es obvio. Lo mínimo que se pide en estos casos es una explicación clara y rotunda, pero no es suficiente, además ha de convencer. En otros países civilizados no solo se obliga a los responsables a salir en los medios a explicar las medidas adoptadas, también se les exige que sean convincentes, no solo basta con dar la cara. En España no, aquí todavía nos sorprendemos cuando tienen a bien explicar algo, aunque no digan nada. Nos quedan décadas hasta que nuestros políticos, dirigentes y responsables de todo tipo lleguen a tener una empatía y complicidad similar con nosotros a la que tiene una mascota con su dueño. Es pedir demasiado a día de hoy.
