(AE)
Hace unas semanas se cumplía un año de aquellos fatídicos días en los que a España le tocó lidiar con la enfermedad del ébola y con los miedos (y casi la psicosis) a ella asociados.
Aunque soy un amante de los animales y pocas cosas me disgustan más que el maltrato animal tengo que reconocer que me resultó muy chocante que en el aniversario del sacrificio del perro Excalibur, la mascota de la enfermera que contrajo la enfermedad, se reunieran unos cientos de personas para recordar su memoria y para exigir más derechos para los animales.
Que yo sepa, a nadie se le ha ocurrido convocar una manifestación o una acción en las redes sociales como la que tuvo lugar entonces (¡¡300.000 firmas!!) para recordar el aniversario de aquellos dos misioneros compatriotas que murieron de ébola, de sus compañeros religiosos y enfermeros africanos fallecidos heroicamente en acto de servicio y a tantas víctimas anónimas de la epidemia. Si hoy se hace una encuesta acerca de lo que pasó aquellos días casi seguro que antes o después saldrá el nombre de Excalibur. Del resto... seguro que no quedará sino un tenue recuerdo.
¿Se nos está yendo la chaveta? Quizás sí. Como en muchas otras cosas. Pero para qué vamos a sorprendernos....
Este domingo se celebra el Domund, el día de las misiones y soy consciente que para muchas personas esta jornada despide un tufillo arcaico, de cabezas/huchas de negritos y chinitos y de tarjetas de bautismo que se rellenaban para que, a cambio de un donativo, se bautizara a un “infiel” con el nombre que eligiera el donante. Como si fuera ya una reliquia del nacionalcatolicismo.
Sin embargo, la realidad en muchas partes del mundo sigue siendo la misma. Sigue habiendo situaciones de injusticia, de hambre, de desigualdad y de ignorancia y ahí están, o mejor dicho ahí siguen dando una respuesta de solidaridad (siempre suena mejor que caridad), sin inmutarse y sin pedir nada a cambio. Mueren en la brecha y les da igual que nadie se acuerde de sus nombres, porque son así... Me ha encantado ver un artículo escrito por Carlos Herrera en el cual hace tremenda justicia a todo ese colectivo tan olvidado y tan maltratado que lleva una eternidad dándose a los demás y qué menos que pensar en ellos – y si fuera posible ayudarlos – un domingo al año. Muchos de los países “en vías de desarrollo” serían completamente diferentes si los misioneros no hubieran establecido sus centros de salud, sus escuelas, sus talleres de formación profesional. Algunos de ellos son verdaderos héroes en sus países de adopción, mientras son completamente desconocidos fuera de su pueblo o de su ciudad natal. Así son y no les importa.
Cuando tanto se buscan aquellos valores añadidos de la “Marca España” no sé porqué se olvida que hoy, a pesar de la secularización y la disminución de vocaciones, España sigue siendo una de las mayores cunas de misioneros. Como a veces sucede con nuestros padres carnales, habrá un tiempo en el que quizá no los tengamos y nos lamentaremos de no haberlos considerado y honrado más en vida. Quizás un día los misioneros se conviertan en una rara avis... ojalá que llegue a ser tan rara que finalmente y a la postre, siendo una especie animal en riesgo de extinción, consigan tantos apoyos como el pobre Excalibur obtuvo en sus últimos días.