Escuchar y vigilar es una estrategia ineludible para conseguir que el plan corporativo no se rompa ni pierda el valor inicial. No es lo mismo plantear una estrategia articulada en tareas unilaterales, donde los empleados sólo deben responder a las disposiciones preestablecidas en lugar de trabajar en equipo. Conocer los límites personales de cada pieza permite adecuar los procedimientos en función de la capacidad y los conocimientos de cada trabajador.
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Hay que analizar pasos a paso la evolución de la propuesta, en función de los resultados y la aceptación del producto en su mercado, de modo que las correcciones puedan también responder a una necesidad real y no sólo a un capricho personal del promotor de la actividad. Muchas veces los análisis resultan insuficientes porque provienen de una visión particular, donde sólo se mide la respuesta del consumidor y no se corrigen los errores internos que se originan en la base de la producción. Es muy importante saber hacer autocrítica, saber llegar al origen del problema y corregirlo sin traumas y sin buscar culpables, sino con la visión de mejorar la propuesta y aumentar sus posibilidades en el mercado.
Medir el rendimiento de un proyecto es fundamental. Al proponer una actividad se parte de unas expectativas básicas, de un objetivo inicial que no siempre es posible alcanzar. Por lo tanto, saber en qué medida se ha cumplido o cuánto ha faltado para llegar a un mínimo de rentabilidad, resulta esencial. Ese conocimiento sobre el terreno otorga la posibilidad de valorar la rentabilidad final, medir el coste-beneficio y determinar si vale la pena mantener viva la iniciativa o es mejor cambiar de rumbo y buscar nuevas propuestas. No es malo abandonar un plan poco rentable y buscar otra, a partir de la experiencia y del conocimiento del mercado y de las habilidades de gestión que se ha adquirido con la primera tentativa. Nada cae nunca al vacío, sino la acumulación de experiencias debe servir para aumentar la capacidad de análisis y para conseguir mayor recorrido en el propio mercado.
Hay que crear propuestas que respondan a la demanda de los consumidores, no un producto que intente cambiar hábitos ya existentes, porque aunque esto último es factible, el recorrido es mucho más largo y peligroso, ya que el rechazo a una primera propuesta puede cerrar las puertas a nuevas acciones en el futuro.imagen: @morguefile Si te ha gustado este artículo, compártelo. Gracias.
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