¿Qué tal va la semana? Espero que bien, y espero, también, que esta entrada sobre la excelencia te ayude a llevar la semana mejor y a que si estás leyéndola en el fin de semana también te ayude a disfrutarlo más.
Excelencia
Posiblemente te estás preguntando qué tiene que ver un filete con la excelencia, aunque posiblemente ya tienes alguna idea de por dónde voy o adonde me dirijo.Verás la excelencia es otro de esos términos que usan los modernos para muchas veces intentar (digo intentar porque se suele quedar casi siempre en un intento) motivaral personal. Usualmente el discursito va en el estilo de que te tienes que esforzar más, que tienes que dar más de ti, que tienes que tener la excelencia como meta y una serie, normalmente larga de más “tienes que” que sólo de oírla dan ganas de echarse una siesta (algunos lo saben y por eso hacen que la gente se ponga de pie para hacer la tortura un poco más efectiva) y que dependiendo de quién dé la charlita también te puede dejar con el apenas controlable impulso de decirle al emisor-motivador-desmotivador de turno: “a ver si te aplicas el cuento…”En serio, si alguno de estos motivadores de la desmotivación prestara más atención a los efectos que su charleta está teniendo en sus sufridos oyentes, se daría cuenta de que está consiguiendo justo el efecto contrario al que persigue. La clave aquí está en que a quien da la charla realmente no le interesa el efecto que está teniendo, sólo quiere que le obedezcan…La RAE define la excelencia como: "Superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo." Aprecio y estimación.El extraño caso de los desmotivadores motivados o como convencer a alguien para que se desmotive.
Te voy a contar un caso real que desafortunadamente pasa todos los días en muchas empresas: un jefe, que en su imaginación es un líder. Que se le ocurre que toda la gente aún remotamente dependiente de él vaya a sus “charlas de motivación” primero dice a la gente que está invitada. Como da la casualidad de que como orador se aproxima más a Fidel Castro que a un motivador, pues la gente no pica. Así que decide hacerlo obligatorio. El panorama en la charla para supuestamente “motivarte para el resto del día” es descorazonador: la gente no hace más que mirar el reloj, bostezos disimulados, ojos que no se pueden mantener abiertos.Y no es para menos, la charla es una incesante cascada de “lo que hay que hacer” y algo así como “y además te tienes que sentir bien” en el que repite una y otra vez los mismos argumentos, con el mismo efecto: aburrimiento supremo. Ay si se le ocurriera mirar a quienes está hablando para ver qué es lo que está haciendo mal. Pero es que para este desmotivador profesional él no hace nada mal, son los demás que no le entienden y además se frustra cuando los demás no están de acuerdo con sus imposiciones disfrazadas de consenso.Desmotivadores profesionales: el consenso
Sobre lo que sí hay consenso es sobre su charla: los asistentes intercambian miradas de complicidad y de resignación, y a la salida comentarios del tipo “pensé que no iba a terminar nunca”, “hoy ha sido aún peor”, etc. Ya han aprendido la lección, a pesar de que el desmotivador motivado dice que está dispuesto a debatir y a oir las opiniones de los demás sobre un tema siempre acaba con un “lo que hay que hacer es esto”. Así que ya no hay disensiones en sus charlas (salvo algún despistado). Ya no hay preguntas, vamos a intentar que la tortura mañanera sea lo más leve posible y no alargarla, vamos a decir que sí a todo y a ir corriendo a por un café en vena que tengo mucho trabajo que hacer y encima ahora tengo más sueño que cuando llegué. A esta clase de jefes les gusta mucho hablar de la excelencia. Y de liderazgo. Aunque no la practiquen. Porque la excelencia es otra cosa. No es imponer, es entusiasmar. No es engañar, es ser sincero. No es sacar el látigo, es subirse las mangas, ponerse a trabajar como uno más y echar una mano, pero no al cuello.No es mandar, es empatía.La excelencia, en suma es pasión.Y sin empatía empiezan los problemas y baja la productividad.¿Sabías que en Estados Unidos lo que más valoran los trabajadores a la hora de quedarse en un trabajo es su jefe, por encima del salario, beneficios sociales, y todo lo demás? El “haz lo que digo y no lo que hago” no funciona. Si en una empresa la gente tiene el sueldo congelado y encima un jefe no motivador en cuanto pueda va a intentar cambiarse de empresa.