Él la desnudaba y ella permanecía mientras tanto casi inmóbil. Cuando la besó, los labios de ella no respondieron al contacto de los suyos. Pero entonces sintió de pronto que su sexo estaba húmedo y se asustó.
Estar excitada en contra de su voluntad la transportaba al lugar del secreto. Ese instante que se pone de acuerdo con todo lo que pueda llegar a pasar.
Que se sucediera en contra de su voluntad la perturbaba a la vez que aumentaba su excitación. Y aparecía un débil enojo cómplice que la traicionaba sin que ella pudiera dejar de contemplar aquella traición sino con más y más excitación.
La magia consistía en ese no sin pronunciar. Decirlo significaría dejar de sentir que ya no se pertenecía, y a veces era justamente eso lo que más la excitaba.