Revista Cultura y Ocio
Estamos estrenando el Año Nuevo y a pocos días de la Noche Mágica de los Reyes Magos. ¡Nos encanta esta fiesta! El año pasado, sus Majestades de Oriente nos trajeron un regalo, entre otros, que nos hizo muchísima ilusión, y se convirtió en una experiencia inolvidable por muchos motivos que os vamos a contar: una Excursión con Raquetas de Nieve por la Sierra de Madrid.
Regalar experiencias no es una mala idea, y que conste que esto no es un post patrocinado ni publicitario, es solo una reflexión. Las experiencias son cosas que no se suelen olvidar, algo que convierte en estelar a un buen regalo…
En nuestro caso se trataba de una experiencia con una empresa de turismo activo, Amadablam Aventura, que consistía en una ruta con raquetas que partía del Puerto de Navacerrada en la Comunidad de Madrid. Incluía el transporte hasta el lugar, y lo único que nosotros teníamos que hacer era contactar con la empresa en la fecha que eligiéramos dentro de los 3 meses siguientes.
Nuestra experiencia tuvo que ser aplazada hasta casi el final porque comenzamos el año 2014 accidentados. Concretamente yo, lo dí todo en Nochevieja, lo di tanto que me hice un esguince en la muñeca que perduró varias semanas, así que nos vimos a principios de marzo viendo que se nos iba la nieve de las manos y nos caducaba la excursión.
Nos recogieron en Nuevos Ministerios, con una furgoneta, a una hora bastante tempranera. Como sabréis los que vivís en Madrid, en invierno, acceder a las zonas de nieve de la sierra, como son Puerto de Navacerrada, Cotos y, algo menos, Valdesquí es complicado. Los aparcamientos se llenan temprano y los atascos son habituales. Así, nos citaron a las 8 de la mañana en el lugar de recogida.
Nunca nos habíamos puesto unas raquetas, además, ampliamos información por si alguno os lo estáis preguntando, tampoco esquiamos. Nos encanta la nieve, pero somos unos auténticos turistas de domingueo en ella. Eso sí, nos gusta hacer alguna ruta y la vez que fuimos a la Laguna Grande de Peñalara con nieve nos planteamos que lo de las raquetas podía ser algo que nos podía gustar y queríamos probar. Por suerte los espías de los Reyes debían estar en el ambiente y tomaron nota.
Para la excursión es necesario llevar el calzado adecuado, unas botas de montaña, las normales que solemos tener casi todos, guantes, nosotros llevamos pantalones de montaña y nuestras chaquetas y forros para la ocasión, a parte de crema, cacao y gafas (agua, llevad agua)… Los bastones y las raquetas los pusieron ellos.
En nuestra visita el día estuvo totalmente despejado y soleado.
Bueno, pues a las 8 allí estábamos los dos, llegamos los primeros donde ya estaban esperándonos. En apenas unos minutos, fueron llegando algunas personas más que resultaron ser todos del mismo grupo.
El viaje fue algo perturbador. Si nos leéis, compañeros de expedición, estamos seguros que, después de ver lo que visteis, entenderéis estas palabras (gracias por la comprensión, jaja). A estos compañeros les sacábamos unos años. Nosotros somos yogurines, pero ellos eran petit suisse. Es la diferencia de los treinta y tantos a los veintitantos… ¡Cruel diferencia! Ahí iban, comentando las carreras matutinas y diferentes eventos deportivos en los que participaban, mientras yo intentaba hacer memoria de cuál fue el último en el que participé, que debió ser en la fiesta de fin de curso de tercero de EGB (sí, EGB), en la exhibición de judo en la que daba saltitos totalmente desincronizados (ya apuntaba maneras).
Lo cierto es que ese camino no presagiaba nada bueno y nos mirábamos con tensión…
Tras el atasco oportuno y un calentito desayuno en la cafetería del Puerto de Navacerrada, lleno de esquiadores, familias, gorros, bufandas y olor a café, parecía que íbamos a iniciar la aventura.
Nuestra excursión era de nivel iniciación, no estaba establecida una duración, suponíamos un paseo por el bosque durante un ratito, al final fue unas tres horas y media o cuatro. Cuando llegamos al edificio donde se repartían los grupos vimos que había muchísima gente con muchos perfiles diferentes, adultos, jóvenes, niños… En el reparto de grupos, a nosotros nos tocó con el mismo grupo de deportistas con los que fuimos en el transporte, más alguno de sus amigos que se había sumado después.
Bueno, pues repartidas raquetas de nieve y bastones comenzamos a caminar, primero sin ellas, hasta alcanzar el camino donde la nieve era más abundante, a partir de una de las sendas que parte del propio puerto, pegada al Camino Schmidt, en ligero ascenso. Durante nuestra excursión cruzamos la frontera entre Madrid y Segovia varias veces. Al menos, eso nos dijo el guía, nosotros no vimos ninguna línea dibujada en la nieve...
Nos tocaron las raquetas rosas, a mi me gustaban, al que no escribe no tanto… Ponerlas es sencillo pero, a pesar de ello, yo ya tuve alguna dificultad. Los inicios volvían a presagiar un futuro incierto.
Nos colgamos las cámaras al cuello y comenzamos a andar. Bastón-raqueta, bastón raqueta… diez minutos después, caminar con raquetas empezaba a ser algo bastante sencillo, siempre y cuando no me parara a hablar y descompensara brazo y pie, pero pronto se volvía a la normalidad ¡Nos gustaba!
Pues ahí, cámara al cuello, pasito a pasito se hizo el caminito. Seríamos unas 10 u 11 personas que, como os decíamos, se componía de un grupo de olímpicos, una pareja que ya había usado en una ocasión las raquetas, un solitario y nosotros. Ahí íbamos, encantados de la vida, entre los pinos y pisando una nieve que, en esas fechas, tenía la peculiaridad de a primera hora en los tramos sombríos estar bastante dura y a media mañana, en la parte alta, estar demasiado blanda… pero ¿Y la belleza de la imperfección?
El paseo era agradable, a pesar de ello, en mi caso, en seguida decidí guardar la cámara en la mochila y, aquí, “el que no escribe”, en esta ocasión, es el único responsable de todas las imágenes.
Cruzamos una de las pistas de esquí y continuamos...
En algún momento escuchamos unas palabras que cambiaron el destino de esa apacible excursión. Uno de los del grupo preguntaba por los 7 Picos, parecía que uno de ellos, el más oriental y próximo al Puerto de Navacerrada, no estaba demasiado lejos.
Lo reconozco, se me pusieron los pelos como escarpias. No soy mala llaneando, tengo fondo, pero pones una pendiente en mi vida y entro en combustión. El guía preguntó y todos estaban encantados con la idea, así que, sí, sonreí y vamos a por el piquito…
Ahí ya, subimos el metal trasero de la raqueta (también llamado alza) que te coloca el pie como si fuera en una posición de puntillas para facilitar la subida. Y yo no digo que no la facilitara, pero no dejaba de ser subida.
Por suerte, nos tenían preparado, a lo que sería la mitad de la excursión, un desayuno de chocolate y bizcocho casero para reponer fuerzas.
Tras el descanso siguió la subida. Hay que reconocer que las vistas, si no fuera porque la mía iba nublada y el corazón me hacía palpitar la cabeza, eran preciosas. El grupo olímpico que nos acompañaba no solo no se fatigaba, sino que daban saltitos, lo cual no hacía más que humillar a mi pobre corazón estresado.
Hubo un momento que pensé en esperarles ahí, pensé que el músculo cardiaco iba a salírseme por la boca como el alien asomaba por el pecho en la película. Para nuestro guía, este estado lamentable no pasó inadvertido. Yo creo que pensó que mis palpitaciones podrían provocar un alud. “El que no escribe”, que lleva una vida tan sedentaria como la mía, o quizá más, que no coge el Metro, parecía sueltecito y tranquilo, me miraba entre la risa y la lástima; el mundo estaba en mi contra.
El guía dice que ahí no se queda nadie solo, que paramos y damos la vuelta. Pero tras un sí, un no, tras todo el grupo mirándome mientras casi reptaba, llegamos al pico (gente maja, la verdad). El pico Somontano, a 2138 metros. Lo importante, y voy a ser egocéntrica, no es que llegáramos, es que llegué yo al pico, un milagro divino. Venga va, que llegamos todos.
Desde arriba se divisaban perfectamente muchos de los picos de la Sierra de Madrid. También la Bola del Mundo.
Iniciamos la vuelta por un camino algo diferente, pasamos por el Alto del Telégrafo y vimos la escultura de la Virgen de las Nieves que hay allí.
Esta vez ya no cruzamos la pista de esquí, la bordeamos e iniciamos una bajada con bastante pendiente a través del bosque de pinos.
La bajada nos ofrece confianza, recuperado el ritmo cardiaco, parece que nada puede poner dificultades. Solo una cosa, el sol… El sol ha ablandado la nieve y la bajada convierte algunos tramos en toboganes.
Resultaba divertido. Los que sabían esquiar se deslizaban a veces sobre las raquetas y otras directamente se ayudaban del culo. En nuestro caso, “el que no escribe” alternaba el segundo sistema con equilibrios imposibles con sus largas piernas. Y yo, no hace falta que lo diga ¿no? En el segundo dos ya estaba en el suelo haciendo la croqueta bosque abajo…
El problema mayor es que, en mi caso, no era capaz de frenar. Ni clavar bastones, ni plantar raqueta... en mi caso, cogida la pendiente, me deslizaba de forma infinita y veía como dejaba al grupo atrás. Ocurrió una vez, ocurrió dos veces... y una de las pendientes me obligó a buscar una medida de emergencia… un pino. Un pino fue el único capaz de frenarme ladera abajo, aún lo recordamos y, hasta escribiendo, se me saltan las lágrima de la risa y de la vergüenza propia. Necesité la ayuda del guía y “del que no escribe” para salir de ese árbol donde los bastones estaban enredados a la raqueta y mis piernas sumergidas en la nieve blanda contra el tronco. Me tuve que abrazar a él y todo… Mientras, el resto del grupo estaban esperando metros arriba, no quise mirar… y ni siquiera me atrevo a buscar en youtube, por si me encuentro por ahí ladera abajo amante de un pino.
Me reí, nos reímos, y lo pasamos genial. La vuelta continuó en una pendiente infinita hasta llegar a la pista de nuevo. Me temblaban las piernas, pero llevábamos los dos una sonrisa en los labios que no nos la podíamos quitar. Nos encantaron las raquetas. Vale, no fue mi día pero, este año, si es que a la nieve le da por aparecer, nos pillamos unas sí o sí… Sé que estamos hechas las unas para la otra, sabemos en ¿Tienes planes hoy? que nosotros también podemos ser olímpicos en un tiempo muy lejano…
Queremos deciros que es una experiencia muy recomendable, que si no lo habéis hecho nunca es una actividad divertida, al aire libre, que te da la seguridad de poder caminar por lugares que, de no llevarlas, sería complicado, que es difícil ser tan pato como yo y que, aún siéndolo, dado que es como llevar unas aletas, la gravedad actúa y las caídas suelen ser inofensivas, al menos, yo en ninguna me hice nada de daño. Que es apta para adultos, para niños… que solo hay que seguir el ritmo que el cuerpo te pida, Que los paisajes son preciosos...
Agradecemos a los compañeros de excursión la comprensión y la no humillación pública, y al guía la paciencia y compañía en esa bonita mañana.
Y dadas las fechas, este año estamos con mucha ansiedad de nieve y parece que no quiere llegar… Aprovechamos, a parte de recomendaros una experiencia de raquetas por la nieve, para lo siguiente (creemos estar a tiempo para que llegue):
Queridos Reyes Magos, este año hemos sido muy buenos ¿Sería posible un poquito de nieve? Por favor.
Con todo nuestro cariño,
¿Tienes planes hoy?
Ubicación en Google Maps
Regalar experiencias no es una mala idea, y que conste que esto no es un post patrocinado ni publicitario, es solo una reflexión. Las experiencias son cosas que no se suelen olvidar, algo que convierte en estelar a un buen regalo…
En nuestro caso se trataba de una experiencia con una empresa de turismo activo, Amadablam Aventura, que consistía en una ruta con raquetas que partía del Puerto de Navacerrada en la Comunidad de Madrid. Incluía el transporte hasta el lugar, y lo único que nosotros teníamos que hacer era contactar con la empresa en la fecha que eligiéramos dentro de los 3 meses siguientes.
Nuestra experiencia tuvo que ser aplazada hasta casi el final porque comenzamos el año 2014 accidentados. Concretamente yo, lo dí todo en Nochevieja, lo di tanto que me hice un esguince en la muñeca que perduró varias semanas, así que nos vimos a principios de marzo viendo que se nos iba la nieve de las manos y nos caducaba la excursión.
Nos recogieron en Nuevos Ministerios, con una furgoneta, a una hora bastante tempranera. Como sabréis los que vivís en Madrid, en invierno, acceder a las zonas de nieve de la sierra, como son Puerto de Navacerrada, Cotos y, algo menos, Valdesquí es complicado. Los aparcamientos se llenan temprano y los atascos son habituales. Así, nos citaron a las 8 de la mañana en el lugar de recogida.
Nunca nos habíamos puesto unas raquetas, además, ampliamos información por si alguno os lo estáis preguntando, tampoco esquiamos. Nos encanta la nieve, pero somos unos auténticos turistas de domingueo en ella. Eso sí, nos gusta hacer alguna ruta y la vez que fuimos a la Laguna Grande de Peñalara con nieve nos planteamos que lo de las raquetas podía ser algo que nos podía gustar y queríamos probar. Por suerte los espías de los Reyes debían estar en el ambiente y tomaron nota.
Para la excursión es necesario llevar el calzado adecuado, unas botas de montaña, las normales que solemos tener casi todos, guantes, nosotros llevamos pantalones de montaña y nuestras chaquetas y forros para la ocasión, a parte de crema, cacao y gafas (agua, llevad agua)… Los bastones y las raquetas los pusieron ellos.
En nuestra visita el día estuvo totalmente despejado y soleado.
Bueno, pues a las 8 allí estábamos los dos, llegamos los primeros donde ya estaban esperándonos. En apenas unos minutos, fueron llegando algunas personas más que resultaron ser todos del mismo grupo.
El viaje fue algo perturbador. Si nos leéis, compañeros de expedición, estamos seguros que, después de ver lo que visteis, entenderéis estas palabras (gracias por la comprensión, jaja). A estos compañeros les sacábamos unos años. Nosotros somos yogurines, pero ellos eran petit suisse. Es la diferencia de los treinta y tantos a los veintitantos… ¡Cruel diferencia! Ahí iban, comentando las carreras matutinas y diferentes eventos deportivos en los que participaban, mientras yo intentaba hacer memoria de cuál fue el último en el que participé, que debió ser en la fiesta de fin de curso de tercero de EGB (sí, EGB), en la exhibición de judo en la que daba saltitos totalmente desincronizados (ya apuntaba maneras).
Lo cierto es que ese camino no presagiaba nada bueno y nos mirábamos con tensión…
Tras el atasco oportuno y un calentito desayuno en la cafetería del Puerto de Navacerrada, lleno de esquiadores, familias, gorros, bufandas y olor a café, parecía que íbamos a iniciar la aventura.
Nuestra excursión era de nivel iniciación, no estaba establecida una duración, suponíamos un paseo por el bosque durante un ratito, al final fue unas tres horas y media o cuatro. Cuando llegamos al edificio donde se repartían los grupos vimos que había muchísima gente con muchos perfiles diferentes, adultos, jóvenes, niños… En el reparto de grupos, a nosotros nos tocó con el mismo grupo de deportistas con los que fuimos en el transporte, más alguno de sus amigos que se había sumado después.
Bueno, pues repartidas raquetas de nieve y bastones comenzamos a caminar, primero sin ellas, hasta alcanzar el camino donde la nieve era más abundante, a partir de una de las sendas que parte del propio puerto, pegada al Camino Schmidt, en ligero ascenso. Durante nuestra excursión cruzamos la frontera entre Madrid y Segovia varias veces. Al menos, eso nos dijo el guía, nosotros no vimos ninguna línea dibujada en la nieve...
Nos tocaron las raquetas rosas, a mi me gustaban, al que no escribe no tanto… Ponerlas es sencillo pero, a pesar de ello, yo ya tuve alguna dificultad. Los inicios volvían a presagiar un futuro incierto.
Nos colgamos las cámaras al cuello y comenzamos a andar. Bastón-raqueta, bastón raqueta… diez minutos después, caminar con raquetas empezaba a ser algo bastante sencillo, siempre y cuando no me parara a hablar y descompensara brazo y pie, pero pronto se volvía a la normalidad ¡Nos gustaba!
Pues ahí, cámara al cuello, pasito a pasito se hizo el caminito. Seríamos unas 10 u 11 personas que, como os decíamos, se componía de un grupo de olímpicos, una pareja que ya había usado en una ocasión las raquetas, un solitario y nosotros. Ahí íbamos, encantados de la vida, entre los pinos y pisando una nieve que, en esas fechas, tenía la peculiaridad de a primera hora en los tramos sombríos estar bastante dura y a media mañana, en la parte alta, estar demasiado blanda… pero ¿Y la belleza de la imperfección?
El paseo era agradable, a pesar de ello, en mi caso, en seguida decidí guardar la cámara en la mochila y, aquí, “el que no escribe”, en esta ocasión, es el único responsable de todas las imágenes.
Cruzamos una de las pistas de esquí y continuamos...
En algún momento escuchamos unas palabras que cambiaron el destino de esa apacible excursión. Uno de los del grupo preguntaba por los 7 Picos, parecía que uno de ellos, el más oriental y próximo al Puerto de Navacerrada, no estaba demasiado lejos.
Lo reconozco, se me pusieron los pelos como escarpias. No soy mala llaneando, tengo fondo, pero pones una pendiente en mi vida y entro en combustión. El guía preguntó y todos estaban encantados con la idea, así que, sí, sonreí y vamos a por el piquito…
Ahí ya, subimos el metal trasero de la raqueta (también llamado alza) que te coloca el pie como si fuera en una posición de puntillas para facilitar la subida. Y yo no digo que no la facilitara, pero no dejaba de ser subida.
Por suerte, nos tenían preparado, a lo que sería la mitad de la excursión, un desayuno de chocolate y bizcocho casero para reponer fuerzas.
Tras el descanso siguió la subida. Hay que reconocer que las vistas, si no fuera porque la mía iba nublada y el corazón me hacía palpitar la cabeza, eran preciosas. El grupo olímpico que nos acompañaba no solo no se fatigaba, sino que daban saltitos, lo cual no hacía más que humillar a mi pobre corazón estresado.
Hubo un momento que pensé en esperarles ahí, pensé que el músculo cardiaco iba a salírseme por la boca como el alien asomaba por el pecho en la película. Para nuestro guía, este estado lamentable no pasó inadvertido. Yo creo que pensó que mis palpitaciones podrían provocar un alud. “El que no escribe”, que lleva una vida tan sedentaria como la mía, o quizá más, que no coge el Metro, parecía sueltecito y tranquilo, me miraba entre la risa y la lástima; el mundo estaba en mi contra.
El guía dice que ahí no se queda nadie solo, que paramos y damos la vuelta. Pero tras un sí, un no, tras todo el grupo mirándome mientras casi reptaba, llegamos al pico (gente maja, la verdad). El pico Somontano, a 2138 metros. Lo importante, y voy a ser egocéntrica, no es que llegáramos, es que llegué yo al pico, un milagro divino. Venga va, que llegamos todos.
Desde arriba se divisaban perfectamente muchos de los picos de la Sierra de Madrid. También la Bola del Mundo.
Iniciamos la vuelta por un camino algo diferente, pasamos por el Alto del Telégrafo y vimos la escultura de la Virgen de las Nieves que hay allí.
Esta vez ya no cruzamos la pista de esquí, la bordeamos e iniciamos una bajada con bastante pendiente a través del bosque de pinos.
La bajada nos ofrece confianza, recuperado el ritmo cardiaco, parece que nada puede poner dificultades. Solo una cosa, el sol… El sol ha ablandado la nieve y la bajada convierte algunos tramos en toboganes.
Resultaba divertido. Los que sabían esquiar se deslizaban a veces sobre las raquetas y otras directamente se ayudaban del culo. En nuestro caso, “el que no escribe” alternaba el segundo sistema con equilibrios imposibles con sus largas piernas. Y yo, no hace falta que lo diga ¿no? En el segundo dos ya estaba en el suelo haciendo la croqueta bosque abajo…
El problema mayor es que, en mi caso, no era capaz de frenar. Ni clavar bastones, ni plantar raqueta... en mi caso, cogida la pendiente, me deslizaba de forma infinita y veía como dejaba al grupo atrás. Ocurrió una vez, ocurrió dos veces... y una de las pendientes me obligó a buscar una medida de emergencia… un pino. Un pino fue el único capaz de frenarme ladera abajo, aún lo recordamos y, hasta escribiendo, se me saltan las lágrima de la risa y de la vergüenza propia. Necesité la ayuda del guía y “del que no escribe” para salir de ese árbol donde los bastones estaban enredados a la raqueta y mis piernas sumergidas en la nieve blanda contra el tronco. Me tuve que abrazar a él y todo… Mientras, el resto del grupo estaban esperando metros arriba, no quise mirar… y ni siquiera me atrevo a buscar en youtube, por si me encuentro por ahí ladera abajo amante de un pino.
Me reí, nos reímos, y lo pasamos genial. La vuelta continuó en una pendiente infinita hasta llegar a la pista de nuevo. Me temblaban las piernas, pero llevábamos los dos una sonrisa en los labios que no nos la podíamos quitar. Nos encantaron las raquetas. Vale, no fue mi día pero, este año, si es que a la nieve le da por aparecer, nos pillamos unas sí o sí… Sé que estamos hechas las unas para la otra, sabemos en ¿Tienes planes hoy? que nosotros también podemos ser olímpicos en un tiempo muy lejano…
Queremos deciros que es una experiencia muy recomendable, que si no lo habéis hecho nunca es una actividad divertida, al aire libre, que te da la seguridad de poder caminar por lugares que, de no llevarlas, sería complicado, que es difícil ser tan pato como yo y que, aún siéndolo, dado que es como llevar unas aletas, la gravedad actúa y las caídas suelen ser inofensivas, al menos, yo en ninguna me hice nada de daño. Que es apta para adultos, para niños… que solo hay que seguir el ritmo que el cuerpo te pida, Que los paisajes son preciosos...
Agradecemos a los compañeros de excursión la comprensión y la no humillación pública, y al guía la paciencia y compañía en esa bonita mañana.
Y dadas las fechas, este año estamos con mucha ansiedad de nieve y parece que no quiere llegar… Aprovechamos, a parte de recomendaros una experiencia de raquetas por la nieve, para lo siguiente (creemos estar a tiempo para que llegue):
Queridos Reyes Magos, este año hemos sido muy buenos ¿Sería posible un poquito de nieve? Por favor.
Con todo nuestro cariño,
¿Tienes planes hoy?
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