Revista Belleza
Me dirigía el otro día rauda como una centella (siempre conprisas, siempre corriendo) a la sección de frutas y verduras de mi Mercadonadel alma cuando, llevada por una inspiración repentina, decidí atajar por lasección de cosmética en medio de mi frenética marcha. De pronto, plas, frenazo enseco… cuando mis ojos descubren, como de pasada y como quien no quiere la cosa,un pequeño tubito de color lila adornado con la magia de una palabra perfecta:exfoliante.
No puedo explicar por qué, pero la palabra exfoliante ejercesobre mí un poder tan hipnótico que me resulta imposible resistirme a suembrujo. Para mí evoca la limpieza más profunda y la suavidad más extrema. Esospequeños gránulos deslizándose por mi piel al ritmo circular que le marcan misdedos, eliminando con paciencia las células muertas que dan un aspecto opaco ami piel y poniendo al descubierto su aspecto más radiante y luminoso.
Sumergida en esta seductora visión de manos perfectas, comprobé su precio: 1,90 € por 100 ml. ¿Me quedaba algunaduda? Desapareció al momento. El exfoliante fue directo a mi cesta de la compray de allí al armario de mi cuarto de baño.
Esa misma noche lo probé después de mi rutina facial y sucalidad me pareció más que aceptable. Tiene una textura bastante densa, pero increíblementefundente, por lo que a los pocos segundos de aplicarlo y masajear las manossolo quedaron en la superficie los finísimos gránulos naturales de pepita deuva encargados de realizar la acción exfoliante. El resto del producto, lasuave crema de color vainilla compuesta por manteca de karité y vitamina E,fue absorbido por la piel en cuestión de pocos segundos, trasmitiéndole, o esoespero, todas sus propiedades emolientes, protectoras y regenerantes.
Tengo que reconocer que en un primer momento su olor mechocó. No me pareció del todo desagradable, pero tampoco es que me fascinara precisamente. De todasformas, lo olvidé enseguida, tan pronto como unté mis manos con una cremahidratante que lo apagó por completo. Sin embargo, ese peculiar aroma a suavizante, a ropa recién salida de la lavadora, es de losque enganchan poco a poco. Me pasa lo mismo que con las poco apetecibles galletasintegrales de salvado. Cada vez que empiezo a comer una, mi primera reacción espero qué estoy comiendo, pordios… pero a la tercera galleta me rindo y me declaro absolutamente incapaz de parar. Pues bien, con el olor de este exfoliante me pasa exactamente igual. Una total adicción.
Lo que ya no me convence tanto es su lista de ingredientes,entre los que se encuentran aceites minerales derivados del petróleo, como laparafina líquida, que tapona los poros y bloquea la respiración de las células.O los PEG, que contribuyen a eliminar el factor de protección natural de lapiel y la hacen más vulnerable.
Hay exfoliantes infinitamente más naturales que este en elmercado. O en vuestra propia casa, sin ir más lejos. Solo tenéis que acercarosa vuestra despensa y echar mano de la sal, el azúcar, el café, los limones, lostomates, el aceite de oliva o la avena para elaborar un eficaz exfoliante. Unoestupendo es mezclar, por ejemplo, cuatro cucharadas soperas de aceite dealmendras dulces con una de azúcar blanco. O dos cucharadas de miel, tres deazúcar y medio limón. O sustituir la miel por aceite de oliva. Lasposibilidades son infinitas. Bueno, quizás no infinitas, pero sí increíblementenumerosas. Y baratas.
Y si me preguntáis si tener (o elaborar) un exfoliante específicopara manos es imprescindible o no, os contesto que por supuesto que no. Ningúnexfoliante de manos es imprescindible, o esa es, al menos, mi opinión. Sobretodo si tenemos por costumbre exfoliarnos el rostro y el cuerpo un par de vecespor semana. Con eso creo que basta y sobra para retirar, de paso, todas lascélulas muertas de la piel de nuestras manos.
¿Y entonces qué hago yo con este exfoliante? Pues sí, lo confieso, soy un caso perdido: tengo dos exfoliantes corporales, tresfaciales, uno de pies, uno de labios… y me faltaba uno de manos. Y es que, comoya os dije al principio, la palabra exfoliante me atrapa y se convierte en mi perdición.
¿Y vosotras?, ¿cómo os lleváis con los exfoliantes?, ¿hay alguna otra adicta como yo?