–Hola, me llamo José María, tengo un blog sobre paternidad, y soy exhibicionista.Así podría empezar una reunión de un hipotético grupo de apoyo en estos días. ¿Tener un blog personal sobre la crianza de mis mellizos, y no publicar fotos de los niños? A veces algún compañero de trabajo o algún amigo me comenta que aún siguiendo el blog, no ha visto a los pequeños padawanes. Y no será porque no cuelgue fotos, pero si me visitáis a menudo, sabréis que en las imágenes que publico no se muestra la cara de mis pequeños, su identidad. Es un tema delicado, pero es algo en lo que coincidimos la madre y yo. Y aún así, casi siempre que preparo una fotografía para una entrada, le consulto a ella sobre si publicarla o no. Esta entrada es para intentar explicar por qué publico las fotos de mis hijos como lo hago, sin que se les vea las caras o se les reconozca. No trato de reprochar ni acusar de nada a nadie, mucho menos aún de dar consejos. Son sólo pensamientos que me han pasado por la cabeza. Sólo mi opinión.
–¡Hola, José María!
Mi mujer ha trabajado varios años en servicios sociales, y ha conocido multitud de casos delicados, por no decir problemáticos, relacionados con la infancia, y conoce perfectamente sus derechos y sus indefensiones. Y yo trabajo como diseñador en un diario. Han pasado por mi ordenador infinidad de imágenes, algunas comprometidas, otras simplemente rutinarias, en las que por imperativo legal, o simple sentido común, he tenido que tapar u ofuscar el rostro de policías, sospechosos y, sobre todo, menores. Resumiendo, es algo a lo que estamos acostumbrados y casi lo tenemos interiorizado. Y nos parece lo más natural y lógico. Estamos acostumbrados a vivir conectados, ya no sólo al teléfono y a otros medios de comunicación, sino a multitud de redes sociales y servicios. Y como muchos los usamos de rato en rato, a veces puede perderse la perspectiva de que se trata de conexiones y escaparates continuos, perpetuos.
Esto choca con el hecho con el que arranco esta entrada: el carácter exhibiciosta de todo bloguero, sobre todo si se trata de un blog personal, y acentuado aún más si el tema del blog son sus hijos, objeto de orgullo personal en su máxima expresión. Pero cuando te paras a pensar un segundo en el tema, puedes darte cuenta de un par de cuestiones delicadas.
Mi mujer –la mujer más sabia y con más sentido común que conozco– me comentó un día: -"¿Y si cuando tengan 16 años les avergüenza salir así en internet?". Y no supe qué contestar. El primer baño, fiestas de disfraces, días de playa, juegos en el parque o la piscina, rabietas y llantos, muecas, incluso momentos frikis, de los que me gustan a mí. Todo adorable. Aún sin aparecer de forma reconocible, no tiene porqué agradarles a ellos cuando tengan uso de razón. Incluso podría molestarles. Y aún así ahí están. Los que aparecen en las fotos del blog son ellos. Pero creo que nadie podría reconocerlos al cruzarse con nosotros por la calle.
También está el caso de padres y madres que no conocen o no saben manejar las opciones de privacidad de los servicios de la red y las redes sociales, como Facebook o Twitter, o les da pereza enfrentarse a ellas. Es algo entendible, y hasta excusable, pero hay que ser muy consciente de que lo que publicamos en una web o un blog, se queda en internet.
No quiero entrar en detalles farragosos, ni enrevesados conceptos legales, no creo que este blog sea el lugar indicado para ello. Aún así me parece importante recordar la importancia del sentido común y la responsabilidad. Cada uno pensará sobre todo esto de forma diferente, algunos incluso que exagero, y otros hasta que me quedo corto. Pero os recuerdo es esto es sólo mi opinión, y mis razones personales para publicar fotos sin mostrar la cara de mis hijos.