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Hace unos cinco años tuve que realizar un comentario del capítulo de Fides et Ratio sobre exigencias y cometidos actuales en el que san Juan Pablo II habla de las exigencias de la Palabra de Dios en la vida del ser humano y de los cometidos de la Teología para la sociedad en la que vive aquél. Aquí os dejo las valoraciones que hice.
En la primera parte, sobre las exigencias de la Palabra de Dios, habla de la realidad del ser humano, del sentido de su vida que se encuentra en la Biblia, concretamente en la persona de Jesucristo. Pero como el ser humano se cierra en sí mismo, no conoce su sentido por no poner en juego su voluntad para llegar a él. Nos plantea dos situaciones, una, la sabiduría contenida en la Biblia en la cual se da la visión del hombre como Imago Dei, donde conoce su ser, su libertad y la inmortalidad de su espíritu. En la Biblia encuentra el sentido de su existencia. La otra situación es la visión humana centrada en la búsqueda de un sentido a su existencia, con una interpretación propia del mundo y de su vida. Lo que lleva a un escepticismo e indiferencia importantes, pues el ser humano se encierra en sí mismo y no trasciende en ningún momento.
Hasta lo comentado, se ve un claro reflejo de nuestra sociedad actual. Sigue siendo regla general dejar de lado o ser indiferente ante la realidad espiritual del hombre. Éste quiere vivir sin ataduras, sin compromisos. Y esto como consecuencia de no llegar a profundizar en la Biblia o en los escritos de santos, e incluso, no querer pensar en si hay vida después de la muerte. Muchos de estos problemas tienen su raíz en la falta de comprensión, de no entender bien lo que se lee, se escucha o se ve, y sobre todo, confundir las palabras compromiso, vida recta, darse, servir, con otro concepto bien distinto, obligación. Por este motivo, san Juan Pablo II hace mención a la necesidad de una Filosofía para dotar al ser humano de una dimensión sapiencial que le ayude a alcanzar el sentido último y global de su vida. Además, la Filosofía unifica el saber y el obrar humano, llega a su vez a un conocimiento de la Verdad a través del empleo de la inteligencia, y lo más importante, tiene un alcance metafísico que lleva a trascender los datos empíricos para llegar al Absoluto, último y fundamental, que da fundamento al concepto de dignidad de la persona por su condición espiritual.
Asimismo, habla de la necesidad de la Filosofía para hacer frente a varias corrientes que han ido surgiendo a lo largo de los años como son el eclecticismo (adopta ideas de diferentes Filosofías sin tener y seguir una coherencia), cientificismo (sólo válidas las ciencias positivistas basadas en lo sensible. El resto es fruto de nuestra imaginación), pragmatismo (sin valoraciones basadas en principios éticos), nihilismo (rechaza todo fundamento, negando la verdad objetiva, y así queda fuera la dignidad), modernismo e historicismo (la Verdad de una Filosofía en un período y objetivo histórico determinado). Todas estas corrientes se ven todavía hoy en nuestra sociedad, unas más patentes que otras, pero todas ellas cuentan con seguidores.
En la segunda parte, respecto a los cometidos de la Teología al servicio de la sociedad, san Juan Pablo II, pone de manifiesto que la Teología lleva al fin último, es decir, a la Verdad que es recibida por la Revelación. Esta Verdad, es la del Dios vivo y su designio de Salvación revelado en la persona de Jesucristo. Por tanto, apela a la Teología la ayuda al ser humano para presentarle, por medio de la inteligencia, la Revelación y el contenido de la Fe. Pero esto no sería posible sin el trabajo común de la Filosofía y la Teología para: hacer frente al problema del significado de las cosas y el uso de la razón para llegar a éste; interpretar las fuentes para saber qué quieren comunicar; comprender que el significado de la sabiduría comprendida en estas dos ciencias, está en y para la Historia de la Salvación del ser humano. Recalca el Papa también, la importancia de interpretar bien la Verdad expuesta y transmitida a lo largo de los años, pues se ha puesto en tela de juicio la validez del lenguaje empleado. Por ello, propone trasmitirla bien a través de Catequesis y de una profunda formación personal.