Revista Cultura y Ocio
Una gota cae por mi espalda y algo de la sensibilidad se arrodilla para pedir un sueño largo, que me fugue, que me anule esta ya insoportable petrificación, el deseo en el exilio es un punto detenido, una temporada sin plazo en el purgatorio, un estar para estar sin poder ser, acá el cielo siempre es un agujero
acá el cielo siempre es un agujero, y quiero exiliarme del exilio, busco algo que me anule, una temporada sin mi cuerpo, olvidarme de mi cuerpo, desdibujarme entre los grises y negros, porque acá todo es gris, negro y cada tanto algo blanco que se desdibuja, pero acá, el cielo siempre es un agujero
acá el cielo siempre es un agujero, voraz, omnipresente, como un dios hecho de fauces blandas donde me pierdo; se pervierte la sombra en otra tierra que no distingo pero la miro, fuera del reconocimiento posible, fuera de todo movimiento hacia la noche; el día es largo y no tiene horas para contarlo, un borrón es mi figura en alguna calle que para mí no tiene nombre, arrojado a la intemperie hago el desgarro y miro a lo alto pero acá el cielo siempre es un agujero
acá el cielo siempre es un agujero que me sombra, y yo parezco una lombriz disfrazada de rey entre manchas grises y negras y entre cada tanto algo blanco que se desdibuja, aunque sé que por ahí hay una mujer que corre a las escondidas, siempre detrás de lo que se me balbucea en los oídos, y puedo escuchar que tiene una remera blanca a punto de desdibujarse, pero yo me dejo gris y desdibujado, porque acá el cielo siempre es un agujero
acá el cielo siempre es un agujero y yo me inmolo sin cesar en la circunferencia, hago un entero que se desgrana y entra en su propia segregación, con la fibra conocida, porque lo único que me queda de lo que tuve es un registro difuso de mi boca, algunos olores y un lugar irrecuperable, soy el borramiento entre el gris y el gris, una ventana a la asfixia que boquea su desarraigo acá, el cielo siempre es un agujero
acá el cielo siempre es un agujero, un agujero incómodo, un agujero que mira y no pestañea, y yo estoy desdibujándome entre grises que se chorrean debajo de lo negro que aplasta, soy apenas un contorno de algo parado entre manchas, una lombriz encorvada, una sardina sin alguna parte que espera nada, porque acá el cielo siempre es un agujero
acá el cielo siempre es un agujero y me desmayo como al fondo de un frasco, lo que me toca es un recuerdo seco y pesado, una canción sin palabras que mi lengua tararea, y se alivianan los pasos como se encharca el pesar; no tengo una llave, no pertenezco a este mundo, mi domicilio es el pasaje, un niño grita su desprotección y las manchas me toman en su abrazo exclusivo, habito el vacío donde es acá, y un poco más acá, todo es demasiado cerca, acá el cielo siempre es un agujero
acá el cielo siempre es un agujero, y yo contorno, trazo abierto, mal dibujado, entremanchado de grises y grises, entredesdibujado de grises y grises, acá no hay perros, ni almejas, ni camellos, no hay ladridos ni horas, solo eso negro que se agujerea en su propio agujero y un trazo mal hecho, acá el cielo siempre es un agujero
acá el cielo siempre es un agujero donde amansar las ganas, largándolas a pastar muerte, una y otra vez; nadie ocupa mi mirada, soy la suspensión de la carne en una canaleta llena de piedras, el silencio mordiendo lo que pasa y nunca es caricia; acá el cielo siempre es un agujero, no sube al destino de la pausa y solo pude ser mentira la agitación que por momentos siento, y que el día tras el día en su ceguera agota, acá, el cielo siempre es un agujero.