Revista Opinión

¿Existe el patriarcado?

Publicado el 23 diciembre 2013 por Juan Carlos
¿Existe el patriarcado?
En la actualidad, cuando nos preguntamos acerca del patriarcado, parece como si éste se encontrara ya superado, y no tuviera sentido hablar de él. Se arguye generalmente que el machismo, al menos en la mayoría de países desarrollados, prácticamente ha desaparecido. Este hecho, debatible en cualquier caso, no sirve para desacreditar totalmente que el patriarcado pueda seguir existiendo. Pero, ¿por qué?, ¿el patriarcado no es machista? Sí, aunque así como el machismo es relativamente sencillo de apreciar cuando, por ejemplo, un varón manifiesta que el sitio de las mujeres es la cocina; el patriarcado, actualmente, se apoya sobre una discreción que ha conseguido que interioricemos muchos aspectos del mismo sin darnos cuenta.
Cuando las personas interiorizamos algo, es muy posible que convivamos con ese elemento sin que lo pongamos nunca en solfa. ¿Podría suceder algo parecido con el patriarcado? Alicia Puleman habla del <<patriarcado de consentimiento>>, y de <<patriarcado de coerción>>. Mientras en el segundo de ellos el dominio sobre la mujer se ejerce mediante instrumentos represores, como un ordenamiento jurídico destinado a tal efecto, el primero destaca por su sutileza. El propio sistema establece un arquetipo de mujer que ha de ser alcanzado por todas las demás. Qué decir tiene, que ese prototipo ha sido diseñado por quienes ostentan los medios para ello, por lo que esa mujer “ideal”, lo será única y exclusivamente para esos diseñadores. Por tanto, bajo estas condiciones, se establecen unos cánones heterónomos, para las mujeres, que éstas deben alcanzar para sentirse realizadas. ¿Acaso no pueden ser patriarcales unos zapatos de tacón?
Tampoco hay que olvidar que la meta de cualquier sistema es su propia supervivencia. De manera que, ese arquetipo de mujer al que se aludía antes tiene sobre todo un objetivo principal: no cuestionar su vigencia, mientras las propias mujeres además se encargan de propagar estos valores. A pesar de ello, esta situación no significa que ambos tipos de patriarcado no puedan complementarse. Por ejemplo, la penalización del aborto conlleva intrínsecamente un mensaje muy claro: “tú, mujer, no eres la dueña de tu cuerpo ni de tus funciones reproductoras; esa parcela de tu vida privada pertenece al Estado”.
En consecuencia, ¿qué es el patriarcado?, ¿conseguir que las mujeres lleven tacones sin quejarse? En primer lugar, es un sistema, ya que hay un conjunto de actuaciones encaminadas a la obtención de un objetivo. Pero, además, es un sistema de explotación, en tanto en cuanto implica ejercicio de poder de un grupo sobre otro, sin que existan unas condiciones que lo legitimen. Es curioso que, aunque este fenómeno tenga evidentes manifestaciones político – económicas, su origen se encuentre en el ámbito privado, en la propia sociedad. En la etapa en la que la humanidad era cazadora recolectora, las mujeres se dedicaban a la recolección y los hombres a la caza, por eso se sospecha que fue a una mujer a quien se le ocurrió cultivar una semilla por primera vez en la Historia. Sin embargo, cuando las personas comenzaron a vivir en asentamientos, y la caza, debido a la agricultura, fue perdiendo sentido, ¿por qué entonces se decidió mantener esa división competencial, entre hombres y mujeres, que confinó definitivamente a la mujer al ámbito interno del hogar? Por aquel entonces, la organización política cobraba una nueva dimensión, y los antiguos cazadores (varones), ahora reconvertidos en guardianes de aquellos primeros poblados, iban a ocupar el poder de las primeras organizaciones políticas verdaderamente complejas.
Desde ese momento las imposiciones sobre las mujeres, más o menos sutiles, no han cesado. Por esa razón, acierta el feminismo radical, en contraste con el feminismo liberal o de izquierdas, cuando busca los motivos del patriarcado más allá de la explotación económica. De hecho, si las causas del patriarcado se encontraran solo en esa “reducida” parcela, obviando los numerosos elementos culturales que subyacen en ella, sería posible afirmar que éste podría no estaba presente en las primeras etapas de la humanidad. No obstante, Gerda Lerner, argumentó que, incluso en las antiguas sociedades matrilineales[1], la mujer ya se encontraba sometida al poder político y social del varón. Para tratar de justificar esa situación, hubo que potenciar deliberadamente una pequeña diferencia entre hombres y mujeres, el hecho de que nos dividimos en dos sexos, para construir los géneros. Solo así fue posible naturalizar una desigualdad que, en realidad, no existía y que fue creada, a posteriori, por nosotros mismos.
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[1] Sociedades donde la línea de descendencia es marcada por la mujer

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