La ley de Murphy, que no es una ley científica formal, puede resumirse en la frase "Si hay algo que puede ir mal, tarde o temprano irá mal". Esta ley toma su nombre de un ingeniero aeroespacial, Edward Murphy, que trabajó bastante en cuestiones de seguridad. Los accidentes y las averías, con las consecuencias negativas que pueden tener, estaban por tanto muy presentes en su mente. Pero el origen de la formulación de la ley que lleva su nombre no es un estudio científico sino un enfado. Parece ser que durante su trabajo técnico en la Fuerza Aérea estadounidense, un día de finales de la década de 1940 se sintió muy frustrado y enojado a raíz de un error humano bastante grande en la preparación técnica de unas mediciones. Al parecer, hizo un comentario despectivo e ingenioso contra el responsable del error. Dijo, más o menos, que si se le daba la oportunidad de cometer un error, lo cometería. No está claro si esta frase comenzó a adoptar su forma de ley científica no oficial sobre probabilidades de fallos, por obra del propio Murphy, quizá cada vez más irritado ante los errores de miembros de su equipo, o bien por obra de estos, seguramente molestos por su mal genio y su afán de culpabilizarles. En cualquier caso, la consecuencia positiva de este modo un tanto pesimista de calcular los riesgos fue adoptar la filosofía de tener en cuenta todas las situaciones de desastre, incluso las que parezcan casi imposibles, para poder prevenirlas y lograr de este modo la mejor seguridad en cualquier proyecto. Y así, en la década de 1950, comenzaron a aparecer comentarios coloquiales en revistas técnicas y otros medios, sobre casos concretos de aplicación de esa ley de Murphy, como por ejemplo "Si una pieza se puede instalar de manera incorrecta en un avión, alguien acabará haciéndolo". Con el paso del tiempo, el uso de afirmaciones parecidas se ha ido extendiendo a muchos otros campos, incluyendo algunos que ni siquiera son técnicos.
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La ley de Murphy, que no es una ley científica formal, puede resumirse en la frase "Si hay algo que puede ir mal, tarde o temprano irá mal". Esta ley toma su nombre de un ingeniero aeroespacial, Edward Murphy, que trabajó bastante en cuestiones de seguridad. Los accidentes y las averías, con las consecuencias negativas que pueden tener, estaban por tanto muy presentes en su mente. Pero el origen de la formulación de la ley que lleva su nombre no es un estudio científico sino un enfado. Parece ser que durante su trabajo técnico en la Fuerza Aérea estadounidense, un día de finales de la década de 1940 se sintió muy frustrado y enojado a raíz de un error humano bastante grande en la preparación técnica de unas mediciones. Al parecer, hizo un comentario despectivo e ingenioso contra el responsable del error. Dijo, más o menos, que si se le daba la oportunidad de cometer un error, lo cometería. No está claro si esta frase comenzó a adoptar su forma de ley científica no oficial sobre probabilidades de fallos, por obra del propio Murphy, quizá cada vez más irritado ante los errores de miembros de su equipo, o bien por obra de estos, seguramente molestos por su mal genio y su afán de culpabilizarles. En cualquier caso, la consecuencia positiva de este modo un tanto pesimista de calcular los riesgos fue adoptar la filosofía de tener en cuenta todas las situaciones de desastre, incluso las que parezcan casi imposibles, para poder prevenirlas y lograr de este modo la mejor seguridad en cualquier proyecto. Y así, en la década de 1950, comenzaron a aparecer comentarios coloquiales en revistas técnicas y otros medios, sobre casos concretos de aplicación de esa ley de Murphy, como por ejemplo "Si una pieza se puede instalar de manera incorrecta en un avión, alguien acabará haciéndolo". Con el paso del tiempo, el uso de afirmaciones parecidas se ha ido extendiendo a muchos otros campos, incluyendo algunos que ni siquiera son técnicos.
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