Revista Humor
- Y... ¿qué esperas de la vida?
- ¿Que qué espero? ¿Crees que esa es la mejor pregunta para empezar un tranquilo paseo?
- Bueno, si voy a dormir el resto de mi existencia contigo, es algo a tener en cuenta.
- Pues... supongo que lo que todo el mundo. Encontrar el ansiolítico adecuado, un restaurante francés en la esquina, alguien con quien discutir y un orgasmo vaginal.
- A veces tus respuestas me marean.
- A ti te marea el simple hecho de estar gravitando en el universo.
- Sí, también es cierto, pero me ayudaría encontrar alivio en tus contestaciones.
- No voy a decirte que espero que seas mi hombre definitivo.
- Gracias, eres un gran apoyo en los momentos de baja autoestima.
- ¡Por favor! ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste satisfecho contigo mismo?
- Lo recuerdo perfectamente, cuando aquella noche me dijiste que había estado brillante.
- Sabes muy bien que no me refería al polvo, sino a ese preservativo luminoso que utilizaste.
- Eso no lo habías especificado.
- ¿Quieres que compremos naranjas?
- ¡Eres increíble! Yo hablándote del futuro de nuestra relación, de los próximos veinte años de nuestras vidas y tú pensando en el ácido cítrico.
- ¡No nos vamos a alimentar de amor e intelecto!
- ¿Amor? ¿Has dicho amor? ¿Quieres decir que me amas?
- ¡Oh vamos! El amor es un concepto muy abstracto… ¿Recuerdas aquel cuadro que vimos en el escaparate de Balmes?
- ¿Te refieres a un gran lienzo blanco con un punto rojo en una esquina?
- El mismo. Ese es mi concepto del amor.
- Pero, pero... ¡es angustiante!
- Parece que lo vas entendiendo.
- Definitivamente todo me da vueltas. Acabo de descubrir que sólo soy un punto en tu plano.
- Al menos eres el único. Imagina que hubiera puntos suspensivos...
- Si hubiese sabido de tu crueldad, jamás te habría abordado por la calle.
- No me abordaste, te caíste encima de mí.
- ¿Podrías decirme algo romántico una vez a la semana?
- ¿Te fijaste si quedaba salsa de soja en la despensa?
- Estos paseos me provocarán una úlcera de estómago.
- Tal vez sea mejor que te quedes en casa, el dióxido de carbono te vuelve muy existencialista.