Las fronteras normalmente se asocian a zonas de tránsito y de cruzamiento. Nadie habita las fronteras porque no son terreno de nadie, o de todos. Las fronteras, en el mejor de los casos, se atraviesan. Ahora bien, el sentido geopolítico del término no agota toda su significación; más bien, la escabulle, o nos escabulle de ella, como el prisma dinámico con el que habitualmente solemos mirar al mundo, que camufla las naturalezas no prismáticas. Sí, muy habituados estamos a mirar el mundo a través de cristales y espejos, como si la realidad fuera reflectante o estuviera detrás del prisma.
El cine, a veces, sirve de remedio contra esta forma caleidoscópica de ver el mundo y nos abre a realidades no escrutadas. Es el caso de Border, del cineasta Ali Abbasi, cuyos personajes parecen sacados de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde o de La isla del doctor Moreau. De un modo sosegado Abbasi excava en el sentido fronterizo de la existencia. Las fronteras, parece decirnos, no son realidades superpuestas, que separan territorios ya constituidos, sino formas constitutivas de organizar la realidad, de ahí que su naturaleza no sea transitable sino configuradora. La protagonista, Tina, no puede renunciar a su condición fronteriza de animal y de humana, de salvaje y de civilizada: renunciar a sus instintos supondría llevar una vida falsificada, mientras que despojarse de su humanidad le llevaría a traicionar lo mejor de ella misma.
Habitualmente los seres fronterizos aparecen habitando entre dos realidades o territorios, escindidos por una línea que, real o imaginada, los separa de universos excluyentes, sólo accesibles a cambio de renunciar al resto. Entre el amor y el odio, el ser y la nada, el bien y el mal, lo apolíneo y lo dionisíaco, lo consciente y lo inconsciente, se mueve toda una tradición de pensadores que han visto en la existencia humana una condena a tener que elegir un camino u otro. Ahora, el cine de Abbasi, parece decirnos que no podemos elegir, porque hacerlo implicaría renunciar a una parte constitutiva de nuestro ser. Tina no es un personaje escindido, sino integrador, configurador de realidades antagónicas, de ahí que acabe rechazando a aquellos que, como su padre o el consanguíneo Vore, se obstinan en amputarle el ser.