Revista Opinión

Existían diferentes niveles de compromiso. Izquierda radical 1965-1982

Publicado el 02 junio 2017 por Manuhermon @manuhermon
Existen diferentes niveles de compromiso militante
‘’Militancia que significa una dedicación mayor a la Organización, interviniendo sobre la contradicción entre la vida privada y la vida política, entre el trabajo profesional y el trabajo político, y poniendo la política por delante en todos los aspectos del entorno que nos rodea. La militancia es también una mayor profesionalización, una lucha constante contra los métodos artesanales, contra los errores de aficionados en los terrenos de la seguridad, del funcionamiento orgánico y de la práctica organizada. ’’ ‘1974. Sobre la trayectoria de la Organización. Octubre’. [1]
Un motivo de diversidad en los datos se produce cuando las cifras de militancia cuantifican realidades diferentes. ¿A quienes nos referimos cuando utilizamos el concepto de militante? Hay cuadros militantes en la mayoría de los partidos con similares grados de compromiso, sus vidas giran en torno al partido y su utopía, pero éstos se encuentran acompañados de otros muchos individuos con niveles distintos de compromiso. Un militante revolucionario, deberíamos entenderlo como quien se mantenía establemente activo y sometido a disciplina orgánica durante años, desarrollando proyectos políticos, dedicado a organizar y movilizar a otras personas, participando en acciones de agitación y propaganda, contribuyendo económicamente, dedicando esfuerzos al estudio y formación, disponible para la organización en todo momento. En el párrafo de arriba tomado de un documento de 1974 del grupo marxista leninista, Octubre, -posteriormente llamado Unión ML, luego UCCO- podemos ver el criterio de compromiso y exigencia que entrelazaba vida política y vida privada en la que intervenía aquella organización en la que se militaba; esas ideas sobre el compromiso militante eran comunes en muchos sectores de la izquierda radical., lo cual reducía bastante el número de militantes que aceptaban tal grado de intervención orgánica sobre sus vidas. A finales de los setenta ese criterio con fuerte sentido dirigista sobre la militancia se va descomponiendo con los aires de la democracia y el impulso de las libertades individuales, e influye en los traspasos de militancia desde la radicalidad hacia socialismo, ecologismo, etc.
‘La actividad política anti-franquista era clandestina y solo llegaba a una pequeña parte de la población’, escriben Fullá y Puig. ‘Clases sociales y partidos políticos en la transición española a la monarquía parlamentaria’. Ferrán Fullá y Antonio Puig. Rebelión.
En los setenta, supongamos un partido que pudiera movilizar en torno suyo, a 3.000 activistas, incluso con cierta estabilidad, -cercanos, afiliados, colaboradores…-, eso podían lograrlo 500 cuadros militantes, organizados establemente, la tendencia será contar por encima la totalidad. La huelga en una fábrica durante semanas, requería compromiso y organización: movilizados miles de obreros, en asambleas formaban grupos de agitación, apoyo económico, seguridad, información a mass media, de relaciones…, decenas de obreros formaban comités, no coincidentes con los sindicados, -en ocasiones se rompían carnets de CCOO y UGT por frenar la lucha-, los niveles de dureza, organización y compromiso podían ser altísimos. Pero, ¿Cuánto duraba esa organización y compromiso?… En la fábrica podían trabajar inicialmente apenas una veintena de militantes de diversos partidos de extrema izquierda ¿Quiénes y cuantos sumaban cifras como si se tratara de su exclusiva influencia en revistas e informes? A los pocos meses de terminar la lucha, los militantes de extrema izquierda que inicialmente trabajaban allí seguían siendo los mismos. Esta es una constante de las luchas de los setenta, en fábricas grandes o empresas pequeñas, bancos o textil, comercio o metal, grandes movilizaciones por las necesidades inmediatas. Luchar contra un despido, ponía en marcha un abanico de formas de lucha, legales e ilegales, en muchas ocasiones se ganaba, pero los readmitidos no se incorporaban a la radicalidad, quizás te acompañaban unos meses, dejando de relacionarse al poco tiempo, después se afiliaban a CCOO, que no aparecieron para lograr su readmisión.  CCOO en 1978 tiene  1.824.000 afiliados, cayó a 390.000, poco después en 1981. Se podía ser agitador, de palabra y comportamiento vital, repartir panfletos, revistas, realizar pintadas, pegar carteles, en la calle, o también en el trabajo, participar en saltos, -cortar las calles y agitar-, o posteriormente acudir invitado a la manifestación del 1º de mayo. No era lo mismo asistir a una charla, o varias, que acudir a encierros o guardas en las puertas de fábricas durante ocupaciones, participar en las acciones de solidaridad a fábricas en lucha podía hacerse vendiendo cosas para lograr apoyo económico y difundiendo sus luchas con hojas y revistas o realizando asambleas y reuniones. No era igual hacerlo un día, o de vez en cuando, que durante años. Muchas cifras facilitadas para cuantificar no distinguen al militante que tuviera estabilidad organizativa, sometido a disciplina, del activista ocasional. Mucha gente luchaba sin que su nivel pudiera considerarse de cuadro militante, colaboraba sin acudir a acciones de calle, o prestaba casas para reunirse, o guardar materiales y personas, contribuía económicamente, algo vital para funcionar… Unos pintaban en sus casas carteles o gráficos para propaganda y agitación, otros creaban objetos susceptibles de venta, algunos transportaban o compraban materiales necesarios, otros vendían prendas, manualidades, libros… Organizar implicaba asignar tareas, todas importantes, el cuadro militante sumaba gente a la causa, un cuadro tendría a su alrededor un nutrido grupo de colaboradores, además de  militantes y activistas con distintos niveles de organización y compromiso. Contar diez o veinte, puede entenderse, diferenciando niveles, seguro que considerar  militantes revolucionarios la cifra mayor llevará a profundos errores de análisis. Hubo grandes movilizaciones callejeras de pocos días, períodos de luchas de un curso, reivindicaciones concretas en barrios y huelgas en fábricas que duraron meses, y hubo trabajo estable de varios años en todos los frentes, organizando y peleando, gente que un tiempo militó en un partido y después en otro, individuos que lucharon durante varios años, pero esta militancia siempre fue reducida, fueron pequeños núcleos de personas en relación al conjunto de la población, y nunca pudieron derribar al franquismo, hasta después de la muerte del dictador. Guste o no, la -por todos los conceptos- ascendente clase media española no se movilizó de forma masiva contra el franquismo, …/…. Pero si los estudios sociológicos que ya entonces comenzaban a prodigarse no engañan, entonces podría aventurarse una razón complementaria: las nuevas generaciones de españoles situaban el orden como un valor político del mismo rango, o superior, que la libertad; se era demócrata siempre que serlo no implicara un desorden generalizado. Ahora bien, una revolución es, por definición, el mayor desorden… Santos Juliá [2].
[1] http://octubre-ucco.blogspot.com.es/p/blog-page_95.html
[2] Juliá, Santos: ‘Triunfo en su época. VVAA’. Alicia Alted y Paul Aubert, editores.  Ediciones Pléyades. 1995. Páginas 34,35.

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