Éxodo

Este 2013 es, para mí, el año del éxodo. Vale, igual para mí no, que yo no soy de irme, como bien dice mi amiga La Rubia, pero sí para mucha gente de mi círculo. Unos a Miami, otros a Argentina, a Holanda, a Alemania, a Ecuador… Todos con la extraña mezcla de ilusión y de miedo a lo desconocido que supone alejarse de su entorno. Unos se van; a otros los echan. Pero esos matices en este artículo no tienen ninguna importancia.

Fuente: elblogderrhh.com

Luego están los otros éxodos, las otras partidas. Las de la gente que se queda, los que teóricamente tenemos al lado, pero que uno nota más lejos que si se hubieran ido a la Cochabamba. Ese es un vacío más extraño, más doloroso, menos comprensible, quizás porque es más difícil de explicar, porque parece mucho más fácil ponerle remedio. Pero es mentira. A menudo resulta más sencillo cruzar el océano mar que atravesar esas paredes invisibles.

Yo, que soy muy de ponerle bandas sonoras a todo, llevo meses cantándole a los primeros “El emigrante”, “Volver”, “Cuando un amigo se va”, “En tierra extraña”… en mí línea hortera-dramática, vaya. Para los segundos no tenía todavía una canción, probablemente porque son despedidas menos reales y uno tarda más en asumirlas porque no hay un día, ni una hora, ni un número de vuelo. Pero ya la encontré, creo. Me vino a la cabeza como una revelación mientras barría, y se hicieron grandes las palabras y el eco de La Lupe: “Yo no lloro más y si se quiere ir que se vaya”.