Así, dicho rápido, el planteamiento es sencillo: los chinos fabrican un cohete con autonomía y potencia como para salir del sistema solar, lo fletan con unos cuantos astronautas y lo mandan a colonizar otro mundo. Previamente se debería haber enviado una cápsula con soporte vital al planeta de destino en cuestión, un ingenio capaz de alimentarse de hidrógeno, luz solar y dióxido de carbono para producir el aire respirable y la energía suficientes; una especie de supositorio que sirva de hogar, a su llegada, a los exploradores terrícolas.
Este ha sido el sueño de demasiados niños a lo largo de la historia reciente. Muchos, como yo, son ahora adultos y ven cómo esta posibilidad se les escapa de entre los dedos. La carrera espacial terminó, por desgracia, desde el momento en que una de las partes llegó a la meta, la Luna. Meta poco ambiciosa, por qué no decirlo.
Mientras tanto, continúan a paso de tortuga los experimentos sobre convivencia humana en colonias espaciales, preparando un futuro viaje a las estrellas. Y también mientras tanto, el tiempo pasa, envejecemos y se mitiga la esperanza de volar un día lejos, flotando más allá de la helioesfera. En los treinta y tantos, la odisea interestelar se antoja complicada.
Sin embargo, cuando creíamos que nuestro paseo por el universo sería algo que sólo podrían disfrutar si acaso nuestros nietos, va este viejo mundo y nos da una sorpresa. Y así, sin quererlo, hoy me he encontrado pisando una tierra rara, en la que apenas queda oxígeno que respirar, en la que volvemos a empezar de cero e intentamos sobrevivir día a día, a duras penas. Un lugar plagado de extraterrestres ajenos a todo aquello que alguna vez significó ser humano, ingrávido, estéril y extraño.
Hoy saludo al vecino antes de abrir la cámara de descompresión del portal. Ambos llevamos la escafandra puesta. Giro el picaporte y piso la acera, con miedo, tratando de imaginar qué nueva estrategia económica desfavorable, qué abuso tienen preparados los señores de este trozo de roca perdido en la Vía Láctea. Hoy sonrío: visito, aunque quizá siempre estuve en él, mi primer exoplaneta.