Revista Cultura y Ocio
Seguro que a muchos de vosotros os ha pasado que alguna vez, antes de empezar un libro, partíais con muchísimas expectativas tanto por lo que han dicho como por lo que os comentan. Sabíais que os iba a gustar, que si a fulanito le gustaba ¿por qué a mi no? Y justo cuando lo empezáis ya veis que no es para tanto, que tiene este fallo, que le falta esto y lo otro... Exactamente amigos lectores, las expectativas muchas veces son un gran problema y merman considerablemente la capacidad de disfrutar de un libro.
Hay diferentes casos como por ejemplo La chica del tren que durante el año pasado han bombardeado con cantidad de anuncios, reseñas, críticas y llegando a tildarlo como el thriller del año y en mi opinión, no ha sido para tanto. Es un thriller bastante plano, con poca sustancia y predecible en muchos aspectos y no niego que a mucha gente no le haya gustado pero conozco mucha gente que creándose unas expectativas tan grandes y al leer el libro, vieron que era bastante mediocre. Mi caso es que ya directamente partía con pocas ilusiones con lo que me iba a encontrar y así había sido.
Otro de los casos que me pasaron a mi personalmente fue con el libro de Cicatriz, de Juan Gómez-Jurado. De este hombre he leído cada uno de sus libros y a día de hoy mi favorito ha sido El Paciente y en cuanto supe que iba a publicar Cicatriz, la verdad es que pensaba que sería genial, fantástico y que superaría con creces a su anterior novela. Nada más lejos de la realidad, me gustó y la disfruté pero me faltaba muchísima más intriga, misterio y acción de la que nos tiene acostumbrados Juan. Es una pena, porque me supo su lectura muy agridulce precisamente porque pensaba que encontraría mucho más de lo que hay.
Precisamente la realidad lectora muchas veces difiere de las expectativas que uno piensa que puede encontrar y la culpa no es del autor, es simplemente nuestra. Creemos que vamos a encontrar una maravillosa novela llena de todo lo que buscamos en ese momento cuando no es así. ¿La solución? Pues no crear esa especie de hype que se va acrecentando (muchas veces inevitable) pero es la mejor manera de no llevarnos decepciones o incluso dejarnos llevar para disfrutar de la lectura. ¿Os pasado muchas veces encontraros con la realidad de una lectura y que difieren de lo que pensabais que os ibais a encontrar? ¿Qué opináis al respecto? ¿Tenéis algún ejemplo que compartir? Espero vuestra opiniones más abajo :)