La asociación, entre otras actividades que se mencionan en la web ( http://www.asociacionapie.org) organiza talleres de intervención peatonal para pensar criterios de análisis y poner en práctica alternativas de mejora del espacio público, con especial hincapié en la calidad peatonal. Estos talleres, que últimamente pretenden ser una pequeña plataforma para coordinar una alternativa real a algunos espacios urbanos, ilustran con ejemplos variados las posibilidades de cambiar nuestro entorno se se modifican las prioridades y los modos de intervención al uso.
En el boletín de 2009, titulado La ciudad a tus pies, también se menciona el libro de F. Careri, s. Además se publica un artículo de Albert Punsola y se explica en qué consisten los talleres de intervención peatonal.
Recientemente se ha puesto en marcha un proyecto para denunciar la desaparición de las fuentes de agua potable en la ciudad y una de las herramientas es un inventario ciudadano de fuentes a modo de meipi: http://meipi.org/apiefuentesdemadrid
En relación al post titulado El revolucionario y fabuloso método comúnmente conocido como andar, lo cierto es que posteamos, escribimos, leemos y opinamos mucho más de lo que caminamos. Quizá estudiamos y proyectamos más que caminamos. Acaso ya no conocemos aquello de lo que tanto discutimos, nuestra ciudad. Pero todos somos peatones, también los que conducen siempre que pueden su coche.
Como viandante empedernido y peatón cabreado me gustaría poner como e jemplo de nuestra falta de responsabilidad como urbanistas el hecho de que el aparcamiento de la ETSAM está absolutamente lleno todos los días. Menudo ejemplo damos si utilizamos indiscriminadamente el agresivo y contaminante vehículo privado que ha modificado a su favor los criterios de análisis del urbanismo. Propongo que, si alguien se anima y me echa una mano, pongamos nuestro aparcamiento como objetivo de alguna acción-denuncia, reivindicando que los arquitectos andemos más y conduzcamos menos, de alguna manera vistosa y divertida. En un mapeado psicogeográfico de la zona de la escuela, el aparcamiento sería para mí un feo y grande agujero negro. Algo se puede hacer para cambiar nuestro entorno. Alguien dijo que la psicogeografía es como andar, revolucionaria y cotidiana.
Por último, incluyo el manifiesto de A Pie, que me parece ilusionante.
La libertad elemental de andar, de elegir el rumbo de nuestros pasos, la libertad de ir al encuentro de los otros es el fundamento de la vida en común. Las ciudades y los pueblos se han fundado sobre esta libertad. Necesitamos la calle, los caminos, las plazas, el espacio público, para que nos permitan no olvidar que los demás también existen, que los demás no son faros en dirección opuesta, ni protagonistas de una noticia, sino cuerpos y vidas semejantes, esos cuerpos y esas vidas que dan sentido a todos nuestros actos. A través de la asociación A PIE los peatones hemos decidido tomar la palabra y, mediante un conjunto articulado de denuncias, actividades y propuestas, pasar a la acción. La realidad no es algo que esté dado. La realidad, tal y como la estamos viviendo, es el fruto de un fluido constante de decisiones. No hay edificio ni calle ni acera que no haya sido decidido por alguien. La realidad se construye y si los peatones permanecemos callados, si permanecemos inmóviles, serán otros los que perseveren en el diseño de un mundo que niegue la equidad, que niegue los espacios comunes, que busque sólo la satisfacción de unos intereses particulares perentorios. El interés del peatón es siempre el interés general, porque el peatón no tiene nada que sea suyo. La acera de un peatón es la acera de todos los ciudadanos. El peatón no es ruidoso ni insolente, no amenaza ni atropella. El peatón no bloquea las esquinas, no pudre la atmósfera, la energía del peatón es renovable. Hoy, la situación de acoso que viven los peatones está llegando al límite. Y acosar al peatón significa poner en peligro la última oportunidad que tiene las ciudades de ser lugares de intercambio y de contacto, lugares donde no parezca una locura querer vivir una vida buena, lugares donde aún tenga sentido el proyecto de construir una comunidad justa y prudente. La asociación A PIE quiere defender ese proyecto y para eso proclama la libertad de andar de las personas, porque sabe que la libertad de andar es el punto de partida irrenunciable de nuestro derecho a elegir por qué camino y hacia dónde vamos. Cada hombre, cada mujer, cada anciano y cada niño que sale a la calle están decidiendo no sólo la calidad de su vida, sino también la calidad de la vida de su entorno. Está afirmando que no cree en el aislamiento ni en el individualismo. Está eligiendo un mundo donde haya espacios comunes. Por el contrario, una existencia únicamente vivida en cajas privadas, en pisos, en coches, en ordenadores y televisores fomenta la ilusión de que es posible ser feliz en medio de la muerte, en soledad. Ninguna situación humana es gratuita: cuando se obliga a una mujer mayor a quedarse en su casa porque no puede sortear las aceras altas, los coches mal aparcados, la prisa de los semáforos, se está eligiendo una sociedad injusta con los más débiles. Cuando se convierte la calle en un lugar de grave riesgo físico para los niños y se les fuerza a permanecer aislados a la vuelta del colegio, se está negando el aprendizaje de lo comunitario. Los peatones no estamos dispuestos a aceptarlo. No nos parece justo ni bueno que no haya espacios públicos para la calma, que sea imposible caminar con tranquilidad en unas calles invadidas por el estruendo, por la hostilidad.