Que el niño de cuatro años haya quedado cuadripléjico, de por vida, quiere decir que nunca más podrá mover ni utilizar ninguno de sus miembros superiores (brazos) ni inferiores (piernas). Ésto debido a un infarto cerebral (por falta de riego sanguíneo y aporte de oxígeno durante varios minutos) en alguna región crítica, funcionalmente hablando.
Para un niño de cuatro años, cualquiera que sea la intervención quirúrgica, siempre se administrará anestesia general. No se puede aplicar anestesia local o regional, ni sedación pues, para ello, es necesario un buen grado de colaboración del paciente. Un niño nunca va a colaborar en una operación.
Vamos a determinar qué incidente ocurrió para que quedara el nene cuadripléjico, asumiendo que son ciertas las circunstancias narradas en la noticia. Si en la anestesia faltó alguno de los siguientes "tips", he ahí la razón de las complicaciones.
En primer lugar, el paciente tiene que estar con intubación traqueal. Por este tubo le llegará oxígeno y un anestésico inhalatorio del tipo de los "halogenados" (sevoflurano, el más usado hoy en día).
El halogenado proviene de un dispositivo, el vaporizador (preferible uno de última generación, ver figura anterior), a partir del cual se le administra y se le dosifica, según la literatura médica y el criterio del anestesiólogo. El sevoflurano es un fármaco hipnótico, su función es mantener dormido al nene. No suprime el dolor, no es analgésico. Por tanto se deben añadir dosis, correspondientes al peso del niño, de un analgésico narcótico, como el fentanilo.
El nivel de anestesia necesario, ésto es la dosis de anestésicos (sevoflurano y fentanilo), se gradúa en base al peso del paciente, cuidando de no sobredosificar y así evitar depresión cardíaca y/o cerebral. La observación de las funciones vitales en el monitor (presión arterial, frecuencia cardíaca, oximetría de pulso) nos informan de la profundidad de la anestesia. Si la presión arterial está disminuida, el pulso está lento y la oximetría de pulso está baja, es un aviso de una anestesia muy profunda y peligrosa (con riesgo de depresión cardiovascular y cerebral), hasta que no se demuestre lo contrario.
Si el vaporizador estaba averiado, o era muy antiguo, y no proporcionaba el anestésico a las concentraciones (dosis) programadas, era entera responsabilidad del médico anestesiólogo verificar la operatividad de su equipo antes de iniciar la anestesia.
Es más, el anestesiólogo debió percatarse de signos de sobredosis de anestésico halogenado (presión baja, pulso lento [figura anterior, puntos A, B y C]), antes de que sus efectos causaran daño neurológico severo e irreversible al niño.
Unos minutos de sobredosis de anestésico inhalatorio halogenado deprimieron extremadamente al corazón, el pulso se tornó muy lento (bradicardia) y ocasionaron que no llegue sangre con oxígeno al cerebro, en cantidad suficiente, y se produzca lesión cerebral permanente.