Revista Comunicación
THE LEFTOVERS
data: http://www.imdb.com/title/tt2699128
Damon Lindelof sabía lo que significa que el enigma le gane a la trama. Tuvo en sus manos los capítulos de “Lost” y la resolución no conformó a un público que disfrutaba de la incógnita, pero no de la respuesta. Cuando imaginó “The leftovers”, Lindelof tomó la idea del libro de Tom Perrotta y dejó atrás todo intento de explicación. Esa decisión convirtió a “The leftovers” en una de las mejores series de los últimos tiempos, una de las menos valoradas a la hora de premio y crítica.
El gatillo inicial es fantástico: un día de octubre, 2% de la humanidad desaparece. Y cuando decimos desaparece, es literal: desaparece ante la vista del otro 98%. La serie nos muestra ese momento y salta a tres años después, cuando aún no hay explicación para la Gran Partida. Lo que comprobamos es cómo la pérdida atípica de los seres queridos ha provocado un terremoto emocional en la sociedad. Distintos personajes nos irán mostrando cómo elaboraron sus pérdidas. O como no lo hicieron.
Desfilan los adolescentes iracundos, los pastores de iglesias vacías, las sectas nihilistas, los psicólogos sin respuesta, los científicos y los burócratas. Todas las posturas son inútiles. Y todas son válidas. Porque lo que “The leftovers” nos cuenta, en realidad, no es cómo desapareció el 2% de la humanidad, sino cómo el ser humano busca artificios para superar la ida de los que amamos.
De eso se trata “The leftovers” y Lindelof, con mucha sapiencia, se niega a cualquier intento de explicación. Porque, como lo era en “Lost”, importa más el camino que el punto de destino. Y las mutaciones que los personajes van sufriendo, capítulo a capítulo, forman el centro de la serie, su identidad y naturaleza.
Como pocas otras series antes, “The leftovers” se basa en dos pilares claves: un elenco superlativo y una banda de sonido que es otro recurso de guion. Ambos elementos son imprescindibles para los climas, para esa atmósfera densa que cubre cada episodio y que nos deja, en el final de cada uno, con la sensación de que nos hemos acercado un poco más al misterio y, al mismo tiempo, nos hemos alejado otro tanto.
La serie maneja esa incertidumbre primordial, esa dualidad de si lo que vemos es real o sólo la creencia de los protagonistas. Lo sobrenatural mirado desde otro ángulo se convierte en una psicopatología.
Lo que “The leftovers” marca es la precariedad de cualquier sistema de creencia. No sólo las religiosas, sino también aquellas nacidas de la racionalidad científica o del nihilismo. Tal vez no haya un personaje más racional que el de Laurie Garvey, la psicóloga que ha caído en manos de la secta de los Remanentes. Pero, tal vez no haya otra menos cruel. Ella pone en riesgo a su familia y los deja boyando en las corrientes del desaliento.
Ésa es, tal vez, la enseñanza o moraleja final que deja el último capítulo: lo único que tiene significado es amar al otro, compartir el misterio de la vida que implica, principalmente, atravesar la muerte y la desdicha.
Seleccionar a unos sobre otros, en este elenco, es un pecado. Lo cometo: Justin Theroux, Carrie Coon, Ann Dowd, Christopher Eccleston. Hay escenas que quedan en el recuerdo: la charla de Matt con el nombre que se dice Dios; el comienzo de la segunda temporada que nos hace creer que nos equivocamos de serie; las charlas entre Patti Levin y Kevin Garvey.
Posiblemente estemos en la Edad Dorada de las Series. “The leftovers” tiene muy bien ganado un lugar bajo el sol.