Revista Cultura y Ocio
"En una nota fechada el 3 de junio de 1954, el embajador belga en Londres hizo llegar una invitación al gobierno de Su Majestad la Reina de Gran Bretaña; una invitación para tomar parte en la nueva Exposición Universal que los belgas llamaban "Exposition Universelle et Internationale de Bruxelles 1958".
Regreso con un libro que me llamó la atención desde el primer momento, por lo conciso del momento elegido para armar una historia. He aprovechado estos días para leer un poco y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Expo 58.
En el año 1958 se celebró la Expo en Bruselas. Fue, por si alguien no lo sabe, la Expo del Atomium, de la modernidad, del avance, en un momento en el que aún se recordaba la Segunda Guerra Mundial. Los belgas decidieron en ese momento colocar los pabellones de norteamericanos y rusos uno junto a otro, tal vez con un retorcido sentido del humor. Y allí, en el recinto, se encuentra también el anodino pabellón de Gran Bretaña. De hecho, lo más conocido del pabellón británico fue su pub, el Britannia. Y así conocemos a Thomas Foley, un inglés que bordea la treintena, atractivo y bastante anodino, que trabaja como funcionario menor en la Oficina Central de Información (COI). Precisamente será esta oficina la que lo nombre encargado del pub, enviándolo 6 meses a Bélgica lejos de su mujer, Sylvia, y su recién nacida hija.
Con este punto de partida es cierto que uno puede esperarse cualquier cosa. Y lo que Coe nos deja es una deliciosa historia en la que va enmarañando una trama alrededor del citado protagonista, Foley. Este hombre, que se ve liberado de las molestias que ocasiona tener un bebé en casa, se ve trasladado a su nuevo trabajo sin tener muy clara su misión, pero dándose importancia por estar allí, mientras deja sola a una joven esposa que, tal vez, empiece a relacionarse demasiado con un vecino para mitigar su soledad y aburrimiento. Foley sin embargo, estará en el centro del huracán (sí, lo suyo era simplemente un pub), y se irá sintiendo importante mientras comienza a fijarse en una joven azafata. Y aquí tira de clichés sin miedo el autor para relacionar a un esquivo soviético que parece tener mucho que ocultar con una joven actriz norteamericana, a todas luces menos tonta de lo que quiere parecer. Y como si esto fuese poco, entran dos curiosos personajes en la vida de Foyle, Radford y Wayne, que harán mucho más interesante su existencia. Entre misteriosos encuentros y preguntas apenas formuladas, se desarrollarán unas curiosas conversaciones que finalizan con el trillado "Esta conversación no ha tenido lugar". Y así cambia la vida del protagonista que se ve empujado al espionaje entre vasos de vodka y paquetes de patatas fritas jamás vistos hasta ese momento.
La novela es divertida, no pierde jamás el tono supuestamente serio para caer en la broma fácil, exactamente igual que no pierde la compostura ni la raya del peinado su protagonista, pese a que su imaginación despega haciéndolo sentirse casi un James Bond. Cruzar ese género de espionaje, con la ligereza de la comedia, es francamente difícil, y el autor consigue salir airoso en una historia en la que se busca la modernidad sin perder prejuicios, la aventura sin dejar de lado la seguridad del hogar. Y todo ello, en un recinto al que acudieron los países mostrando sus mejores galas... o su mejor pub. A nosotros nos tocará descubrir, entre un embrollo y otro, qué pinta Foyle en todo este entuerto. Y os aseguro que el camino será con una sonrisa en la boca.
Expo 58 es, sobre todo, una historia divertida. El autor además tiene el acierto de ambientarla en un momento de cambio, en el que realmente se produjo no sólo esa Expo, sino también esa distribución tan particular de los pabellones, y da rienda suelta a su pluma para dejarnos una novela absolutamente deliciosa.
Sé que es miércoles, pero para mi la semana comienza hoy. Así que os pregunto, ¿con qué libro estáis?
Gracias
PD. Y gracias al becario.