Revista Opinión
En los 90 el gran hito de la mundialización, dirigida por el tándem FMI-BM, fue la conversión del "2º Mundo" (antiguo bloque soviético) en 3r Mundo con el poco edificante resultado de un incremento escalofriante de la pobreza en la zona (de 14 millones a 170 millones). El FMI se involucró de lleno en la desestabilización y el descontrol concediendo ingentes cantidades de créditos preferenciales que fueron a parar a las cajas del crimen organizado el cual se convertiría en el principal pujador en las manipuladas y fraudulentas subastas de activos públicos que se produjeron tras la bancarrota total del estado.
En colaboración con los economistas de Harvard, en especial el "shock terapista" Jeffry Sachs (que últimamente va de arrepentido), el FMI dictó los términos del ajuste que iban a poner de rodillas al gigante ruso. La consigna fue: "lo más rápido que se pueda". Abandono de la planificación, venta inmediata de toda la industria estatal, liberalización de los precios, eliminación de los subsidios. El choque fue brutal: En enero del 1992 se levantó el control de los precios en el 90% de los productos y en 1994 tres cuartas partes de las empresas habían pasado a las "manos privadas" de gansters y funcionarios corruptos.
Se cumplían las previsiones del sr. Feffry Sachs . Una nueva clase capitalista había nacido en Rusia. Un poco a lo bestia, hay que reconocer. Se desencadenó un paroxismo febril para robar cualquier cosa al alcance de un patrimonio que unos meses antes pertenecía al conjunto de una enorme nación. Recursos naturales, oro, diamantes, petróleo, gas, bosques siberianos, níquel, cobalto, platino, plutonio, ... con la inestimable colaboración del capital foráneo bien informado. La rapiña llegó incluso a la "evaporación" directa, a través de paraísos fiscales, de los mismos fondos de ayuda del FMI...
El mecanismo del saqueo organizado bajo la supervisión del FMI fue el siguiente: a principios de los 90 se creó apresuradamente una bolsa y una serie de bancos privados se apresuraron a registrarse como nuevas entidades operativas. El cleptócrata Boris Yeltsin había llevado el endeudamiento público al paroxismo. Los nuevos bancos prestaron al gobierno con garantía o aval de compañías públicas de gas, de petróleo o de minerales. En cosa de unos meses estos "colaterales" pasaron en masa y a precios ridículos a manos de los avispados banqueros y las mafias que los patrocinaban. La compañía Norilsk Nickel ( la mayor compañía de níquel y platino del planeta) fue adjudicada por 170 millones de $ al banco Oneksimbank. En julio de 2003 su valor era de 53.000 millones.
A mediados de los 90 la nueva burguesía había acumulado más de 150.000 millones de $ en cuentas en bancos extranjeros y propiedades residenciales.
En el primer año de la "reforma" la producción industrial colapsó en un 26%. Entre 1992 y 1996 el PNB ruso cayó un 42% mientras la renta per cápita caía un 40%. El estado ruso en bancarrota dejó de pagar sus sueldos a los maestros y funcionarios. A finales de los 90, tres cuartas partes de los rusos ganan menos de 100 $ al mes y el 30% estaban en la más absoluta pobreza con menos de 2,5 $ al día.
Todos los indicios (denuncias e informes de la CIA incluidos) sobre corrupción galopante, el desvío de los fondos, el fraude y la penetración del crimen organizado en la economía y las instituciones del nuevo estado ruso fueron simplemente aparcados y el FMI siguió reforzando y enriqueciendo a los nuevos "capitalistas" rusos, es decir, financiando el asalto a mano armada de la mafia y la corrupción a gran escala rusas.
El FMI fue la palanca financiera del apoyo del gobierno de los EEUU a la deriva especulativa, inducida por Wall Street, de la transición capitalista rusa. Sin otra consideración que los beneficios a corto plazo, los ciudadanos rusos fueron sometidos a una infernal terapia de choque paralela a una burbuja especulativa que acabaría en desastre en 1998.
La última intervención del FMI, justo antes del crac ruso de 1998, fue utilizada íntegramente por los insiders - rusos y extranjeros - para rellenar sus alforjas con dólares y salir en estampida antes de la debacle.
El 16 de julio de 1998, el FMI, junto al Banco Mundial y Japón, acordaron los términos de un macro préstamo de 17.100 millones de $ al gobierno ruso en un paquete al que se sumarían otros préstamos y que alcanzaría los 22.600 millones de $.
Fue la oportunidad de oro que precisaban los insiders bien conectados para convertir rápidamente sus activos en rublos a dólares. De esta manera el FMI, para salvar a tiempo a una selección de especuladores sin escrúpulos, desencadenó la salida precipitada del rublo que desencadenaría el crac con consecuencias espantosas para la población.
El último préstamo del FMI al cleptócrata Yeltsin desapareció misteriosamente en menos de una semana en una maraña de cuentas numeradas en paraísos fiscales.
La “terapia de choque” en Rusia resultó en realidad un “electroschok” sobre decenas de millones de rusos que fueron reducidos a la miseria mientras la economía rusa colapsaba.
Se trató de una pauperización en masa instantánea sin precedente en la historia. Hoy día el 60% de la población rusa malvive y se muere en la pobreza, sin calefacción, sin esperanza alguna, en un clima extremo en condiciones de chabolismo miserable que retrotraen a las del sitio de Leningrado.
Tomado de Cáncer capitalista