Ayer, que estuve en Granada, aproveché para pasarme por el Centro Cultural Caja Granada Memoria de Andalucía. El edificio, de pomposo nombre, que alberga la exposición, parece concebido por Albert Speer. Se trata de una mole de hormigón que alberga un museo dedicado nada menos que a explicar la historia de la autonomía andaluza.
Lo cierto es que mi interés estaba en la exposición temporal dedicada a las mujeres y el holocausto. Lo de concebir un museo consagrado a observarse el propio ombligo es muy propio del típico despilfarro de una comunidad autónoma que, habiendo conseguido grandes avances, arrastra un número de parados realmente inconcebible desde su fundación. Bien es verdad que la posición de partida de Andalucía respecto al resto de España era de clara desventaja, pero también lo es que, después de haber recibido cuantiosas ayudas, seguimos en el furgón de cola en cuanto a trabajo y cultura.
Realmente no se cuantos millones de euros ha costado el edificio-bunker, pero lo cierto es que un sábado por la tarde aquello estaba completamente vacío. No parece que los andaluces hagan cola para conocer la historia de su autonomía. Tampoco para conocer la del holocausto.
La exposición prometía. El hecho de estar organizada conjuntamente con el museo Yad Vashem de Jerusalén parecía ser una garantía de rigor e interés en sus contenidos expositivos. Por ello la decepción ha sido mayúscula.
Dos grandes paredes en las que se proyectan textos informativos acerca de mujeres que fueron prisioneros en campos de trabajo y exterminio con sus correspondientes fotos. Como si estuvieramos visionando una pantalla de ordenador, pero proyectada en una pared. Nada más. No digo que la lectura de los testimonios de las víctimas y sus condiciones de vida y muerte no sean interesantes, que lo son, y mucho, pero la impresión que me llevé de la visita es la de haber estado consultando una página web gigante. Exceptuando algún detalle, no salí de allí sabiendo más de lo que ya supiera.
Aún así, la visión de aquellas mujeres a las que la historia les jugó una mala pasada resulta estremecedora. Personas que llevaban una vida normal, feliz en muchas ocasiones, a las que envían al infierno por haber nacido en el seno de una raza que se pretende maligna. Las imágenes se muestran en un blanco y negro siniestro, propio de la época en la que fueron realizadas. Las muchachas que muestran su mirada asustada en su foto de entrada al lager, junto a su número de prisionera, interrogan con su mirada al espectador. ¿Por qué yo?, parecen preguntarnos.