Revista Libros
El nuevo estado de él le permite dedicarle mucho tiempo a cosas simples, cosas que no tienen ninguna utilidad aparente, ni no aparente, puede, por ejemplo, hacer una lista de las diferencias entre la ella: Fabiana, la anfitriona en un restaurante en la capital y la ella de ahora como anfitriona de un bar en la costa caliente de la costa del Pacífico, puede censar las diferencias en su sabor, en su olor, en la textura lisa de su piel, en el tamaño y el tono “Pantone” de sus ojeras. A ese tipo de cosas se puede dedicar su mente, puede, por ejemplo, establecer una sútil diferencia entre el regusto que le queda después de pasar la lengua por sus pechos: el aftertaste era más neutro cuando ella vivía en San José, en la costa tenía más influencias marinas (-Y, ¿ no será que se te está saliendo la solución salina? -No tienen solución salina, son de silicón-respondía inexpresiva). A mediados de los ochentas, Paul Bocusse habría creado toda una nueva escuela en la Gastronomía; basada en los gustos tenues: el sabor sutíl de las manzanas fritas a manera de papas fritas (siempre serían pommes frites, el lenguaje le agregaba otra dimensión al hechizo de un artista que aparente no lo utiliza para sus creaciones). Ese regusto nuevo de las manzanas sustituía con menos vehemencia el sabor más rotundo de las papas fritas, y eso fue unánimente celebrado como una de las grandes innovaciones gastronómicas de su tiempo. Una innovación que surgía luego de muchas décadas de inmovilismo –tuvo que aparecer Olivia Newton–John con su canción “Physical” para que la preocupación por la comida sana y el ejercicio se extendiera globalmente, esta tendencia hizo posible que una cocina liviana fuera vista como algo muy necesario, en esa ola se montó Bocusse para aparecer retando el status –quo. Después vendrían otras propuestas que entrarían a la palestra por ese resquicio que abrió Bocusse y su “Nouvelle cuisine”. Siempre ha sucedido así en el arte: desde una particular iniciativa creativa un rompedor reta a lo tradicional – en este caso con la cuisine clásica francesa, inalterable desde Escoffier y desde antes, con esa rigidez canónica que pide desechar la carne y conservar el tocino- y luego se detapa la caja de las sorpresas , en donde empiezan sucesivamente a depositar sus nuevos conjuros los nuevos aprendices de brujos quienes , despojados por fin del corsette de lo clásico, creen ver en su disciplina una tábula rasa a su alcance para que hagan lo que a sus divinas creatividades les parezca. A algunos hasta les sonríe el éxito, muchos –la mayoría- se conforman con intentarlo, produciendo entre todos una revolución en la disciplina artística, que – como toda revolución- ya trae consigo desde su primera aparición las semillas de las subsiguientes contrarrevoluciones y hasta –horror de horrores- la latencia seminal del neoclasicismo, ese volver a la semilla casi atávico. Pero no, el narrador no quiere abrumarlos con detalles de su pasado como crítico gastrónomico. Bueno solo un poco más: Bocusse supuso la primera gran revolución al canon clásico que se mantenía inmóvil, luego aparecieron otras iniciativas, otros -cómo no- Ismos , con Fusiones y con toda esas corrientes que nos han llevado a la actual vanguardia de "deconstrucción" y de nitrógeno líquido y de lecitina emulsificante y del transglutaminase como engrudo. Sí , todo muy parecido al arte. En el caso de Fabiana, la estancia en el calor más de la costa le agregaba nuevas sabores más vehementes y definitivos a su cuerpo de mujer que nunca pareció encontrar la calma difusa ni el sosiego perezoso, ese cuerpo que contenía nuevos aromas, colores y hasta texturas, - un sarpullido cubría parte de su cuello y espalda-. Pero,¿Quién era él? ¿Un antiguo crítico gastronómico penando en esa costa triste y lluviosa? O, acaso, ¿un simple titiretero? o ¿un limitado ventrilocuo que solo podía hacer que de la boca de la marioneta salieran unos cuantos suspiros de desacomodo? Ahora él debe descansar, se olvida de las teorías, pero no del expresionismo gastronómico: Fabiana en su jugo, servida tibia sobre una cama de polycotton de 100 hilos.La Bitacora del Faro Tuerto www.heribertorodriguez.blogspot.com